jueves, 29 de mayo de 2008

Amarillo

Amarillo era un camino pintado en medio de Barcelona. Unía verde y azul. No estaba el Hombre de Hojalata. Ni Dorothy ni Toto. Ni el blanco y negro. Ni el Arco Iris. Sólo gente andando al mismo paso, como hormigas en comitiva. Irían en busca del Mago de Oz.

Amarilla era la blusa. Y el escote. Y el capricho. Y el albor de unas mejillas ruborizándose. Era divertido mirarla. Forzaba la conversación, mientras frenaba el peligroso oscilar de sus senos con las manos. Voz titubeante y mirada segura. ¡A mis ojos vuestras miradas!

Y Amarillo era el fin de una estaca clavada en tierra mojada. Invisible para el pintor que captura paisajes. El patito feo de una arboleda. No hay rastro de miradas en la corteza. No la adornan ramas, ni follaje. Nadie mira más allá. Puede haber una fuerte raiz. Tal vez un futuro de verde y nidos de gorrión. Tal vez el duque del bosque gris. Y ya que hablo de gris, así era el cielo. Hay tanta sed en la tierra, que ya se secó la sequía.

martes, 27 de mayo de 2008

Cobardía

Cobardía es una palabra que empieza por Si...

domingo, 25 de mayo de 2008

En Busca de Indiana Jones

La primera escena de En Busca del Arca Perdida mostraba a tres hombres de espaldas, adentrándose en la selva amazónica, en lo que parecía ser la búsqueda de algo. La cámara, selecta y caprichosa, usurpaba el rostro de dos de ellos, pero dejaba el del líder de la comitiva a buen recaudo. Sólo veíamos lo que Spielberg quería mostrar. El reverso de un aventurero. Su sombrero. Su látigo. Su decidido caminar. ¿Quién era ese hombre? Lo supimos cuando desaparecieron las sombras, cejó la resistencia, y el misterio se hizo rostro. Comenzaba un mito. Era Indiana Jones.

Casi veinte años de descanso son muchos. Incluso para Indiana Jones. El regreso del arqueólogo al cine se ha visto afectado por demasiados factores. Demasiadas expectativas. Demasiadas noticias. Demasiado dato por contrastar. Así, su cuarta aventura vivió mucho antes de tener vida. Estaba en nuestras cabezas, en los textos de los críticos. Que no nos falle Indy, decían algunos. Que rescate al cine de aventuras como hizo siempre con sus reliquias. Es el error del que se pierde el encanto de una tercera cita por creer que será igual que la primera. Es la paradoja del poeta. La dama vendrá vestida de otra forma, cambiará la conversación, no sorprenderá como el primer día, pero la reconocerá y se dará cuenta que sigue siendo ella.

No quiero confusiones. No voy a ser condescendiente porque sea Indiana Jones. Reconozco que esta entrega es imperfecta. Tal vez sea falta de peso en el guión. La historia, que no desvelaré, está lejos de la consistencia de las búsquedas del arca o el santo grial. Incluso hay algún exceso, tirando al final, que en nada la beneficia. Falta también algún aditivo. Supongo que es el recuerdo de Sean Connery. El escocés, haciendo de Henry Jones Senior, es uno de los mejores secundarios que ha dado el cine de aventuras. Sería injusto agarrarse a ello. Aquí están la flor y la nata del cine actual. Está el prometedor Shia LeBeauf, opositando a coger el relevo de Ford. Está John Hurt, tirando de oficio y comedia. Y Cate Blanchet, tan mala como irresistible.

En honor a los que aman a Indy, diré que En Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal hay nostalgia. Hay labor de arqueólogo para el espectador. Busquen la esencia de la saga. La nostalgia arranca en una poderosa estética de cine clásico, y termina en matices imposibles de despreciar. Alguno estará tentado a pensar que la película funciona por detalles. Por ser Indiana Jones. Yo sonreí demasiado. El plano del Arca Perdida. Ford reencarnando a su padre, mientras asiste con gesto serio a los excesos del joven Mutt. El encanto de Marion. El omnipresente sombrero. Y, sobretodo, esas escenas imposibles, que uno querría que no terminaran nunca, en las que Indy y los suyos, pase lo que pase, se las ingeniarán para vencer a los malos y arrancarnos una interminable sonrisa. Ese es el sentido de esta entrega. No es más que la nueva aventura de un héroe que, para desgracia de sus detractores, vive en la más lujosa mansión de los sueños del celuloide.

Proyección y Reflejo

Quienes hayan seguido los pasos de Arquero Urbano, habrán notado altibajos, tanto en la cantidad como en la calidad de los textos. No se sorprendan. Crear dejó de ser sencillo. El narrador no siempre tiene algo que decir. Puedo sentarme a esperar, o compartir las migajas con ustedes. Últimamente no puedo dejar más que pedazos de pensamientos que pasan por mi mente. Los pasajes son cortos, pues cortas son las reflexiones. Doy las gracias a un autor, me miro en un espejo, observo. Tal vez no me apetezca pensar. Si me extendiera, hablaría de frustración, anhelo y nostalgia. Me sorprende lo que echo de menos y lo que valoro. Me sorprende negarme a ser quien era. No he visto mi proyección, mas sí mi reflejo. Y mentiría si no les dijera que me atormenta.

Buenas noches

lunes, 19 de mayo de 2008

Cicatriz

Cerró los ojos, y se vio a sí mismo buscando una salida. Había cristales a su alrededor, que cortaban la piel al menor movimiento. Había olor a quemado, penetrando en su ser amenazante. Había sangre esparcida, pintando manchas rupestres. Dejó de recordar, y buscó un tiempo aún más lejano en el tiempo. Fracasó, y volvió al presente. Se llevó la mano al rostro. Notó algo distinto. La piel ya no era uniforme. Había algo rugoso, abierto, donde se hundían sus pequeños dedos. Tenía el sello de la eternidad, de lo irreversible.

Abrió los ojos, retiró la sábana y salió de su cama. Se miró al primer espejo. Buscó un tiempo sin cicatriz, mas no lo encontró. Usó un pincel invisible para dibujar las líneas de su rostro. No se acordaba. Era distinto, y se dio cuenta que debía aprender. Aprender a aceptarse. A vivir con ello. A que un pie encharcado siempre estará mojado. A que un soldado nunca vuelve de la guerra sin ella como compañera. Ese soldado era él. Y también su cicatriz. Y el ayer. Y el hoy. Y el mañana.

lunes, 12 de mayo de 2008

A Fuego Lento.

Estoy sentado en un restaurante, esperando a ser servido. Veo que todos tienen su vida sobre la mesa. Pregunto por la mía. Se está haciendo a fuego lento. Muy lento. Pasa el tiempo, y noto que pierdo el apetito. Miro alrededor. Un plato elaborado. Una degustación. Una cata de vino. Un hueco vacío. Sólo el blanco del mantel. Tal vez no sea mi restaurante. Me levanto de mi silla. Pago la cuenta. Me voy.

sábado, 10 de mayo de 2008

Llueve en Barcelona


Tras llover en Barcelona, huyó la ciudad. Y con ella, asfalto, calles y aceras. Barcelona es un mar lleno de almas a la deriva. Y de jolgorio. No hay agua para beber, y sí muchas charcas que llenar. No todo es vida. Han construído un cementerio de paraguas, abandonados a su suerte tras quebrarse, y ser incapaces de resguardar a su portador.

Llueve. Y Barcelona es desliz, y no paso. Es gota de agua, y no rayo de sol. Es caminar por dentro, y no por fuera. Es salpicar. Son dos botas y un chubasquero. Es mojarse. Es cobijo, y libertad. Es soltar la capucha y mirar al cielo y dejarse mojar. Es ir al mar embravecido y aguardar la calma. Dicen que mañana lloverá. Y que muchos más paraguas morirán.

viernes, 9 de mayo de 2008

Buenos Días

Hoy leemos la prensa. Desayuno con el siguiente titular, del que poco hace falta decir.

"UN HOMBRE QUE ABUSÓ DE SUS DOS HIJAS RECUPERA LA PATRIA POTESTAD"

Reflexiono sobre la Justicia. Debería ser el marco que nos ampara para asegurar que nuestros comportamientos, además de humanos, sean correctos. En otras palabras; para estar seguros. Algo falla cuando hay que leer un titular así. Vayamos más allá. Hace poco supimos que hay 270.000 sentencias pendientes de ejecución en España. Trasládenlo a términos de inseguridad. De criminalidad potencial. Buenos días.

lunes, 5 de mayo de 2008

Gloria


El blanco se ennegrecía con el barro. Se enrojecía con la sangre. Se hacía piel entre azotes de lluvia. Faltaban minutos. Faltaban segundos. Era imposible. Había que vestirse de héroe. Era su momento. Eran uno menos. Me olvidé del ensangrentado. Eran dos menos. Daba igual. Apostaron a cara o cruz. A ganar o perder. A convertir cinco minutos en un libro de gloria y victoria. Acorralaron al campeón, y éste se revolvió lleno de furia. Fue silencioso en el primer golpe. Directo, breve, dañino. Apenas se abrazaron. Se miraron. ¿Queréis ganar tanto como yo? Se contestaron sin usar la voz. Fue una mirada. Fue un loco defensa retando a todo un equipo. Fue un africano, a su lado. Fue un argentino. Fue Gardel, en el tango. Fue Maradona, en la gloria. Fue Frodo, en el imposible. Fue el Che, si me apuran. Fue Higuain. Fuisteis vosotros. Fuiste tu. Fui yo. Le dimos todos. No fue el pie. Fue el alma. Metió el balón. Y al portero. Y lo sacó todo. Sacó el grito, el abrazo. El tuyo, el mío, el nuestro. Se vistió de Real Madrid para ganar como él. Contra la historia y por la historia. Contra el reloj que avanza. Contra el rival que se aparta para no sucumbir al huracán. Con la lona en cuesta. Con minas en el campo. Con lluvia. Contra todo. Contra todos. Gol. Gloria. Fin.

jueves, 1 de mayo de 2008

Elección e Imposición


Dennis Lehane retrató, en Mystic River, muchas de las ambigüedades morales que bucean en el oceano en el que nada la sociedad americana. Bajo una historia marcada por el dolor y la pérdida, Lehane se atrevió a diseccionar el mal que nace en el bien aparente, en lo cotidiano; un mal que vive escondido, y parece incapaz de morir. Recurrimos a la justicia (propia o ajena) para combatirlo, pero el mal (y el bien) tiene poco o nada que ver con ella. La realidad es que el mal se esconde, usa a la propia justicia como disfraz, y acaba perpetuándose bajo el halo de ser inmortal. Es inolvidable recordar a Kevin Bacon, en la magnífica adaptación que Clint Eastwood hizo de la novela, apuntando con un dedo al rostro del vengador Sean Penn, mientras una caravana de felicidad invade la calle. Es inevitable pensar que un mal presuntamente curado dio lugar a un mal aún mayor.

Gone Baby Gone, también escrita por Lehane y llevada al cine por un sorprendente Ben Affleck, transcurre por senderos similares. Hay una idea que sobrevuela la historia, y es la marca que deja en las vidas la posibilidad de elegir. Inicia el relato una reflexión sobre aquellos aspectos de nuestra vida que no elegimos, tales como la ciudad en la que nacemos o la familia que tenemos, y lo finaliza una contundente imagen sobre las consecuencias de una elección. La novela habla de un secuestro, de una niña arrancada de los brazos de una madre irresponsable, de corrupción y elección. Sobretodo, habla de elección. Habla de la dificultad (casi imposibilidad) de adoptar una postura moral en determinados momentos. ¿Qué dirían si alguien secuestra a una niña bajo la motivación de ofrecerle un futuro mejor? ¿Siempre con su madre, o depende de la madre? ¿Respetamos normas sagradas, o las asaltamos? ¿Y qué hay del que lucha por esas normas? ¿Y qué hay del que las mancilla?

Ben Affleck, como director, ofrece un distanciamiento moral que se me antoja imprescindible para contar esta historia, y sale muy bien parado de su primera aventura tras las cámaras. A ello ayuda la interpretación de su hermano, un confuso y genial Casey Affleck, que, adoptando el rol del detective que investiga la desaparición de la pequeña Amanda, marca a fuego en cada expresión y frase todo el arsenal de dudas, contradicciones y paradojas que asaltan a su personaje a lo largo de la película.

Gone Baby Gone es, para Arquero Urbano, un ejemplar retrato de una sociedad en la que la desconfianza en los valores establecidos crece día a día, en la que cada vez es más difícil analizar qué es lo correcto, y en la que la aparente fortaleza de la moral se diluye a través de nuestra propia naturaleza. Cuando elegimos, sólo nos queda la oportunidad de aprender y vivir con ello, o de recordar, como dicen en la película, que "Somos ovejas entre lobos; así que sed astutos como las serpientes, y mostraos ingenuos como las palomas"