martes, 29 de enero de 2008

La Huella del Tomate

ON. El tomate es una hortaliza que, usada como instrumento de guerra, tiende a provocar más suciedad que daño. No es casualidad, pues, que tan famoso alimento haya pasado a ser el icono de una de las más polémicas etapas que ha vivido la televisión en España.

La despedida del ya legendario programa "Aquí hay tomate" deja, tras cinco años de exitoso recorrido, un panorama marcado por el derribo de muchas barreras morales, escándalos de difícil aceptación, imágenes imborrables, y la creación de un estilo televisivo con muchísimas aristas. Lo que ha sido defendido (a tomatazos) como un estilo gamberro e irreverente, no ha sido más que la desmedida apología del "todo vale", pero también, reconozcámoslo, la piedra filosofal de un monumento de dudoso gusto, que ha reinventado, para bien o para mal, la realidad televisiva de este país. ¿Ha sido Aquí hay tomate un mal programa? Dilema habemus. Dependerá de lo que entendamos por "mal programa". ¿Qué medimos, el éxito o la forma de llegar a él?

Está claro que su efecto ha sido corrosivo hasta el punto de haber reubicado las barreras de lo considerado admisible, reprogramado con su influencia la parrilla televisiva (sus índices de audiencia han llevado a Telecinco a apostar descaradamente por el corazón en casi todas sus franjas horarias, y a extender dicha práctica a otras cadenas), y haber llevado el fenómeno paparazzi hasta niveles desconocidos en este país. Al haber del programa pondremos una reconocible dosis de creatividad y trabajo, que deja al Tomate como una propuesta bastante más elaborada que el resto de programas de su mismo perfil. Argumentaréis que ya podrían haber invertido la creatividad en otros menesteres. No seré yo quién os quite la razón. Por otro lado, y como ya hemos apuntado, Aquí hay tomate, ha patentado un estilo propio. Un estilo folclórico, atrevido, mordaz, y directo, que mezcla el surrealismo de la España casposa, la mitificación de la noticia absurda, el descubrimiento y humillación pública de personajes de cloaca, la persecución incansable a famosos, la destrucción de la entrevista como tal (la pregunta como ataque directo, y no como pregunta), y hasta cierto coqueteo con el erotismo de quinta categoría. Un estilo que, pese a sus temblorosos cimientos, ha calado entre un público que se divide entre quien lo mira interesado por la perversidad, y quien lo mira para flagelarse. Un estilo triunfador y tremendamente personal. Éticamente cuestionable, pero estilo al fin y al cabo.

Sigamos haciéndonos preguntas. ¿Pueden estar contentos sus programadores? Dudoso. Es tal su quebrantamiento de la moralidad, que debería ser difícil presumir del éxito desde una postura tan infectada. El Tomate ha triunfado, pero sacrificando demasiados valores. Ha ido tan lejos en un géneo tan trillado como la prensa del corazón que hasta se le podría considerar tímidamente revolucionario. Ha hecho de la exaltación del mal gusto una forma de hacer televisión, ha derribado códigos éticos y, una vez hecho el trabajo sucio, los ha explotado para ofrecer una televisión desafiante y extremista. Los afectados (famosos del mundo, ¡uníos!) han optado por plantar cara (record de querellas y broncas), ser indiferentes o, sencillamente, seguirles la gracia. El duelo ha sido desagradable. Morboso y desagradable. A un lado, famosos que, sin el dinero como aliciente, no han sabido aceptar que les dijeran lo que son. (Tal vez porque nadie merezca que se le diga cómo es de una forma tan salvaje). Del otro, un programa sin nada que perder, que ha sobrepasado los límites de lo permisible, haciendo del acoso y el insulto premeditado algo normal. Juzguen ustedes. A mí, me aburre.

¿Conclusión? Aquí hay tomate y, por ende, sus espectadores, han dejado en la televisión nacional una marca imborrable; fea, pero imborrable. No quiero extender sus prácticas con la realidad actual del país, porque no lo veo necesario. Reconozco que fue notoria su presencia. Prefirió el insulto a la indiferencia. Es la eterna pregunta. ¿Quieren dejar huella? Insulten, ladren. El Tomate no fue mediocre. Fue vulgar. Fue repugnante. Fue un escándalo. Y quiso serlo. Todo eso y más. Se le recordará. ¿Vendrán nuevos tiempos para la televisión? Hay mucho camino por recorrer para ello. Y pocas ganas de caminarlo. OFF.

viernes, 25 de enero de 2008

El Precio de Reinventarse


Arquero Urbano abandona su postura crítica y se centra en la investigación. ¿Razón? Los Crímenes de Oxford. Dirige (dicen) Álex de la Iglesia.

Siendo como es la película un tributo al Cluedo y demás retos de aire detectivesco, es curioso que el mayor misterio de toda la película sea la inexistencia de los rasgos que definen a su director. Álex de la Iglesia encara un salto hacia adelante, huye de sí mismo, de la extravagancia, y su vena neo-friki para ofrecer la que, en mi opinión, es la película más insulsa y plana de su notable carrera como cineasta. Hablé de salto hacia adelante sin explicarme. Las premisas creativas más primarias apuntan a que un artista busca siempre la exploración de nuevos caminos, que le liberen del corazón de la rutina y le hagan crecer como tal. Viendo la obra de De la Iglesia, notamos altibajos, pero también una personalidad fuera de toda duda. Tal vez Crimen Ferpecto no llegaba a los niveles de La Comunidad, pero seguía siendo una obra con el sello de su creador. Muchos pueden sentirse abocados a pensar que el sello ya no marcaba tinta. De hecho, da igual si fueron muchos o pocos. La clave es si el propio De la Iglesia notaba un agotamiento en su discurso, y necesitaba cambiar para no aborrecer el cine. Tras ver Los Crímenes de Oxford, me siento tentado a pensar en ello.

La película engloba ingredientes propios del género. El eje, como no podía ser de otra forma, es la investigación de unos crímenes supuestamente ligados entre sí. La forma de abordarlos divide la trama en dos relaciones interpersonales: la que tiene Elijah Wood con John Hurt (su mentor), y la que le relaciona con Leonor Watling (la chica/objeto deseo). Si me preguntan por el papel del joven actor, les hablaría de decepción. Algo ocurre, pero ni rastro de los registros que le llevaron a ser aclamado en anteriores papeles. Nuevo misterio. Ni convence su duelo con Hurt, ni hay química en su improbable relación con la bellísima actriz española. No hablaré de desaprovechamiento. Es probable que Elijah Wood naciera para interpretar otros personajes, más cercanos a la periferia (¿No le recordarán por Frodo, o el magnífico villano de Sin City?) que al núcleo cool donde toda estrella quiere estar.

La fidelidad al libro hace que el guión tenga que pagar el peaje de la densidad. La investigación trasciende a un duelo en el que todos son detectives y sospechosos, y pone sobre la mesa un juego casi infinito de simbolismos, claves ocultas y coeficientes metales. No obstante, la película ofrece escasa profundidad en unos personajes que, por desgracia, carecen de matices dignos de mención. Todos pretenden ser ambiguos, pero la friadad del conjunto resta riqueza al efecto perseguido. Finalmente, queda un producto que se deja ver, que entretiene moderadamente pero que, como ya hemos comentado, tira por tierra cualquier expectativa previa.

No puedo decirles mucho más. La investigación cerró con escaso éxito. Busqué a Álex de la Iglesia, y no le encontré. Busqué a Elijah Wood, y tampoco le encontré. Recemos porque ambos vuelvan a sus orígenes, o se reinventen de un modo distinto. No han convencido en su cambio de registro. Quiero acabar bien. Encontré algo: La infalible sensualidad de una Leonor Watling que, pese a estar alejada de su mejor versión, siempre deja ese aroma a caro y exquisito perfume.

domingo, 20 de enero de 2008

Econópolis (parte V) - Negocios Sumergidos

Uno de los retos de Econópolis era mostrar los intereses por los que las entidades financieras han permitido el insostenible crecimiento de la burbuja hipotecaria. Nuestro planteamiento ha querido ir del caso particular al general, mostrando el decisivo peso que han tenido los intereses privados, y dejando al lector que proyecte en las altas esferas lo que Arquero Urbano ha presentado a pequeña escala.

La ambición por aprovechar un momento tan propicio para generar riquezas ha dejado un panorama ciertamente desalentador, en el que, al margen de lo más evidente (subida desproporcionada de los precios de la vivienda, opresión de quienes han obtenido una hipoteca por encima de sus posibilidades, desaceleración de la venta de pisos..), se han instalado ciertas prácticas altamente corrosivas, con consecuencias que se mueven entre lo inminente y las ya visibles, y de las que les presentaremos, en las próximas líneas, algunos ejemplos.

A - Inmobiliarias multiusos. Aprovechando el boom inmobiliario, fueron muchos los que arriesgaron su situación laboral, y tomaron la decisión de lanzarse a la golosa aventura de abrir una agencia inmobiliaria. La presencia de un negocio aparentemente seguro, las comisiones, la disponibilidad de los bancos a colaborar, y demás factores positivos, constituyeron un elenco suficientemente atractivo para encarar dicha afrenta. Los inicios, en un panorama tan boyante, fueron altamente productivos, especialmente para los que se lo pensaron poco y tomaron la decisión al iniciarse la expansión del sector.

La creciente venta de pisos generó, como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, una demanda casi abrumadora de préstamos hipotecarios. Muchos de los agentes inmobiliarios aprovecharon la coyuntura para diversificar su negocio, y coquetear con la intermediación financiera. Aparte de vender pisos, el agente inmobiliario ha penetrado en el sector financiero, y ha ofrecido colaboración a las entidades e intermediarios. En economía, podríamos llamar a este fenómeno. Aprovechamiento de economías de escala. O como aprovechar mi profesión para extenderla a negocios complementarios. Piénsenlo. Vendo el piso; tengo al comprador delante. Este comprador necesita una hipoteca. Si me muevo para conseguírsela, ¿No hay más opciones de conseguir una generosa comisión?

El problema de lo que les comento nos remite directamente a lo que visto en anteriores entregas. El agente fue haciéndose ambicioso, se acostumbró a ganar dinero de manera excesivamente fácil, y acabó siendo víctima del monstruo que había ayudado a construir. La profesionalidad de quienes han ejercido el papel de agentes inmobiliarios no siempre ha sido la más adecuada. No quiero generalizar. Hay magníficos profesionales, pero también hay quienes se han movido en este negocio por la desmedida pasión de ganar dinero, con la improbable y necesaria mesura que todo trabajo necesita.

Durante 2007 han cerrado 40.000 agencias inmobiliarias en España. Subsistir en la actual situación va a ser difícil. Sólo aquellos que conocen su negocio realmente, y están preparados para épocas de crisis, van a poder luchar contra remolque. El resto, ya lo saben. Eran bocas sedientas de un maná que, poco a poco, se ha ido reduciendo a gran velocidad. Atragantarse, como debieron prever, entraba dentro de lo probable.

B - Chiringuitos Financieros. Dentro de las entidades financieras, han sido muchos los directores que han manchado sus manos aceptando comisiones. De la fructífera colaboración entre dos intervinientes tan decisivos (el que trae la operación; el que trabaja para que se la aprueben), como la que se ha dado entre los intermediarios y los propios directores, han surgido posibilidades tan tentadoras que han acabado por diluir la naturaleza de la relación. De hecho, han llegado a intercambiar sus papeles. Me explico.

Imagínense que el director de una oficina está estudiando una operación para conceder una hipoteca. De pronto, el intermediario que suele traerle operaciones, le plantea una posibilidad. Si tienes alguna operación que no salga aprobada en tu banco, dámela y, si la saco por otra entidad, te cedo parte de la comisión. Esto es común. Vayamos más lejos. Imagínense que el director le coge el gusto al tema, y acaba por trabajar contra los intereses del banco, entregando directamente las operaciones al intermediario, sin importarle si en su entidad eran o no aprobadas. El enemigo en casa. El engaño a un perfil de cliente que busca, ante todo, que se le conceda la hipoteca, sin importarle demasiado las formas, y que acaba pagando el pato en forma de comisiones. Esto ocurre. Esto es grave. Hay quien ha sido pillado con las manos en la masa y está en la calle. Hay quien sigue ejerciendo.

C - Capital Privado. La extraordinaria habilidad de algunos intermediarios ha acabado con la obtención de liquidez de lugares insospechados. Si los bancos no conceden créditos, hay más alternativas. Imaginen que tienen una gran fortuna y, en lugar de invertirla en un depósito, acciones o la compra de un inmueble, les da por contactar con intermediarios financieros y ofrecerse como prestamistas. Puede ser un negocio muy jugoso. El préstamo se da a un interés muy alto. Los métodos para cobrar pueden alcanzar la ilegalidad. El intermediario ejerce como tal, se lleva su parte y se olvida. Es la última alternativa para los más desesperados por obtener financiación. ¿Recuerdan a los que no podían pagar sus préstamos? Aún hay esperanza para ellos. Podrán obtener dinero. ¿Podrán devolverlo? Quién sabe..

¿Qué tal, amigos? ¿Sorprendidos? Es parte del negocio subterráneo que ha generado la expansión inmobiliaria/financiera de los últimos años. Como les dije al principio, hablamos a pequeña escala. No intenten pensar en lo que ocurre cuando los intermediarios y los intervinientes son gente de mucho peso. No piensen en las cantidades que se mueven. No lo piensen, de verdad.

jueves, 17 de enero de 2008

Gallardón; Causas y Consecuencias

Prefacio

Si algo podemos concluir de la decisión de prescindir de Alberto Ruiz Gallardón en las listas electorales del Partido Popular, es que el posicionamiento del partido presidido por Mariano Rajoy en el espacio político español deja escaso lugar a las ambigüedades. El PP afronta las Elecciones Generales desde la derecha, tratando de fidelizar al sector duro del electorado, y afilando un perfil ya de por sí conservador. Arquero Urbano tratará de analizar las principales claves que han motivado la decisión de Rajoy, así como las posibles consecuencias que conllevará la exclusion de las listas del Alcalde de Madrid.

Contexto político español

Es España un país marcado por heridas históricas que aún restan abiertas. Comprendo que les parezca cómodo acudir al tópico bipolar, para seguir explicando la crispación existente a día de hoy. No obstante, les recomiendo la lectura de Dos visiones de España, libro en el que se exponen discursos de dos leyendas del calado de Azaña y Ortega y Gasset, con el fin de comprender que España y sus cosas, por mucho que quieran cambiarlas, siempre serán España y sus cosas.

La radicalización de diferentes discursos, a lo largo de los últimos años, ha aumentado, si cabe, las diferencias que siempre hemos percibido entre los dos grandes grupos ideológicos de este país : La Izquierda Liberal y la Derecha Conservadora. Esta pluralidad podría resultar suficiente para marcar los problemas de convivencia más comunes, pero se vé acuciada por un hecho tan relevante como las discrepancias territoriales. No todos los españoles se sienten españoles, pero no por ello dejan de serlo. ¿Moraleja? El líder político que maneje España debe elegir entre ser dialogante o ser firme; entre tender la mano o ser excluyente. Hay muchas voluntades que escuchar, y pocas opciones para tomar decisiones que dejen a todos (o a la mayoría) moderadamente felices. Mucho espacio político por ocupar, pero poco para acertar.

La Silenciosa Bipolaridad del Partido Popular

Aun recuerdo el retumbar de unos aplausos en el Congreso. El PP, de forma unánime, acababa de respaldar a Aznar ante su decisión de acompañar a Estados Unidos en la Guerra de Irak. "Éste es un partido sin fisuras", gritaban en la calle Génova. Era éste un PP alejado del moderado discurso que les llevó a la presidencia en el 96. Aquel partido que, públicamente, se confesaba un inquieto explorador del centro político. Aplaudían todos. Pero el PP ya no era un partido de centro. Analicen ciertas figuras. Rato contando las horas para irse, Pimentel en su casa, Piqué desplazado. El núcleo duro, comandado por los incombustibles Acebes y Zaplana, ganaba peso en el partido. La búsqueda del centro había sido sustituida por el apetecible hallazgo de una derecha con sitio firme en este país.

Aznar dejó a Rajoy como herencia un partido que cada vez tenía más claro que su seguridad era mayor cuanto más duro era el discurso. España era una nación que construir desde unos valores sagrados, irrompibles, ante los que el insurgente debía arrodillarse sin pedir explicaciones. Dentro de este contexto, hubo quien empezó a sentirse algo incómodo. Fue el caso de Alberto Ruiz Gallardón, ahijado político del fundador del partido, Manuel Fraga, y figura clave en la política española desde la alcaldía de Madrid. Gallardón siempre ha resultado molesto para sus camaradas de partido. Tanto por su manía de cuestionar, como por su ambición. Recuérdenle tras la victoria de Zapatero. "Algo habremos hecho mal" -se atrevió a comentar públicamente-. La derecha reconociendo errores. Imperdonable.

Paralelamente, hemos asistido a un duelo cada vez más evidente entre las dos grandes figuras políticas de la capital : Esperanza Aguirre y el propio Gallardón. Siendo "colegas" de partido, y colaboradores forzosos por los puestos que desempeñan, es sorprenderte observar el nivel al que ha llegado el enfrentamiento de ambos políticos. La sorpresa se reduce al intuir que el gran móvil de esta batalla es la sucesión de Rajoy. Si éste fracasa por segunda vez, el trono quedaría libre, volviendo el debate abierto al Partido Popular. Ya no está la inquebrantable autoridad de Aznar (de momento) para tomar cartas en el asunto. Habría que mojarse. O seguimos firmes en la derecha, o a buscar de nuevo el centro.

Aprovechando las próximas elecciones, Gallardón tomo posiciones de manera vertiginosa. Ganó (como Aguirre) por aplastamiento en las municipales, y aprovechó la euforia para entonar una frase que le ha podido costar su carrera más inmediata. "Quiero ayudarte a ganar, Mariano. Llévame en las listas". Sorpresa. Desconcierto. Gallardón muestra su ambición sin pensarlo. Rajoy no detiene el golpe. Lo asume, lo relativiza, pero no lo detiene. Hay tensión en el Partido, y en la prensa más cercana. Imáginense si pintaron bastos, que la Cope acabó demandada por el propio Gallardón. Rajoy alimentó el rumor de la vuelta al centro. Dejó crecer las expectativas, y se plantó a un mes vista de las elecciones sin contestar a Gallardón. Aguirre se rebela y lanza un órdago. "Si va Gallardón, quiero ir yo también."

La Victoria del Núcleo Duro

La tesitura planteada entorno a su decisión, puso a Rajoy ante la disyuntiva de elegir entre apostar por el núcleo duro del partido, o suavizar el discurso y recurrir a la moderación. Suponemos que fueron dos las premisas manejadas por el Presidente del Partido Popular,

1 - Elección del Electorado potencial. Es de suponer que el votante más fiel al Partido Popular agradece un discurso firme y patriótico. El error o acierto de cálculo viene al ponderar la importancia de este segmento respecto a los mal llamados indecisos. Si observamos los distintos ciclos políticos que ha atravesado la España democrática, podemos concluir que hay una transición muy importante de votos entre el Partido Popular y el PSOE. Ello convierte cada llamada a las urnas en un milimétrico proceso de pillería. Considerando un electorado fiel a ambos partidos relativamente parejo, es razonable pensar que es ese núcleo centrista el que acaba decantando la balanza hacia uno u otro lado. ¿Se aleja de este grupo Rajoy al tomar posiciones más cercanas a la derecha que a la moderación?

2 - Gallardón. El Alcalde de Madrid es, probablemente, el político mejor valorado de este país. Ello le convierte en un activo de poder indiscutible dentro del Partido Popular. Es moderado, carismático, y hasta votable para cierto sector de la izquierda. Inciso. ¿Es esto positivo a los ojos de un derechista convencido? No obstante, su repercusión es tan grande que ha inquietado e inquieta al sector más duro del partido. Su ofrecimiento a Rajoy fue descarado. Su derrota, por inesperada, ruidosa. Muy ruidosa. Algo hay que reconocer. Gallardón se metió en este bosque porque quiso. Podía haber sido conformista, (fiel a su partido, como diría un editorial de La Razón), pero no se contuvo. Lanzó un órdago a su presidente, pero el órdago ha salido caro. Tan caro como la amarga derrota que ha padecido.

Rajoy actuó. Tirando de artillería, se cargó a Gallardón, arriesgando al votante de centro con su maniobra. El PP confirma ciertos movimientos, y se postula definitivamente en la derecha. Desde allí atacarán el trono. Con dureza. Con dignidad. Y sobretodo, con un par.

Consecuencias

1 - Hay una herida abierta en el Partido Popular. Poco ha tardado Fraga en defender a Gallardón. La aparente tranquilidad que pretende mostrar Rajoy no se sostiene. Sabe que un partido débil es el peor barco posible para afrontar unas elecciones. Su autoridad ha quedado puesta en entredicho. Han empezado los cruces de declaraciones (subterráneos o públicos, pero ahí están), y los reproches (6 alcaldes en las Listas, y Gallardón en casa). Mal panorama para atacar la presidencia del país.

2 - La figura de Rajoy queda dañada. Muchos se preguntan por qué dilató tanto la decisión de no contar con Gallardón. Un cáncer, cuando crece, devora sin piedad. Rajoy quiso parar el golpe de efecto presentando a Pizarro como fichaje estrella, pero poco se habla del ex-presidente de Endesa. Sólo se habla de Gallardón, y de la mala gestión de Rajoy. Cierto es que nadie se lo ha puesto fácil. Muchas ambiciones personales. Mucha incomodidad. Mal favor para quien quiere ser presidente.

Un apunte. Gallardón y Aguirre peleándose por acompañar a Rajoy, cuando lo que se disputan realmente es su herencia. ¿Jugada maestra o suicidio público? El tiempo lo dirá.

3 - El PP, como ya hemos dicho, queda retratado. Que nadie se engañe. Esto no es un cambio, sino la continuidad de un proceso natural. Analicen. Ni rastro de Matas, Piqué, Rato y compañía. Ha vuelto Cascos. Pizarro entra en escena. Aguirre gana la batalla a Gallardón. La derecha triunfa. La brújula se pierde. ¿Y el centro? Ni idea. ¿Y Gallardón? Dando que hablar.

Conclusión de Arquero Urbano

Siendo España un país ávido de espacios comunes y entendimiento, Arquero Urbano considera que el Partido Popular ha perdido una gran oportunidad con su rotundo giro hacia la derecha. La ocupación del centro habría sido una necesaria y magnífica noticia. España necesita más diálogo que inamovilidad. El PP, por su parte, necesita suavizar su postura ideológica y rebajar la crispación que le caracteriza los últimos años. Es evidente, no obstante, que el camino elegido es otro. Habrá endurecimiento de discurso. Gustará a la España más conservadora. Veremos si será suficiente. Ha dado un paso atrás, pero aún no ha perdido las elecciones. En la más personal de mis opiniones, creo que ha perdido mucho más.

miércoles, 16 de enero de 2008

COMUNICADO OFICIAL

Arquero Urbano quiere aclarar que la publicación de su último artículo no ha sido el desencadenante de la retirada de la letra del himno; siendo ésta una decisión unilateral del C.O.E.

lunes, 14 de enero de 2008

Que Cante España

¡Viva España!
Cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón.

¡Viva España!
Desde los verdes valles
al inmenso mar,
un himno de hermandad.


Ama a la Patria
pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul,
pueblos en libertad.

Gloria a los hijos
que a la Historia dan
justicia y grandeza
democracia y paz.


Ahí lo tienen, amigos. El himno que debe unir España. El himno que debe ponerle letra al rojo y al amarillo; al Ebro y al Duero. Cuatro párrafos escritos con la Ñ de España, con tono castizo, y mirada al frente. Firma Paulino Cubero, de Calatrava, Ciudad Real.

No sé explicarme más allá de las sensaciones, pero confieso que el himno me sabe a rancio. Es como el papel en la pared, el transistor, o un tinto a las 2 de la tarde, servido en vaso pequeño, y aceitunas para picar. Leo la letra, y pienso que la España de hoy habla de otra forma. Es moderna. Educada o macarra, pero moderna. Estas estrofas encontrarían mejor ubicación hace tiempo, en la España donde Gloria, Patria y ¡Viva España! eran piel de gallina, y no mirada hacia otra parte.

Hay muchos aspectos que no llego a entender,

1 - ¿Qué necesidad había de ponerle letra al himno? ¿Era un problema un himno instrumental? El COE ha decidido que quiere poner a prueba las cuerdas vocales de nuestros deportistas. 7000 letras, y eligieron ésta. Un estamento deportivo, y mucha política en cuatro estrofas. Lo olvidaba. Ayudó la SGAE. Supongo que hay buenas perspectivas. Plácido Domingo poniendo la voz. A lo grande. A las estanterías. A cantar, señores.

2 - La propia letra me turba. Comienza demagógica, como el que se quiere meter al personal en el bolsillo. Distintas voces y un mismo corazón. Arrebatador. Tras un segundo cuarteto un tanto anodino, llega el destape con el tercero. ¡Ama a la Patria! Éramos pocos y parió la abuela. En la España de laS patriaS, nos salimos por la tangente, y el personal a cantar. Hablando de cantar, ¿Cómo cantan ustedes las dos últimas líneas? Es lo que más me turba de todo. ¿Justicia y grandezá? ¿Democraci aypaz? ¿Democrácia (con la i y la a muy pegadas) y paz? Lo siento, señor Cubero, usted no tiene la culpa.

Seré sincero. Nunca me apasionó el himno pero, de ponerle letra, habría elegido hablar de España. Esto no habla de España. Creo que el remedio ha sido peor que la enfermedad. Prefiero hablar de España y las Españas, antes de la Patria y su grandeza. Esto no habla de España. Prefiero el Mediterráneo, de Serrat. Habla del Mediterráneo y me dice mucho más. Para viajar al pasado, me subo a Suspiros de España, y me late el corazón. Me late algo. Quiso Dios, con su poder, fundir cuatro rayitos de Sol, y hacer con ellos una mujer. Eso es España. Lo que no es España es una letra metida con calzador, para que nuestros futbolistas lo canten en Maracaná.

domingo, 13 de enero de 2008

La Redención del Creador

Expiación, más allá de la pasión, inicia su extenso metraje mostrando la virginal mirada de Briony, personaje interpretado por la joven Saoirse Ronan. Quien desconozca, como servidor, la novela original de Ian McEwan, corre el riesgo de malinterpretar la película desde el principio, y confundir la aparente mirada de una niña celosa con lo que realmente es: La poderosa mirada del creador. Expiación no es una película sobre un amor inmortal. Ni siquiera una película sobre la culpa. O tal vez sí, aunque lo dejaré a su juicio. Hay que llegar al inesperado giro final para entender la gran reflexión de la obra de McEwan: ¿Puede el arte convertirse en vehículo expiatorio de una culpa imposible de curar? Vamos más allá. ¿Puede el artista ser Dios e invertir las reglas de la realidad?

Joe Wright, director de la notable Orgullo y Prejuicio, vuelve a Inglaterra en una nueva adaptación novelística. Presentada de forma clásica y preciosista, Expiación divide su narrativa en dos fases claramente marcadas, en las que el tiempo juega a saltar y retroceder para eliminar su importancia y servir únicamente a la obra que lo sostiene. El tiempo juega a ser verdugo, pero, incapaz de eliminar el rastro de la pasión y la culpa, únicamente es capaz de llegar hasta la muerte. El tiempo sólo sirve para ser usado por el creador; para volver atrás; para mostrar que la realidad es sólo la plasmación interesada y desenfocada de una mirada, y que la verdad es algo que sólo encuentra sitio en el insondable mundo de los sentimientos.

Sobresaliente es el calificativo que merece la primera parte de la obra. En ella, lo que parece destinado a ser un tranquilo fin de semana en una casa de verano, acaba convirtiéndose en una excusa para retratar una costumbrista y malévola batalla entre el deseo y la nobleza. Malévola, pero también intensa, hermosa y apasionada. Ante tal perspectiva, el espectador debe elegir entre apartar la mirada y no mancharse, o mirar con todas las consecuencias. Con la soberbia banda sonora (capaz de convertir el teclear de una máquina de escribir en un deslumbrante instrumento de percusión) de Darío Marinelli de fondo, asistiremos impávidos a la siembra de diversas pasiones que cobran aquí cuerpo de manzana prohibida, y constituyen el inicio de una tragedia tan imposible de aplacar como las fuerzas que la originan.

Lastrado por alguna voz en off que se me antoja excesiva, y por cierto desaprovechamiento de un escenario tan poderoso como la Segunda Guerra Mundial, el segundo tramo del filme pierde algo de fuelle respecto al inicio, aunque es legítimo reconocer el poder de su lectura póstuma, así como la belleza de una de las más deslumbrantes imágenes de la película. Hablo del descarnado travelling que acompaña la llegada de Robbie, personaje interpretado por un inspirado James McAvoy, a una playa infestada de soldados y locura, todos ávidos de abandonar una guerra eterna y regresar al calor de su hogar en Inglaterra.

Es Expiación, más allá de la pasión una notable película, en la que sentimientos como la culpa y la pasión fluyen con desgarro e intensidad; donde talentos tan atractivos como el de James McAvoy, Keira Knightley, Saoirse Ronan, o el del propio director Joe Wright, dejan un gran sabor de boca, y donde, ante todo, se habla del poder de quien es capaz de manejar los hilos de sus creaciones. Si el teclear de una máquina de escribir sirve para reinventar la realidad, y expiar una culpa, ser creador tendrá sentido eternamente.

sábado, 12 de enero de 2008

El Reflejo

“Un mendigo solitario observaba la lluvia en plena noche, a la luz de una farola que barría tinieblas a paso lento. Dirigía firme la vista, buscando diferencias entre las miles de gotas que caían del cielo. A miles de kilómetros, en el lejano Oriente, un anciano de mirada muerta acercaba sus ojos a una rosa para buscar el trazo de una gota de sangre derramada años atrás. Eran fragmentos de una guerra perdida ante una realidad que se diluye, y que sólo muestra su perfil cuando la hacen claudicar.”

EL REFLEJO

En la Iglesia, el padre Cristóbal oculta su rostro tras la telaraña del confesionario. Purga los pecados de sus fieles sin escucharles. Da igual si es de carne o de puñal. Su mente está detenida en una tarde, en la que ordenó a Pablo que saliera a recitar unos salmos, para emoción de la madre e indiferencia de su progenitor, más preocupado del escote de la del colmado que de llorar por su hijo mayor. Al comenzar a leer, la voz de Pablo se extendió por la Iglesia como un coro de ángeles, llenando las paredes de eco infinito y los vellos de la piel de escalofríos. Con la parroquia embelesada, otra voz apareció, uniéndose a la primera, jugando, y confundiendo los oídos sin dejarse ver. Los feligreses, desconcertados, comenzaron a lanzar miradas sin saber a donde mirar. Pablo, sin perder el pulso, sonrió y buscó a Daniel, hasta encontrarlo sentado, en medio de sus padres, con los labios sellados y una extensa sonrisa de pícaro ladrón. Fue la primera señal que vio el pueblo de lo que estaba por venir.

Cerca de la plaza, se encuentra la vieja cancha de baloncesto, tan llena de tradición como vacía de vida. Víctor cierra sus ojos para no verla hundida bajo hierbajos, grietas y pintura desgastada. Poco tarda en percibir sonidos que han quedado atrapados con el paso de los años. Llega tarde hasta él el patinar de unas zapatillas que agotan la pista sin llegar al balón. Después aparece el silbido del viento. Pablo, o tal vez Daniel, acaba de lanzar de tres, provocando un silencio que rinde pleitesía a la sutil caricia de la red. Al final, la explosión, el rugido de la gente tras otra victoria de los gemelos. Cuentan que verles jugar era un regalo, que convertían los partidos en tormentas donde la electricidad era demasiado intensa. Los rivales, impotentes, luchaban contra sus ojos, incapaces de entender por qué tenían delante a quien acababan de dejar atrás. Pablo y Daniel ganaron decenas, cientos de duelos, y dieron tardes de gloria que morirán en los recuerdos.

Nacer para ellos fue como presentarse dos veces ante el mundo o, como dijo una vez Don Salvador, abuelo de los niños y profesor de historia en sus ratos libres, decirle a ese mundo que intentara seguirles con la mirada. Pablo y Daniel nacieron con lentitud, esperándose, aguardando el llanto hasta entonarlo a la vez. El doctor cometió la torpeza de acostarlos juntos, y acabó olvidando quién era quién, y cuál había nacido primero. Daniel fue entregado a su madre como Daniel, aunque jamás se sabrá si en realidad era Pablo, o si realmente era Daniel.

Escasos días necesitaron los dos pequeños para aprender a mirar con los mismos ojos, pensar juntos y sentir en su carne el dolor que dañaba al otro. Supieron que dos pueden ser uno, que al mirarse se reflejaban, y que eran habitantes de una habitación mágica llena de espejos, donde crearon un juego de luces y reflejos en el que todos los que entraban se arriesgaban a no volver.

Quien pasea por la avenida, se detiene en la tercera encina. El viejo árbol sigue mostrando una herida en el tronco. Marcada a navaja, lleva grabada la cita que Daniel tuvo con Inés. Fue en otoño, con lluvia fina bañando sus caricias y el Sol incapaz de mirar. Ambos tenían dieciséis años y los nervios a flor de piel. El primer beso llegó torpe, con ella de puntillas, los ojos cerrados y el cabello muy mojado. Sus labios encontraron los de su amor, y los llenó de miel y fresas. Tres calles al oeste, Pablo lanzaba a canasta. Se detuvo de pronto, invadido por un perfume que conocía muy bien. Era Inés, la pelirroja de ojos pardos a la que observaba a escondidas, y que ahora rasgaba su corazón. Pablo se mordió el labio donde acababa de morir el beso de un traidor, envenenándolo como si hubiera sido mordido por una serpiente de cascabel.

Enloquecido, Pablo echó a correr sin destino. Daniel, tras despedirse de Inés, fue a recoger sus cosas y se dirigió a la cancha, donde había partido. Al llegar, le extrañó no encontrarse con su hermano. Miró a la grada y notó la misma extrañeza en los ojos de sus padres. El juego comenzó, pero no fue como otras veces. Daniel, sin Pablo, tuvo problemas para contener el juego de sus rivales. El partido se complicó y no quiso mostrar el lado de la moneda hasta el final. Faltaban diez segundos y el marcador no daba vencedor. Daniel recibió el balón y buscó ser el héroe. El esférico ardió en sus manos, como una bola de fuego. Se elevó, con los ojos fijos en la cesta, pero el balón se negó a salir. Un rayo cruzó su mente sin avisar. Perdió la mirada y vio a su hermano, sentado en medio de una vía sin parar de llorar. A lo lejos vio un tren, que llegaba imparable, tocando la campana con desesperación. No hubo más, salvo el vuelo de una negra mariposa. Daniel cayó al suelo sin vida y se llevó el color de este mundo con él. En el pueblo, nadie sabe lo que pasó aquella tarde. No lo sabe el párroco, ni Víctor, pero hoy se cumplen ya diez años, y nadie ha sido capaz de olvidarlo.

Ángel.

viernes, 4 de enero de 2008

Econópolis (parte IV) - Tener un piso y no saberlo

Creánselo, que no es broma. Unos se concentran para reclamar su constitucional derecho a una vivienda digna, y otros tienen un piso sin saberlo. Surrealista, ¿Verdad? Les explico.

Prefacio

Hagan memoria. Para agilizar operaciones bancarias, se usó la estrategia de la acumulación. ¿Cómo me das la hipoteca, si con mis ingresos no puedo comprar un piso? Déjame pensar. ¿Tienes amigos? Dí que te echen una mano. ¡Ah! Y que hagan un poder a tu favor para que firmes por ellos.

La operación bicéfala

Toda operación hipotecaria suele incluir dos partes : La compraventa del piso, que afecta al comprador y al vendedor; y el préstamo hipotecario, que afecta a la parte compradora y a la entidad financiera. Por norma general, suelen firmarse las dos el mismo día, ante notario, con lo que, como ya hemos comentado en anteriores entregas, es realmente sencillo perder la noción de lo que se está firmando en cada momento.

Recordarán los lectores habituales el papel que ha representado la ambición económica de los intermediarios. Demasiadas comisiones. Demasiado jugo para no hacerse un zumo y tomárselo a nuestra salud. Al encontrarse una de esas operaciones "extrañas", en las que, por razones imposibles de entender, 4 personas sin vínculo aparente compran un piso de 1 o 2 habitaciones, la entidad suele pedir un requisito mínimo, que es la participación de todas las partes en la compra. Esto tiene una lógica, y es la de "maquillar" la operación. El banco intuye la maniobra, pero tampoco quiere perder la firma. También hay comisiones y rentabilidad en juego.

El intermediario, al recibir instrucciones de la entidad, se limita a reunir la documentación necesaria (ingresos, contratos de trabajo..) de los intervinientes en la operación. Una vez la operación queda aprobada, llega la firma, acude una persona (dos a lo sumo), con su identificación y los poderes del resto, y ya podemos firmar todo lo que nos pongan delante. Son demasiadas las ocasiones en las que, por desgracia, la gente sale de la notaría sin saber lo que ha firmado realmente. El que se huele algo, recibe una contestación tranquilizadora. "Ya lo arreglaremos"

A continuación, pasaré a mostrarles un caso práctico para que puedan asimilar lo que les estoy contando. Hay muchas implicaciones. Acompáñenme.

Magda quería comprarse un piso. Costaba 230.000 €, y su nómina no era suficiente para pedir una hipoteca. Como es habitual en muchos casos, recurrió a familiares y conocidos para que le echaran una mano. Tras un tiempo, una prima lejana y dos conocidos accedieron a ayudarla. El intermediario movilizó la documentación de las 4 partes, y logró que un banco concediera la hipoteca. ¿Cómo era esa hipoteca?

TEORÍA : 4 inmigrantes, con residencia en España, compran un piso para ir a vivir juntos, venderlo dentro de un tiempo y, con la plusvalía resultante, volver a su país para mejorar su calidad de vida. Las 4 partes compran. Las 4 partes se hipotecan. Operación con una lógica. Accesible.

PRÁCTICA : Magda cree que es la única que está comprando el piso, y que es la única parte hipotecada. Ella cree que el resto de los intervinientes la avalan, pero que no hay ninguna implicación más. A la hora de la verdad, la única persona que va a pagar la hipoteca será ella, y todo lo que se ha hecho ha sido una maniobra para que le dieran la operación. Le habían explicado que, en un año, aproximadamente, no habría problema para quedarse ella sola en la operación. Así era. Falso. Así creía que era. Una curiosidad, aunque no creo que les sorprenda. Hasta la cuenta donde se cobra el préstamo está a nombre de los 4. Con nuestra amiga Magda como ¡¡tercera!! titular.

Magda, al recoger las escrituras de propiedad en el banco, notó algo extraño. No aparecía ella sola, sino con 3 personas más. Se asustó. El empleado comenzó a explicarle lo que había firmado. Ella, de inicio, simplemente acertó a preguntar qué había que hacer para "retirar a las personas de la escritura". Creía que era fácil. Creía incluso que era barato. Empecemos a sacar conclusiones:

1 - Magda es propietaria de 1/4 parte del piso que quería comprar sola.
2 - Magda sólo podrá beneficiarse, fiscalmente, de una cuarta parte de la desgravación que permite un préstamo hipotecario.
3 - Los otros intervinientes son titulares de un préstamo hipotecario, lo que les afecta decisivamente a la hora de pedir un préstamo a nivel particular.
4 - Si tienen otros préstamos, y no los satisfacen, la entidad puede ejecutar todos sus bienes para cobrar sus deudas. Entre ellos, estará el piso en el que sólo vive Magda, pero cuya propiedad pertenece a tres personas más.

¿Qué les parece, para empezar? En principio, sólo era cuestión de echar una mano, pero las implicaciones van muy lejos. Es tentador decir que el intermediario la ha vuelto a liar, pero sería una explicación que exhimiría al banco de cualquier responsabilidad en este aspecto. El banco es responsable. El banco es culpable por complicidad. El cliente es ignorante; ambicioso, pero ignorante. Parece que sale ganando, porque al final tiene su piso, pero les aseguro que ese piso va a ser más un problema que un regalo.

El problema de Magda tiene difícil solución. Les invito a proponer soluciones, si se les ocurre. Arquero Urbano lo vé de esta manera,

A - Magda puede ser la propietaria del 100% del piso. Es muy fácil. "Sólo debe comprar las tres cuartas partes restantes". Sus acompañantes pueden poner precio al tema, y fin del asunto. ¿Cómo va Magda a hipoterse por, pongamos, 150.000 € más? IMPOSIBLE. Hay más opciones. Una donación en vida. Lástima que Hacienda no tenga un pelo de tonta, y acuda fiel a su cita. Sumen gastos de notaría, gestión y registro. Sumen, sumen. Hay opciones, pero ninguna es viable. Y la pobre Magda pensando que en un año estaría todo arreglado.

B - Magda puede ir al banco, y pedir que se elimine al resto de intervinientes de la hipoteca. El banco puede aceptar, pero a cambio de que traiga otros tres con las mismas garantías que los que salen. La postura del banco es comprensible. Una persona, declarando 900 € al mes de ingresos, no puede sostener sola una hipoteca de 230.000 €. Inviable de nuevo. Me olvidaba. Esto también conlleva gastos. Hay que modificar la escritura del préstamo.

Conclusión

Les acabo de presentar una de esas situaciones en las que se mezcla la ambición de unos intermediarios, la complicidad de una entidad en busca de negocio, y la extrema ignorancia del cliente. Una persona quiere comprarse un piso, busca a tres almas cándidas que la ayuden, y acaba compartiendo la propiedad con ellas. Les he dejado lo mejor para el final. Hay tres personas que no saben que tienen un piso.

jueves, 3 de enero de 2008

Mafia Negra

Mafia. Nueva York. Drogas. Corrupción Policial. Dólares. Gangsters. Rivalidad. ¿Conocen el terreno? Seguro que sí. Tal vez les sorprenda saber que tras la cámara no está Martin Scorsese, habitual cronista de la mafia neoyorkina, sino el malogrado Ridley Scott. No se asusten. Scott no ha muerto. Sólo se cargó al genio que llevaba dentro.

El director norteamericano elige para la ocasión el conflictivo ascenso de Frank Lucas, personaje sagrado en el Harlem de los 70, y la posterior investigación, liderada por el detective Richie Roberts, que acabó con el mafioso entre rejas. Denzel Washington se encarga de dar vida a Lucas, en un trabajo construído sobre las bases de su habitual solidez, mientras recibe la réplica de un recuperado Russell Crowe. A pesar de no cruzarse apenas en pantalla, no hay duda que el duelo subterráneo que mantienen los dos personajes es uno de los grandes reclamos del film. La seguridad del delincuente contra el desorden del policía. Una historia de (presuntos) buenos y malos, en la que el ejército de David incluye traidores, y hay cierto encanto en el propio Goliat.

Una de las novedades atribuibles a la película es el enfoque. Es interesante pensar que no hay películas de mafia sobre negros. Siempre hay olor a Italia, al Este o al Sur, pero jamás a la droga vendida en Harlem. Un negro (en aquel momento, ser negro en América era ante todo eso; ser negro) que puso en jaque el orden público de la ciudad de Nueva York es el motivo por el que Ridley Scott hizo esta película. Su recorrido por los años 70 es apetecible. Su entrada en las catacumbas, valiente. Entre mafiosos y yonkis, hay tiempo para mirar a una policía corrupta y subversiva, manteniendo caliente el caldero de la droga para llenar el bolsillo.

American Gangster es uno de esos extraños casos de modélica perfección, que afronta la carrera hacia los Oscar con una solidez inmaculada, pero que deja al espectador con cierta frialdad. Nadie va a negar que es una buena película. Lo tiene todo para ello. No obstante, es como una herida que duele, cura y no deja cicatriz. Es, si me lo permiten, similar a lo que fueron en su día Camino a la Perdición, Chicago o Gangs of New York. Películas en la que se respira grandeza, precisión, autoridad y mano maestra de un artesano, pero donde no hay rastro del alma que debe perforar una pantalla de cine para generar sentimientos en el espectador.

American Gangster es, además, la confirmación de la autocondescencia en la que vive instalado Ridley Scott desde hace muchos años. Poco queda del genio que dirigió Blade Runner y Alien. Sólo retazos, vistos en la intimista épica de Thelma y Louise, o en la macabra sutileza de Hannibal. Poco para una carrera que, en sus inicios, prometía ser gloriosa. Se fue el maestro, y ya saben. Queda un buen director. Si ello les parece suficiente, sigan atentos a su carrera. Tal vez les siga interesando un poco más que a mí.

miércoles, 2 de enero de 2008

Pasajes de Nochevieja

1, 2.. 12. Campanadas. Uvas. Feliz Año. Burbujas. ¿Más Champagne? Me visto. Camisa blanca, vaqueros, americana de pana. Pasaré frío. Llego al metro. Escaleras mecánicamente estropeadas. Una multitud sube corriendo, entre gritos, portando banderas de Brasil. Cojo el primer tren. He quedado a la 1. Llegaré pronto. No importa. Espero 10 minutos. Llega Joan. Llega el metro. La gente grita. El metro está colapsado. Sigue oliendo a Brasil. Mucha gente habla portugués en el vagón. Hemos de recoger a María. Me arriesgo y salgo al andén. Ahí está. Hemos acertado de puerta.

Llegamos a destino. Hace frío. Me niego a mirar arriba. Hay quien sabe por qué. David nos espera fuera. Estrecho su mano y avanzamos. Faltan Jose y Tere. Él aparece pronto. Ella se esconde tras una columna, huyendo de la fiebre. ¿Nos acompañará? Dice que sí. La entrada ya está comprada. ¿38? No, 2008. Llegamos a la fiesta. Cola. Entrada escondida. Pasillo metálico. Gente. Mucha gente. Gente mayor. Gente joven. Un collage del que nosotros seremos parte. De pronto, a la derecha, dos famosos. Deportistas. Barça. Baloncesto. Bolsa de Cotillón, con serpentinas y matasuegras que no matan. Entramos.

Buscamos la barra. Bebida. Ron con Cola. Ponche con Cola. Vodka con algo. Pulseras que brillan. Camareras imposibles. Cambio de sala. Multitud. Escenario. Tres presencias. Me fijo en la del centro. Negro de arriba a abajo. Medallón de oro en el centro. Palidez. ¿Drácula? No. Hay abanicos que se mueven a velocidad de vértigo. Música atronadora. Andy Warhol resucitado ¿Locomía? Miradas alrededor. Strippers. Un tono más. Pechos al descubierto. Vuelta a la otra sala. Más bebida. La barra es invadida por cuerpos perfectos. Todo es movimiento. Let's get the party started

Dance vs Reggeaton. Estilos confrontados. Delirio contra Sexo. Luz contra Fuego. Miradas. Grupos. Baile. Amigos. Unos al servicio. Sorpresas de chocolate. Una fondie, en la que sumergir pedazos de fresa. Cruzamos la sala. Buscamos el escenario. Allí bailamos. Allí observamos. Silencio. Un Boy. Una silla. Una rubia. 40 años. Se dejó 20 en el contacto. Lo enseñó todo. Delirio. Mujeres..

Las 5. Las 6. Las 7. Agendas de regalo. Frío. Fotos. Posados. ¿Protestantes? Nosotros. Hay más. Hubo más. No lo contaré. Di mi palabra. Empieza el año. Miro el reloj. Miro un espejo. Miro las fotos. Miré arriba, maldita sea. No cambia nada. 2007. 2008. 2009. 2010. Mi vida. Mis pasos. Mis amigos, por suerte. Amén.