lunes, 30 de junio de 2008

¡Viva España!, por un catalán. (O Visca Catalunya!, por un español)

A España le dijeron "Que gane el mejor". Entendió la frase de tal forma que ganó con la autoridad de un ser superior. El deporte tiene la virtud de unir voces en grito, exaltar emociones y lanzarlas en todas las direcciones a miles de kilómetros por hora. España lució sus mejores galas para emocionar. Equipo joven, atrevido, descarado, ilusionado. Todo con un viejo al mando que sabe lo del viejo y lo del diablo.

Quisiera hablarles de patriotismo. Un catalán neutral lo tiene jodido para ser patriótico. Mire donde mire, encuentra ofensas e intolerancia. El catalán acusa al español de represivo; éste al otro de insurrecto; aquel responde con el despotismo, y acaba como victimista. Quien les escribe ha oído demasiado al respecto. Tanto, que ha terminado por cansarse de España, de Catalunya y de la madre que las parió. Pido perdón. Les cuento. Ayer, por enésima vez en mi vida, parecía que tenía que elegir. Acabó el partido y escuché "Que se jodan los catalanes". Cambio de dial, y sale uno "Yo no celebro el triunfo de los dictadores". Había algo raro en el ambiente. Más ánimo de ajustar cuentas que de celebrar. Más rabia que euforia. ¿Saben qué les digo? Que, por enésima vez, me niego a elegir.

Yo celebré la victoria de España por identidad. A estas alturas, no espero que el himno me ponga el vello de punta. Son otras sensaciones las que lo consiguen. Estuve feliz porque me veo más en esos chicos que en otros. Porque hablan como yo. Porque han crecido viendo lo que he visto yo. Porque compartimos costumbres. Supongo que si hubiera jugado Catalunya, me habría alegrado igual. Soy catalán y español; español y catalán. Mi sangre es un mar donde mueren ríos de ambas partes. No voy a dejar secar uno por los demás. Todos son mi vida, mis raíces y la esencia de lo que soy. Sigan celebrando, o no. Pero respeten, por favor.

viernes, 27 de junio de 2008

El Precio de Ser Autor

Una de las más desasogantes sensaciones que dejaba Los Pájaros era la imposibilidad de entender el por qué de lo que veíamos ante nuestros ojos. El Incidente, rodada 45 años después por M.Night Shyamalan, recupera la esencia de la legendaria película de Alfred Hitchcock, para ofrecer un inquietante y demoledor relato sobre la angustia que produce defenderse ante aquello contra lo que no se puede luchar.

Shyamalan ha construído su cine sobre unos cánones casi sagrados en su concepción, y que van desde la tristeza y frialdad que emiten los nublados escenarios de sus películas, hasta una inquebrantable obsesión por ser identificado como autor. Lejano del Hollywood más efectista, el director hindú sigue siendo austero en la forma, sutil en el discurso (ha disfrazado notables discursos sobre la fé y el vacío de películas de terror), elegante en la puesta en escena y abrumadoramente brillante en la recreación del misterio. Poco habrán servido las críticas que se llevó por la incomprendida "La Joven del Agua". Shyamalan ha decidido pasar a la historia como Shyamalan y no como uno más. Es obvio que su desafío tendrá consecuencias, pero al menos ha logrado que le reconozcamos en cada pasaje de sus obras.

En El Incidente, Shyamalan sigue sin claudicar. Basta una escena para saber a qué nos enfrentamos. O mejor dicho, para no saberlo. Es la crudeza del suicidio inexplicable. Es la angustia de huir y no saber qué hacer. Es un camino de difícil final. Es poner a prueba a un espectador que abandona el cine con sensaciones que mezclan la perplejidad, la desesperación y la hipnosis. Hablemos de reminiscencias. Igual que en Los Pájaros, lo mejor para Mark Walhberg y los suyos es huír y rezar para que la muerte pase de largo. Igual que en Los Pájaros, el ser humano se siente impotente ante la indiferente voracidad de la naturaleza. Igual que en Los Pájaros, el metraje avanza aprisionando el aire de los pulmones, haciendo de la tensión un compañero inseparable. E igual que en Los Pájaros, nos vamos incapaces de entender el por qué de la tragedia.

El Incidente puede tener lecturas ecologistas. La naturaleza se harta de la destrucción y nos invita a autodestruirnos para saber lo que se siente. Puede que haya quien opine que es la enésima broma de un Shyamalan que explota fórmulas anteriores sin ningún disimulo. Mi lectura es distinta. Arquero Urbano cree que estamos ante una nueva oportunidad para degustar el extraño y estimulante estilo de uno de los grandes autores que dejará el cine contemporáneo. Yo no la dejaría pasar de largo.

martes, 24 de junio de 2008

El Reloj de Arena

En un bazar en medio de ninguna parte, encontré un pequeño reloj de arena. Era tan frágil y bello como el reflejo de un glaciar. Igual que la sedienta gacela que bebe sin atisbar el peligro, llevé mis piernas hacia él, hasta cogerlo y girarlo en el aire. Miré en su interior, viendo como la arena eternizaba cada segundo y acariciaba el interior del reloj. Bastó un breve destello en el cristal para cegarme y hacerme sentir el palpitar que anuncia la muerte. Mi vida al revés, con el vértigo del último día. Quise recular. Creí que el mismo giro detendría el tiempo. Me equivoqué. Ya era tarde.

Pasó el tiempo. El olvido me hizo sentir su compañía hasta traicionarme. El reloj seguía allí, olvidado en un rincón. Un día, me acerqué movido por mil locuras y ninguna razón. No sé si tropecé con él o lo busqué. Sé que volví a cogerlo, suspirando por un palpitar. Inconsciente, me dejé vencer. Entregué mi vida, el paraíso y la eternidad. No volví a ver el reloj, pues ya era parte de él. Me convertí en arena arrasada por el viento. La cuenta atrás había empezado para no acabar jamás.

Hoy, mi arena reposa tranquila, sepultando lágrimas, recuerdos, y esperanzas. Me pregunto si hay tiempo para una nueva cuenta atrás, pero que sea la última, por piedad.

lunes, 23 de junio de 2008

Rajoy: Jaque al Rey

Las últimas elecciones generales pintaron un escenario político en el que el Partido Popular, tras sufrir su segunda derrota consecutiva, quedaba expuesto a una guerra de poder, un polémico posicionamiento, y un incómodo aislamiento en la vida política. La figura de Mariano Rajoy, líder político del partido, quedaba seriamente dañada. Se le empezó a acusar de mal gestor, de haber acabado un ciclo, de haber fracasado. Hacer balance a nivel interno implicaba reconocer que no todo se había hecho bien. Pronto se planteó una disyuntiva, que dividía los motivos de la derrota en dos versiones,

A - Fin de ciclo, sin definir el ciclo por cierto (¿El de Rajoy o el de Aznar?)
B - Posicionamiento erróneo (O la ocupación de la derecha entregando el centro)

España, como ya hemos comentado en alguna ocasión, alberga un electorado cuyas proporciones no están todo lo definidas que requeriría un juego con cartas marcadas. Teniendo clara la existencia de votantes de izquierda y derecha que dificilmente cambiarán su voto, se abre una guerra cuyo objetivo es el electorado de centro. El centrista toma una decisión que puede depender de detalles, y que le define como un ser más cómodo en la moderación que en el extremismo. Quien hizo esta lectura pudo concluir que uno de los errores más evidentes de la última etapa del Partido Popular fue el uso de un tono excesivamente extremo en sus planteamientos. De moderación a radicalización. Del centro a la derecha. Sin matices. A cara descubierta. ¿Sirve eso para fidelizar? Sí. ¿Sirve para ganar unas elecciones? Difícilmente.

La derrota de Rajoy fue clara, pero no humillante. No lo suficiente como para venir seguida de una dimisión irrevocable. Hubo quien le esperó con el disfraz de chacal, pero Rajoy sorprendió al personal, aguantó el envite, y desafió a históricos de su partido al apostar por un cambio de tono como solución al fracaso electoral. El gallego insinuó nuevas líneas maestras: un partido más abierto, menos crispado, más moderado. En definitiva, más dispuesto al diálogo y menos a la batalla. Ello implicaba acercamientos, y acercarse a todos no fue bien visto. ¿Nacionalistas, socialistas, una mesa y dialogar? ¡Jesús!

El giro del partido y la previa lectura de la derrota pusieron en tela de juicio la labor de algunos nombres. Cuadro de honor para Acebes y Zaplana. La situación trajo nombres a los que esperábamos con impaciencia. Esperanza Aguirre tomó el mando público de la oposición. Planteó, de forma subterránea, una alternativa liberal, vistiendo de ruego democrático lo que para muchos era ambición. Pidió un proceso (legítimo, para qué negarlo) democrático para elegir al nuevo líder del partido. Órdago grande, que Rajoy ha ido liquidando para perpetuarse como cabeza de un partido que, a pesar de no cambiar de líder, ha cambiado de vestido. Le bastó con pedir que dieran la cara, que se presentaran, que buscaran avales, para apagar el fuego. Al menos, por el momento.

Rajoy, que sale de ésta sorprendentemente fortalecido, abre una era que, sobre el papel, lleva al PP a caminos que nunca debió abandonar. Si es el regreso al centro, España está de enhorabuena. La misma España que, no nos engañemos, ofrece, con su incipiente crisis, una inmejorable oportunidad al partido de Rajoy para volver al poder dentro de cuatro años. Si Rajoy impide fugas carismáticas como la de Esperanza Aguirre (que ha quedado tocada), y retiene al electorado que vota al Partido Popular por ser el Partido Popular, podrá vanagloriarse de redondear una jugada en la que, por encima de todo, ha buscado un jaque al rey; el fin de un fantasma que le ha acompañado durante ocho largos años, y que lleva el nombre de un José María Aznar que debería subir a un tren hacia el olvido que merece.

miércoles, 18 de junio de 2008

Crisis Urbana

Perdidos en el laberinto semántico que enfrenta a la crisis y la desaceleración, los ciudadanos contemplan la situación de España a pie de calle, con un ojo puesto en el bolsillo y otro en la sección de economía.

Me gustaría hablarles de Juan, mecánico para más señas. Puedo decirles que Juan no entiende de números ni porcentajes. No sabe qué es crecer al 3% o al 0,50%. No sabe qué es recesión o apocalipsis. No mira las cifras del paro. Ni las del crecimiento sostenido. Sabe, eso sí, que cada vez le pagan más tarde. Que cuesta más llenar el carro de la compra. Que el jefe anda raro, la empresa va mal, y que eso puede ser despido. Que cada año sube la hipoteca, mientras su piso vale menos. Que la voz del "no pasa nada" se va quebrando. Que España ya no es tierra de oportunidades y sí infierno del que escapar. Al menos eso dice Mario, su compañero.

No sé si venderles esperanza por cuatro perras mal ganadas. Es evidente que tras la crisis (ya lo digo yo) actual hay una parte que nos afecta por estar en medio de la fiesta. El petróleo, las chapuzas, la ambición y el miedo han puesto el capitalismo patas arriba. Es una descripción facilona, pero desgarradoramente real. Intuyo que algún día se invertirán los polos históricos, y que los pobres se darán cuenta que pueden ser ricos, y los ricos que ya no hay margen para crecer más. Tal vez alguno ya lo imagina. Tal vez el día esté cerca.

Hablemos de casa. España construyó su casa sobre pilares robustos, pero inestables. El ladrillo tiró del carro mientras hubo carro del que tirar. Cuando el camino se acababa, nadie dio la voz de alarma. "Callad, recoged, acumulad y Dios dirá". Y hasta que duró. La casa se vino abajo, y con ella el vecindario. Se paró el ladrillo, y el país. ¿Qué ocurre ahora? Que tiemblan todos. Sufre el promotor, que no vende. La inmobiliaria, que vende menos. El banco, que empieza a vérselas para cobrar lo que se le debe. -¿Víctimas? Culpables. Éstos al menos.- Permítanme seguir. Sufre la empresa, que ve al banco cerrar el grifo. El trabajador, que ve a la empresa sin dinero y su puesto en el alambre. El comerciante, que ve como baja el negocio. Y en medio, el carpintero, el pintor, el fontanero. O el inmigrante, al que se le invitó a participar de la fiesta, a beber y a bailar. Trabajo, venta de pisos, Seguridad Social. ¡Qué bien iba todo! Ahora hay tornas giradas. ¡Que se quede a lavar los platos!

Hay más. Ya saben que han subido los precios. El petróleo marcó territorio. Más por vigilancia que por agotamiento. El que lo tiene ya no es tonto, y ha dado un golpe en la mesa. El efecto ya lo conocen. Se llama inflación, pero el apellido, más conocido, es que todo está más caro. ¿Y qué hacen para arreglarlo? Suben los intereses. ¿Y qué pasa? Sube la hipoteca. Más aún, sí. ¿Qué tal pinta el panorama? Mal. Donde antes se presumía de crecimiento, ahora se ruborizan por otras cuentas. Como la inflación. Como el paro. Como España en sí misma. Hoy leí el término "Crash" en el Financial Times. Hablaban de nosotros.

¿Qué queda? Reinventarse, hacer los deberes. Prueben a juntar a los que saben (alguien habrá, digo yo) y busquen soluciones RESPONSABLES. Ser maduros, sinceros, RESPONSABLES. Les diré más. La responsabilidad parte del respeto al que te diriges. Cierto es que el ciudadano necesita ser reeducado. Es caprichoso e inconsciente, pero es peor tenerlo engañado que hacerle colaborar en el ejercicio de hacer las cosas bien. Un país se sostiene entre todos. Se construye entre todos. Lo malo es mirar al que manda y verle desbordado, con ganas de entrar en un bunker, y ver si pasa el chaparrón. Y en el bunker, como sabrán, no cabemos todos, ni la mitad.

Hubo mala gestión de la abundancia. Se perdió la oportunidad de invertir en una España moderna, y no en un Arca de Noe que navega a verlas venir ante el diluvio. Sonaban bien los números, y se dio por hecho que no había que tocar nada. Crecimos sobre el papel, sin tapar carencias enormes que siguen ahí, mientras ciertos sectores se encaminaban a la sobreexplotación. Me pregunto por qué no hubo flujos entre unos y otros. ¿Por qué sobra gente en la construcción y falta en áreas tan básicas como la estructura judicial, la sanidad, la seguridad o la educación? Vimos hace poco que había cientos de expedientes por tramitar en los juzgados. ¿No podemos formar a alguien para que archive, colabore, ayude con el papeleo? ¿No es esto extensible a mil ámbitos?

¿Hemos vivido engañados? Pongamos un ejemplo, y considérense invitados a la reflexión. El paro era relativamente bajo. Cifras históricamente bajas. ¿Miró alguien más allá? ¡No! A la vuelta de la esquina estaba lo siguiente: precariedad, desmotivación, contratos de obra y servicio, basura perfumada. Había trabajo, pero ¿qué clase de trabajo? ¿Se lo preguntaron? ¿Iba bien o lo parecía?. Ahora toca hacerse preguntas, las pasadas, las presentes y las futuras. Toca reinventarse, y ello implica mirar dentro y fuera, corregir errores, pedir explicaciones, tomar medidas, y salir de ésta como se pueda. Vivimos en el Mundo y, si en el Mundo pintan bastos, lo pasaremos mal. Pero si encima salimos a la guerra en calzoncillos, hay que mirar al general e invitarle a la reflexión.

Termino. Lo peor de esta situación es el cúmulo de sensaciones. Más que el "estamos jodidos", preocupan el "lo peor está por llegar" y el "cómo carajo saldremos de ésta". Lo mejor es que hemos salido de muchas, y que saldremos de ésta. ¿Cuándo? Ojalá lo supiera.

lunes, 16 de junio de 2008

Teoría del Disimulo

Tras salvar un tropezón, el ser humano acelera el paso.

sábado, 14 de junio de 2008

Punto de Encuentro

Llegué al punto de encuentro sobre las 9 de la noche. Decenas de personas por doquier. Poco espacio en la acera. Llega un ciclista. Debe recular. Pasar implicaba pedir paso; rozarse contra los demás o la pared. Todos miraban el reloj. Cada hora, cada minuto, cada segundo. Les vi tensos. Fumaban caladas nerviosas, de impaciencia. Miraban el teléfono una y otra vez. Tarareaban canciones porque sí. Había que seguir la espera. Ya llegarán. Que pase el repartidor. Quiero algo para leer. Publicidad. Da igual.

Miré alrededor. El primer grupo lo formaban cuatro personas. No llegué a ver al quinto porque me fui antes. Eran jóvenes, de estilo alternativo, agresivo. Rastas en el pelo, colores vivos, ropa negra. Dos chicos, dos chicas. Charlaban, fumaban, reían. Poco interés. El segundo era peculiar. Unas 20 mujeres de mediana edad. Goteo incesante. Besos a repartir. Tiempo sin verse. Antiguas alumnas de un colegio, creí entender. "¿Qué tal, como va todo?". "Estás igual, querida". "No te habría reconocido nunca". Normal. Corrillos, como en clase. Ayer los dibujos, hoy el trabajo. Faltaban dos por llegar. Se debieron arrepentir, o perder. O ambas cosas. Paso al tercero. Grupo heterogéneo. Tal vez compañeros de trabajo. Lideraba el mayor. Bromas típicas. "Dile que está muy guapa". Sonrisas forzadas, que sólo se ven desde fuera. Había solitarios, también. La chica que taconeaba sin cesar. La que miraba a su derecha. Yo.

Las 9:20. Me voy.

viernes, 13 de junio de 2008

Cemento Muerto

El transportista decidió ir a la huelga, y dio sentido a la ciudad.

Cemento muerto y estéril, si no hay carros que lo surtan de vida.

domingo, 8 de junio de 2008

Ambición Registradora

La sociedad contemporánea se caracteriza por un apetito voraz que la lleva a querer registrarlo todo. Sea cual sea el calado o naturaleza del acontecimiento en cuestión, la proyección imparable del vídeo doméstico (consolidado como gran formato comunicador del momento), y la ambición irrefrenable del periodismo morboso han llevado a la humanidad a tener acceso a un megalómano archivo en el que todo, o prácticamente todo, queda grabado para deleite de todos nosotros. En [REC], hábil experimento del tándem Jaume Balagueró-Paco Plaza, esta premisa podría explicar que la cámara sea la indiscutible protagonista dentro de una película de terror que bebe directamente de dos clásicos modernos como 28 Días Después y El Proyecto de la Bruja de Blair.

Si uno examina el metraje de [REC], observará que, dentro de la ratonera en la que se convierte el escenario de la película (vestida de telerealidad), la obsesión porque la cámara de Pablo (portador de la misma) lo registre todo, iguala, y hasta supera, la humana ambición por sobrevivir y escapar con vida de una situación tan límite como la que se vive en el film. No parece arriesgado, pues, pensar que la piedra filosofal de [REC] sea, por encima de la innegable intención de aterrorizar al espectador, una irónica y mordaz crítica a unos medios de comunicación que han arrasado cualquier sentido de la moral y la lógica en el desarrollo de su trabajo. ¿No creen ustedes que la histeria y ambición de Manuela Velasco son proyectables a las que podríamos esperar de un reportero de cualquier programa televisivo que puedan imaginar?

Dejemos la filosofía, y pasemos al cine. Seré breve. [REC] es imperfecta, pero funciona. Es nerviosa, oscura e intensa. No tiene una buena historia (tal vez ni la necesita), pero se defiende, desde el histrionismo más extremo, con una buena ejecución de recursos como el fuera de campo, los sustos, la claustrofobia y, sobretodo, un habilidoso y creciente uso de la tensión (que finaliza con un clímax que transportará a muchos de ustedes a los dominios de El Silencio de los Corderos) que la lleva a agotar al espectador en apenas 70 minutos. Suficiente, para servidor, a la hora de forjar una notable película de terror.

Hay un tipo de cine, funcional y resultón, que sale de vez en cuando al rescate económico del cine español para salvar los números de la temporada. Se trata de hacer, con unos mínimos de calidad, lo mismo que hacen en otros países, pero con la única e importante diferencia que implica hacerlo aquí. [REC] podría entrar dentro de esa definición. No implica un salto cualitativo, ni una reivindicación artística, pero sí que constituye un buen ejercicio de marketing y funcionalidad bien ejecutada.

viernes, 6 de junio de 2008

Sueños

Desconozco si en ellos zurzo los retales de mi vida. Si camino en el pasado o el futuro. Si es lo que pudo ser de haber girado aquella vez. Dicen que no se recuerdan las caras de los soñados, pero juro que sé con quién me he cruzado. En ellos he volado, he sido quien soy, quien no soy, y quien habría querido ser. En ellos tuve miedo a ascender y a descender. En ellos he muerto y he visto morir. Ensangrentado y enamorado. En ellos robé besos por los que suspiré despierto. En ellos había final feliz. O tragedia griega. De ellos despierto cada mañana. A veces aturdido, palpitando el corazón. A veces dichoso, acallándolo. A veces recuerdo, a veces olvido, pero siempre se van para volver.

miércoles, 4 de junio de 2008

Hastío

Hastío es estar harto. Hastío es lo que viene tras la última gota. Hastío es desilusión. Hastío es frustración. Hastío es tristeza. Hastío es vacío de vida. Hastío es el empacho del que asiente. Hastío es llegar, mirar alrededor y bajar la vista. Hastío es que da igual cinco minutos que cinco horas. Hastío es empezar mal el día y terminarlo peor. Hastío es la antesala al golpe de timón. Hastío es la mano que te hace girar. Hastío es irse para no volver. Hastío es un portazo a las miserias de la rutina. Hastío es decir que se acabó. Hastío es empezar. Hastío es rebelión. ¿Hastiado? Ven conmigo.

domingo, 1 de junio de 2008

Por H o por B

Arquero Urbano emprende una labor de investigación, para dar respuesta a una de las grandes dudas existenciales del idioma español: ¿Por qué utilizamos la expresión "Por H o por B"?

Premisa inicial

La expresión Por H o por B se utiliza para hablar de algo que hemos dejado por imposible debido a su dificultad.

Ejemplo práctico

"Por H o por B, nunca entrego los informes a tiempo".

Explicación: La Ortografía B/V - H/NO H - del Caso Particular al Caso General

Analicemos dos de las grandes dificultades que encierra la ortografía española.
  • Decidir si una vocal va precedida por H, o no.
  • Decidir si una palabra se escribe con B o con V.
No es atrevido asegurar que, en muchas ocasiones, cometemos fallos ortográficos por causa del uso incorrecto de las letras H y B. En aplicación de la frase hecha que da origen a esta explicación, podemos enunciar que Por H o por B, acabamos escribiendo erróneamente una o varias palabras.

Si extendemos el concepto explicado anteriormente al vocabulario general, obtenemos una convincente explicación del uso de la frase "Por H o por B".

Espero que les haya resultado interesante.