sábado, 29 de septiembre de 2007

El Rey Campechano

Los recientes acontecimientos han devuelto a la monarquía española al primer plano de la actualidad política y social. Dicha institución posee el discutible mérito de generar un constante debate sobre la conveniencia de su propia existencia. El choque abierto entre la protección (legítima) de su honor público y la definición de los límites de la libertad de expresión, ha llevado a la sociedad española a dar cobijo a la Corona en sus actuales tertulias.

Es bien sabido que la Monarquía, de una manera u otra, lleva tiempo planteando muchas dudas a los españoles. La recuperación de la figura monárquica no ha pasado a la historia precisamente como un hecho inapelable. El tono opaco que rodea el impacto económico de la manutención de la Casa Real, y la actuación de su entorno ante cualquier acto que pueda mancillar su nombre, han llevado a muchos a comenzar a hacerse preguntas de índole existencial.

Examinemos los actos más recientes : La publicación de una conflictiva (e ingeniosa) portada de la revista "El Jueves", con el Príncipe Felipe y Leticia Ortiz caricaturizados mientras copulan, y la quema de fotografías del Rey Juan Carlos en plena calle. Ambos acontecimientos (especialmente el primero) han abierto una batalla pública entre aquellos que se exaltan en cuanto se injuria a la Monarquía, y quienes ponen el grito en el cielo por las limitaciones que sufre la Libertad de Expresión, pero nos encontramos conque dicha disputa, lejos de definirse, se dispersa y confunde.

Al final, uno ya no sabe si el motivo de la discusión es la aparente imposibilidad de compatibilizar la estricta defensa de la Libertad de Expresión con la protección del honor de los Reyes, o si hay que ir más allá. Se empezó hablando de la ley que pena las injurias a la Corona, y la relevancia de ésta en los tiempos actuales, pero ha bastado poco tiempo para que se sumen los nacionalistas más afilados (que no se pierden una), y una derecha que tan pronto se pone el traje de guardaespaldas del Rey como sorprende al personal recuperando sus más primitivas inquietudes antimonárquicas (escuchen, si no, al singular Jiménez Losantos pidiendo la abdicación del Rey Juan Carlos)

La Monarquía, tras casi medio siglo de ausencia, supo sobrevivir, echando cal donde olía a muerto, y aceptando protagonizar la crónica social (con mención especial para la elección de la compañera del Príncipe Felipe), con el consiguiente camuflaje de una discusión mucho más profunda sobre su razón de ser. La España menos exigente ha aceptado orgullosa la imagen cercana y sencilla de los monarcas, aplacando al momento cualquier insinuación contra su figura. Para este sector de la población (mayoritario, para qué negarlo), el Rey es el embajador de España por excelencia, y el portavoz de Santa Klaus, un tipo "campechano" y elegante, que de ningún modo puede ser puesto en cuestión.

La Constitución, además de poner cimientos para su protección, otorgó al Rey un papel de árbitro, pero éste ha derivado más bien en símbolo estéril de la propia Unidad de España. Sólo se le recuerda (y cojamos esto con alfileres) por su intervención en el lejano 23-F, y es éste muy poco bagage para el presunto Jefe del Estado Español. A modo de conclusión, hay dos reflexiones muy claras para encarar las disyuntivas abiertas respecto al papel actual de la monarquía.

1 - Los últimos hechos acaecidos entorno al Rey son poco más que una excusa para el enésimo capítulo del enfrentamiento entre federalistas y no federalistas. Quien ha quemado una foto del monarca tiene inquietudes independentistas, y no ha actúado de esa forma porque le preocupe que en España no haya un régimen republicano. El Rey representa la Unidad de España y, como tal, es objeto de todo aquel que, habiendo nacido en él, discuta su pertenencia al Estado Español. Es posible que lo que está pasando abra la vía de discutir sobre si la Monarquía Parlamentaria es el sistema de gobierno idóneo para España, pero no hay que quedarse ahí. No creo que una gamberrada tan banal como la quema de un retrato (que, para colmo, va contra la Ley) sea el mejor modo para encarar un debate acerca de la estructura de la Nación. El nacionalismo más extremo no para de decepcionar con sus formas, y es ahí donde su necesario discurso se debilita. Alguien debería plantear que la vía política seguirá abierta mientras exista el régimen democrático. En la presente legislatura, sin ir más lejos, se han hecho avances; pequeños, pero avances. Los caminos deben seguir siendo lentos y poco románticos, pero nuestra habilidad para retomar el sendero de la crispación genera un repertorio de codazos, gritos y mordiscos en el que todos luchan por tomar posiciones al precio que sea. Para muestra, un botón. Ver a un tipo tan interesante como Anasagasti despachándose con sus recientes declaraciones no es plato de fácil digestión.

2 - En caso de plantearse la continuidad o no de la Corona, hay que partir de unas premisas. La definición de la Monarquía Parlamentaria debería proporcionar las suficientes armas para limitar el poder de la Corona y asegurar la relevancia del pueblo en la toma de decisiones del Estado. Dicho esto, es evidente que, para que la Monarquía sobreviva sin incomodar ni levantar suspicacias, debe haber una inversión urgente en transparencia y modernización. Es elocuente que todos sepamos quien hizo el vestido de boda de Leticia Ortiz, pero aún estamos por conocer qué pensaba el Rey ante la inoportuna participación de España en la Invasión de Irak.

Es realmente difícil ponderar la importancia de la Corona, de cara a medir la conveniencia de su coste. No sé si su labor diplomática tiene un peso real en las relaciones españolas con el resto del Mundo, ni tampoco si su aparente alejamiento de la política beneficia al país. Tampoco me atrevo a afirmar que una República sería un sistema de gobierno más eficiente. Hoy por hoy, la Corona, dada su escasa relevancia, ofrece aspecto de caro capricho. El oscurantismo que la rodea en todo aquello que no sea su vida social es difícil de asimilar para un gran número de demócratas. Dadas las circunstancias, es oportuno que haya un debate sobre su razón de ser, pero siempre y cuando ese debate se rija a unas formas determinadas. Bastante tenemos en este país como para usar la estrategia más cutre y banal a la hora de discutir a las Instituciones. Uno prefiere la sensatez, o la ironía (la portada de "El Jueves" podía resultar algo ofensiva, pero su trasfondo era de una brillantez y un oportunismo incuestionable), pero en este "campechano" país son virtudes que brillan por su ausencia.

Ángel.

NYC

N.Y.C. son las siglas de New York City, un inmenso collage de culturas, contrastes, esencias y sueños rotos, cumplidos y por cumplir. Ha sido mi casa durante seis días, y sólo por haber hecho de candelabro en un pasillo tan negro como la noche cerrada, escribiré un diario de tantas páginas como jornadas pasé en su regazo. Desde hoy, y para siempre, seis son los mundos que forman la ciudad de Nueva York. Brooklyn, Queens, Staten Island, Bronx, Manhattan y, cómo no, el rincón que siempre ocupará en mi corazón.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Para mi Abuela

Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,
pra min y en min mesma moras,
nin me dexarás ti nunca,
sombra que sempre me asombras

Negra Sombra. (de "Follas Novas"). Rosalía de Castro.




Descansa en Paz..
Y sigue tapándome por las noches.

Ángel.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Holofonías - El Universo del Sonido Tridimensional

La realidad virtual se asocia, por tradición, al sentido de la vista. Introducirse en universos paralelos en los que, merced a la tecnología, nos sentimos dentro de un entorno artificial, dejó de ser imposible y comenzó a proporcionarle a la gente posibilidades de percepción y experimentación realmente estimulantes.

Hace relativamente poco, el concepto de Holofonía (símil de la holografía en el campo de las imágenes) surgió para ampliar la dimensión de la realidad virtual, y llevarla al terreno del sonido. De la Web "pixelydixel.com", os dejo el siguiente texto, en el que se explica de una forma bastante precisa el proceso utiizado para dicha técnica,

"Desarrollado en los 80 por el argentino Hugo Zuccarelli, el sonido holofónico es un sistema de grabación que utiliza una técnica de exposición múltiple: se produce mediante la grabación del patrón de interferencia generado cuando el sonido original grabado se combina con una señal digital de referencia inaudible. Y es un sistema pensado para sólo dos altavoces. El sonido generado es de un realismo tal que algunas personas dicen haber olido a fósforo al escuchar el sonido de una cerilla encendiéndose.
Lo mejor es que lo compruebes tu mismo escuchando
este sonido (mejor si lo haces con auriculares, y si cierras los ojos).
Aunque la información en Internet es confusa, parece ser que el descubrimiento de Zucarelli, fue también desarrollado (y patentado) por
Umberto Gabrielle Maggi, que junto a su hermano Maurizio, crearon en 1983 el “holophone”: un micrófono especial que era capaz de producir sonidos en tres dimensiones. El primer álbum grabado con esta técnica fue el “Final Cut” de Pink Floyd (en el que Maurizio Maggi era el ingeniero de sonido)."

Resumidamente, podemos establecer una definición de holofonía como aquella técnica en la que se establece un entorno de realidad virtual en el que el cerebro es capaz de reconocer de dónde procede la fuente de cada sonido. A continuación, para que lo podáis experimentar vosotros mismos, os dejaré un enlace donde podéis acceder a una de las holofonías más extendidas de la red. En ella, somos transportados a una peluquería virtual donde podremos disfrutar (usando auriculares y cerrando los ojos) de las maravillas de esta innovadora técnica.

¿Revolucionará esta técnica, algún día, el mundo audiovisual? El tiempo lo dirá. De momento, disfrutemos del aperitivo..



viernes, 14 de septiembre de 2007

Venceréis, pero no convenceréis

"Miguel de Unamuno, sumo sacerdote de la generación del 98, siguió un camino diferente. Como rector de la universidad de Salamanca, al empezar la guerra civil se había encontrado en territorio nacionalista. La República le había desilusionado, había admirado a algunos de los jóvenes falangistas, y dio dinero para el alzamiento. Todavía el 15 de septiembre apoyaba al movimiento nacionalista. Pero el 12 de octubre de 1936 había cambiado de opinión. Estaba, como dijo más tarde, “aterrado por el cariz que estaba tomando aquella guerra civil, realmente horrible, debida a una enfermedad mental colectiva, a una epidemia de locura, con un sustrato patológico”. En aquella fecha, aniversario del descubrimiento de América por Colón, en el que se conmemoraba la “Fiesta de la Raza”, se celebró una ceremonia en el paraninfo de la universidad de Salamanca. Allí estaban presentes el doctor Pla y Deniel, obispo de Salamanca, y el general Millán Astray, el fundador de la legión extranjera, que por entonces era un asesor importante, aunque oficioso, de Franco. Su parche negro en un ojo, su único brazo y sus dedos mutilados lo convertían en un héroe del momento. Presidía el acto Unamuno, el rector de la universidad.

La ceremonia tenía lugar a un centenar de metros del cuartel general de Franco, instalado desde hacía poco tiempo en el palacio del obispo de Salamanca, por propia invitación del prelado. Después de las formalidades iniciales, vinieron los discursos del dominico Vicente Beltrán de Heredia y del escritor monárquico José María Pemán. Ambos discursos fueron muy apasionados. También lo fue el del profesor Francisco Maldonado, que atacó violentamente al nacionalismo catalán y al vasco, describiéndolos como “cánceres en el cuerpo de la nación”. El fascismo, el “sanador” de España, sabría cómo exterminarlos, “cortando en la carne viva como un cirujano resuelto, libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo de la sala alguien gritó el lema de la legión extranjera: “¡Viva la muerte!”. Millán Astray dio a continuación los gritos excitadores de multitudes que ahora eran ya habituales: “¡España!”, gritó. Automáticamente, una serie de personas gritaron: “¡Una!” “¡España!”, volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, contestó el auditorio. Y al grito final de “¡España!” de Millán Astray, sus seguidores respondieron: “¡Libre!”. Varios falangistas, con sus camisas azules, hicieron el saludo fascista ante la fotografía sepia de Franco que colgaba de la pared sobre el estrado.


Todos los ojos se volvieron hacia Unamuno, cuya antipatía a Millán Astray era conocida, y que, al levantarse para cerrar el acto, dijo: “Estáis esperando a mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso, por llamarlo de algún modo, del profesor Maldonado. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo –y aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que estaba sentado a su lado–, lo quiero o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona”.

Hizo una pausa. Se produjo un silencio cargado de temores. Nunca se había pronunciado un discurso como aquel en la España nacionalista. ¿Qué diría el rector a continuación? “Pero ahora –continuó Unamuno– acabo de oír el necrófilo e insensato grito: “¡viva la muerte!” Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero, desgraciadamente, en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán Astray pueda dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor”.
En ese momento, Millán Astray ya no pudo contenerse por más tiempo. “¡Mueran los intelectuales! –gritó–. ¡Viva la muerte!” Este grito fue coreado por los falangistas, con el que el militar que era Millán Astray tenía, en realidad, muy poco en común. “¡Abajo los falsos intelectuales! ¡Traidores!”, gritó José María Pemán, deseoso de limar las aristas del frente nacionalista. Pero Unamuno continuó: “Éste es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”.

Siguió una larga pausa. Algunos de los legionarios que rodeaban a Millán Astray iniciaron un amenazador movimiento de aproximación al estrado. El guardia personal de Millán Astray apuntó a Unamuno con su ametralladora. La mujer de Franco, doña Carmen, se acercó a Unamuno y Millán Astray y pidió al recto que le diera el brazo. Él se lo dio y los dos salieron juntos, lentamente. Pero ésta fue la última vez que Unamuno habló en público. Aquella noche, Unamuno fue al casino de Salamanca, del que era presidente. Cuando los miembros del casino, algo intimidados por estos acontecimientos, vieron la venerable figura del rector subiendo las escaleras, algunos gritaron: “¡Fuera! ¡Es un rojo y no un español! ¡Rojo, traidor!” Unamuno entró y se sentó. Un tal Tomás Marcos Escribano le dijo: “No debería haber venido, don Miguel, nosotros lamentamos lo ocurrido hoy en la universidad, pero, de todos modos, no debería haber venido”. Unamuno se marchó, acompañado de su hijo, entre gritos de “¡traidor!” El único que salió con ellos fue un escritor de segundo orden, Mariano de Santiago.
A partir de entonces, el rector ya no salió casi nunca de su casa, y la guardia armada que le acompañaba tal vez era necesaria para garantizar su seguridad. La junta de la universidad “pidió” y obtuvo su dimisión del cargo de rector. Murió con el corazón roto de pena el último día de 1936. La tragedia de sus últimos meses fue una expresión natural de la tragedia de España, donde la cultura, la elocuencia y la creatividad estaban siendo reemplazadas por el militarismo, la propaganda y la muerte."
________________________________________________
Extracto de la obra "La Guerra Civil Española", de Hugh Tomas.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La Huída de la Moderación

España, paraíso actual de la diversidad política, alberga en nuestros días tal enfrentamiento ideológico que los moderados, ante la falta de espacios comunes en los que encontrarse, pueden ser tentados por la rendición. La España actual ofrece a nacionalistas y centralistas enzarzados en una durísima disputa que, por desgracia, penetra en cuestiones morales con demasiada frecuencia. Ya no es noticia que se use a las víctimas del terrorismo, o de la Guerra Civil. Imaginemos lo que se puede hacer con las diferencias de pensamiento, la interpretación de la Constitución, o la propia naturaleza del país.

España, federal por naturaleza, y unida por tradición, ha desarrollado en su interior demasiadas interpretaciones y definiciones como para seguir apoyando la utopía del pensamiento único. El extremo de esta corriente, fallida pero con una presencia inapelable entre los ciudadanos, acaba en el menosprecio por quienes tienen otra forma de entender este país. Sin entrar en el debate de si fue antes el huevo o la gallina, cabe preguntarse cómo esta oda a la intolerancia pasa desapercibida a la hora de buscar los orígenes de las actuales discrepancias.

Catalunya y Euskadi, exponentes claros del nacionalismo, han dado cabida, en sus adentros, una creciente alienación ante su pertenencia al Estado Español. El proceso ha tenido muchos cambios de intensidad, pero sería ingenuo no relacionarlos al Régimen Gubernamental del momento. Así, las chispas independentistas han ardido con más fuerza cuanto más estricto y cerrado se ha mostrado el Gobierno Central. El PP, en su última legislatura en el Gobierno, sumó a su extendido debe la revitalización de las semillas extremistas en dichas Comunidades. Lo que debería ser un nacionalismo sensato, constructivo e inspirado derivó en un movimiento con un claro componente rebelde que marcó todavía más las diferencias existentes entre las dos corrientes de pensamiento.

España encaró las últimas Elecciones Generales ante un panorama ciertamente desalentador. Diferencias cada vez más abiertas, desaparición del tono conciliador, incremento de la crispación y muchos, muchos fantasmas que exorcizar eran protagonistas indiscutibles de la actualidad política. La presencia de un mediador, y el rescate de aquellos políticos capaces de ponerse en medio y tender la mano hacia ambos bandos se hacía indispensable. Más en un país en el que ETA siempre está presente, ya sea como ejecutor del pensamiento radical o como amenaza latente. Llegó Zapatero y, con él, el famoso talante.

Zapatero buscó el consenso, y no lo encontró. Demasiadas ambiciones y demasiada prisa. El caso es que todo el mundo aparecía con la mano abierta, y pocas ganas de ceder terreno. El nacionalismo vio la puerta abierta y, en lugar de asomarse, quiso tirarla abajo. La derecha, por su parte, fue consecuente con sus ideas y se arrancó la mano izquierda, usada históricamente para negociar. El papel de políticos como Mas e Imaz mantuvo el equilibrio, pero las disensiones dentro del propio PSOE, el enésimo enquistamiento del proceso de paz, y el nulo avance dentro de la política territorial del país, ha dejado el intento de Zapatero en eso, un "buen intento".

La falta de soluciones, y la ambigüedad del Gobierno han inquietado a las facciones más radicales. ETA ha vuelto y, con ella, la oda a la movilización y la batalla. Al PP le ha faltado a tiempo para llamar a filas. Resistencia y firmeza. Comienza el ciclo y, con él, la desesperanza de aquellos que soñaban con el consenso, y con un apretón de manos como final del episodio. Imaz, magnífico exponente del nacionalismo moderado, y hombre clave para la lucha por el proceso de paz, abandona el PNV dejando un vacío tan lamentable como peligroso. No es momento para volver a las trincheras, con nacionalistas y centralistas lanzándose dardos envenenados. España necesita políticos moderados, rastreadores de espacios comunes, y compromiso en la búsqueda del entendimiento. Si son necesarios cien años, que lo sean, pero nada bueno hace presagiar que la moderación, experta en oler peligro, haya echado a correr.

Ángel.

martes, 11 de septiembre de 2007

Las Dos Caras de Iwo Jima

La Isla de Iwo Jima pasó a la historia como uno de los dramáticos iconos que dejó tras de sí la Segunda Guerra Mundial. Americanos y japoneses libraron una batalla que se saldó con la victoria de los primeros, pero con un saldo de bajas que superó los 20.000 efectivos en ambas filas. Tan señalado episodio sirvió a Clint Eastwood para trasladar a la gran pantalla el enésimo acercamiento del cine americano al papel de los suyos en tan cruenta guerra.

Eastwood opta por el ambicioso ejercicio de presentar un episodio bélico bajo dos prismas totalmente diferentes. Comparándola con referentes más o menos cercanos, podemos decir que su propuesta se aleja de la poesía de Malick, la espectacularidad de Spielberg, o el patriotismo de Michael Bay. A diferencia de ellos, Eastwood apuesta por una estructura bicéfala, elaborando dos películas que acaban golpeando la propaganda americana y redimiendo al eterno enemigo.


Banderas de Nuestros Padres

En este primer episodio, el punto de partida es una de las fotos que sobrevivieron el fin de la Segunda Guerra Mundial. La instantánea muestra a un pequeño grupo de soldados plantando una bandera estadounidense sobre el monte Suribachi, instantes después de haber escalado hasta la cima del corazón de la Isla de Iwo Jima. Alrededor de este momento, Eastwood construye una incisiva crítica hacia la utilización populista y moral de la propaganda bélica, que concluye, como no podía ser de otro modo, con la transición de los héroes aparecidos en la batalla hacia seres tan olvidados como los propios caídos.

Más que en el sinsentido de la violencia, el director de San Francisco se centra en el clima político que envolvió a Estados Unidos ante lo que se anunciaba como el ocaso de la Guerra. Así, la cámara de Eastwood enlaza con el presente y muestra un país con imperante necesidad de seguir financiando sus campañas militares. Para ello, todo vale. Desde pasear a sus ¿héroes? por todo el país hasta mentir sobre la naturaleza del icono utilizado. El objeto es crear referentes, expandir el patriotismo y, cómo no, conseguir dinero.

Tildando el film de básicamente político, no vamos a decir que la mirada de Clint Eastwood rehuya la batalla. Obviamente, en el film hay sitio para recrear, de una manera más eficaz que deslumbrante, la invasión de la Isla. No faltan los estereotipos. Ni en la lucha ni en la propaganda. Desde el valiente sargento incapaz de abandonar a los suyos, que encarna Barry Pepper, hasta el soldado indio Ira Hayes, que desafía el heroicismo del que le quieren rodear los suyos bebiendo y llorando, para tratar de curar, en vano, la profunda cicatriz de la Guerra.

Algo apagado, a medio camino entre el desangelo y la contención, pero sin evitar ciertos tics propios de estas películas, Banderas de Nuestros Padres funciona como elemento de denuncia, pero acaba, mal que nos pese, como un nuevo intento del cine americano por presentar disculpas al resto del Mundo.


Cartas desde Iwo Jima

Distinto en su concepción a Banderas de Nuestros Padres, el enfoque del episodio de Iwo Jima desde el lado japonés se erige en un valiente (que no temerario) intento por parte de Eastwood de rescatar los cautivadores códigos de honor del Imperio del Sol Naciente. El retrato del coronel Kuribayashi, sin ir más lejos, podría pasar (sin el filtro adecuado) por un documento firmado por un artista nacido en Japón.

El contraste que se produce entre este film y su hermano gemelo produce transiciones tan estimulantes como la de los soldados japoneses. Quienes se esconden como lobos hambrientos en Banderas de Nuestros Padres, sin mostrar su rostro a la cámara, son retratados en cuerpo y alma en un apostólico acto de redención. Lejos de quedarse en retratista, Eastwood usa su cámara para penetrar en códigos inquebrantables, tan lejanos y difíciles como hipnóticos para la cultura occidental. Tal vez se trate de un ejercicio pretencioso, pero el director sabe donde pisar el freno. Penetra hasta donde puede, y es por ello que la corrección y solidez (porque si algo es esta película es impecable) del film jamás corre peligro.

Cartas desde Iwo Jima avanza desde los contrastes. Los hay en las filas propias y las enemigas. Las primeras, por ejemplo, muestran el choque entre aquellos que han bebido de otras culturas, y que son capaces de ejecutar un plan militar que convierte la victoria americana en un premio pagado a muy alto precio; y los integristas de la Corona, siempre incapaces de negarse a una muerte digna si con ello salvaguardan su honor. Japón sabía que caería, pero vendió muy cara su derrota. Resistieron tanto, que alguien acabó dando el "Ok" a las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Las diferencias hayadas hacen pensar que Eastwood no busca héroes, ni siquiera villanos entre los combatientes, pero sí dejar claro que en un batallón, como en cualquier parte, hay de todo. Baste comparar la muerte de Shimizu y el perdón recibido por Saigo, en sendos encuentros entre ellos y las tropas americanas.

Sería arriesgado tildar a esta película de homenaje. En definitiva es, simplemente, la otra cara de una moneda que Eastwood ha querido acuñar entera y mostrarla así al mundo. Ambas películas cumplen con lo previsto. Resaltan las aristas de los distintos Gobiernos mientras buscan dibujar un digno final para quienes cayeron en tan lejana y cruda batalla. Son tantos los films que ha dado la Segunda Guerra Mundial que cuesta ser agradecido con las nuevas entregas. Tal vez la lógica de estas películas sea distinta y haya que pensar, simplemente, que hay voces en América que aún creen necesario seguir pidiendo perdón.


Ángel

lunes, 10 de septiembre de 2007

Iguales ante la Muerte

"HAMLET : ¿Es que este hombre no tiene sentido de su oficio, que cava tumbas cantando?

HORACIO : Con la costumbre se vuelve una cuestión de indiferencia.

HAMLET : Cierto. La mano que poco labra tiene el sentido más fino.

ENTERRADOR [canta]
Mas con sigilo la vejez ha hecho presa en mí y me transporta a la región como al que no ha gozado así.(Arroja una calavera.)


HAMLET : Esa calavera tenía lengua y podía cantar. Este bribón la estrella contra el suelo como si fuera la quijada de Caín, que cometió el primer crimen. Tal vez fuese la cabeza de un político, ahora avasallado por un asno, capaz de engañar a Dios, ¿no crees?

HORACIO : Tal vez, señor.

HAMLET : O la de un cortesano, que diría: «Buenos días, mi señor. ¿Cómo estáis, mi buen señor?» Sería el señor don Tal, que elogiaba el caballo del señor don Cual cuando pensaba pedírselo, ¿verdad?

HORACIO : Sí, mi señor.

HAMLET : Pues claro, y ahora es de don Gusano, sin mandíbulas y con la crisma sacudida por el sepulturero. Bonita transmutación, si supiéramos verla. ¿Tan fácil ha sido crear estos huesos que ahora sólo sirven para jugar a los bolos? Los míos me duelen de pensarlo.

ENTERRADOR [canta]
Un pico y una pala, pal,envuelto en un sudario, y un hoyo para huésped talserá lo necesario.[Arroja otra calavera.]


HAMLET : Otra más. ¿No podría ser la de un abogado? ¿Dónde están ahora sus argucias, sus distingos, sus pleitos, sus títulos, sus mañas? ¿Cómo deja que este bruto le sacuda el cráneo con una pala sucia sin denunciarle por agresión? ¡Mmm ... ! Tal vez fuese en vida un gran comprador de tierras, con sus gravámenes, conocimientos, transmisiones, fianzas dobles, demandas. ¿Transmitió sus transmisiones y demandó sus demandas para acabar con esta tierra en la cabeza? ¿Le negarán garantía sus garantes, aun siendo dos, para una compra que no excede el tamaño de un contrato? Todas sus escrituras apenas caben en este hueco. ¿No tiene derecho a más el hacendado?"
__________________________________
Hamlet, William Shakespeare. Acto nº5


Feliz Cumpleaños

Un año más..

Pasas delante de un espejo, y ahí estás tu. Sin peinar ni afeitar. Mostrándole al mundo tus pocas ganas de sonreir. Dudando hasta de si te has cambiado los calzoncillos. Camiseta blanca, pantalones azules y zapatillas rojas. Es la sección de cuerda de una orquesta de dudosa afinación. Te ves desaliñado, griposo y sin restos de bronceado. El Sol, como la cara de la moneda, puede esperar.

Por suerte, el espejo era difuso, y llegarás a casa sin recordar lo que has visto.

PD. Feliz Cumpleaños.

sábado, 8 de septiembre de 2007

Death Proof


Fetichismo

Tarantino es fetichista. No se entendería Death Proof sin imaginar a su director devorando, sin parar, imposibles persecuciones entre diablos de la carretera. De hecho, no se puede concebir la filmografía de este curioso personaje sin una pasión desmedida por el cine.

No es casualidad que Tarantino otorgue uno de los personajes a una especialista en escenas de riesgo como Zoe Bell (doble, entre otras, de Uma Thurman en Kill Bill), ofreciendo una oportunidad a uno de esos rostros que siempre son ignorados por el objetivo de la cámara. Tampoco lo es que la fotografía de la película ofrezca contrastes tan evidentes como la mala calidad de las primeras bobinas, el blanco y negro, o la incursión final en el Technicolor. Todo forma parte del rescate de la esencia de un tipo de cine que, según Tarantino, no debería haber desaparecido jamás. Esa era la naturaleza del Proyecto Grindhouse, el imposible intento de Tarantino y Robert Rodríguez por sacar del olvido las dobles sesiones de cine que, escondidas bajo el velo del cine cutre y de bajo presupuesto, ofreció memorables tardes de diversión sin remilgos.

Aspectos como los ya comentados habrían convertido a Death Proof en un sugerente homenaje al cine del cual bebe. A pesar de ello, la presencia de Tarantino la convierte en una obra en sí misma.


Riesgo

Tarantino arriesga. Hay quienes le acusan de hacer siempre lo mismo. Hay quienes le tachan de acomodaticio. Hay quien le reprocha que su cine no aporta nada. Algunos incluso dicen que no habla de nada. Sin entrar a fondo en dichas valoraciones, que para nada comparto, Death Proof representa, en mi opinión, el retal de un proyecto en sí mismo que trata de rescatar muchas de las esencias más primitivas del cine, en uno de los momentos más pedantes y mediocres que el séptimo arte haya vivido.

El personaje de Kurt Russell es el enésimo fracasado con sangre de venganza que filma la cámara de Tarantino. En esta ocasión, y por razones que más vale la pena no imaginar, su medicina, es perseguir a chicas jóvenes a los mandos de su viejo y aterrador vehículo. Su enfrentamiento con el género femenino constituye una nueva muestra de elementos cada vez más comunes en las películas del director de Tennessee. Las mujeres de Tarantino son malhabladas, duras, promiscuas y vengativas. Es evidente que, al cruzarlas con el género masculino, las convierte en ganadoras. La venganza de Russell toma forma de disparo aniquilador. La de Rosario Dawson y sus amigas, de intensa y prolongada degustación.

Otro aspecto a resaltar es la contundencia y fiereza de las imágenes. Prescindir de elementos digitales ha llevado a Tarantino a presentar sus persecuciones con toda la fuerza y violencia que es capaz de captar una cámara. Death Proof no tendría sentido con un ordenador haciendo el trabajo. Death Proof debía tener coches, especialistas, mala leche y un director con un par de narices.

Death Proof es, pues, una de las opciones más recomendables que presenta la cartelera actual. Rescata la esencia de un género olvidado, bajo el inconfundible sello de Tarantino. Diálogos eternos llenos de brillantez, violencia, carga sexual, y mucho, muchísimo talento.

Ángel


Otoño

Unas gotas de agua salpican la ventana. ¿Dónde está el sol que últimamente me despertaba? Algo ha cambiado. El vendedor de helados ha dejado su puesto a la castañera. El abuelo de la camisa desabrochada ha cogido su vieja chaqueta de pana. La pareja que se perseguía por el rompeolas pasea tranquilamente cogida de la mano. El niño que nadaba en la piscina ha bajado al garaje a recuperar su balón. Mi madre saca cajas de encima del armario. Es la ropa de invierno. Será que el armario pide revisión de contenidos, como la televisión. Las palomas toman el testigo de las gaviotas. Las lágrimas el de las risas. El azul cielo deja paso al marrón, al ocre y al gris. Los nostálgicos vuelven a la calle, algunos con cámara de fotos. Los rostros de la gente vuelven a tener algo que decir. Las mantas piden su turno. Quieren cubrir los cuerpos desnudos. Las canciones también lo hacen. Quieren cubrir las almas desnudas. ¿Será que la locura del verano ha dado paso al amor?

Los turistas se apuntan a la moda del cóndor y el tigre. Ya son especies en peligro de extinción. Los paraguas vuelven a ser negocio. ¿Se llevarán este año las capuchas? El despertador se hace fuerte, ahora que se está mejor entre sábanas. El álbum de fotos pide ser revisado. El hombre que pone las calles ha vuelto a madrugar. El parque se vacía para llenar el colegio. ¿Servirán los cuentos para adornar este mundo? Los zapatos se adueñan de la calle, pidiendo el fin de las sandalias. El granizado se evapora entre el humo del té recién hecho. ¡Hay que cambiar la carta, señor camarero! Se apagan las luces. La noche vuelve a tener sentido. Vuelve la calma, el silencio, la eterna espera de la lluvia esperando a ser derramada. Vuelve el viento transportando mensajes a lo largo del mar, sobretodo para quien quiera escucharlos. Acaba el día, y el sol añade rojo a su despedida. Será que quiere pintar el cielo para que brille más la luna.

Cambios y más cambios. Es la magia de las estaciones, aunque hay cosas que no permutan. La gente sigue agolpada ante el pozo de los deseos. Cualquier época del año sirve para soñar. Siguen puntuales en la iglesia. Sólo un siglo de retraso. Sigue llorando el bebé del quinto. Ahora tiene frío, antes calor. ¿Será que lo que le pasa es que está hambriento? Sigue el maquillaje sin sentido. Qué escasa es la gama de colores. Siguen ladrando los perros. ¿Cuándo cerrarán la perrera? Sigue el anciano poeta buscando su inspiración. Siguen los espejos caprichosos, desvirtuando la realidad. Y en algún sitio, escondidos, siguen Romeo y Julieta luchando juntos por su amor.

Oigo un castillo de fuegos. Hay fiesta en el pueblo, con sabor a despedida. El verano se aleja como un velero por el mar, y se agolpan los aldeanos saludando con la mano. Las mujeres van de luto, mas no es un adiós. Es un beso, un llanto, una sonrisa. Es un eterno recuerdo que nadie olvidará. Es un cambio. Un “dejo a mi hermano en mi ausencia, pero volveré”. Bienvenido sea el otoño. Buen viaje, querido verano.

Angel (26/10/2004)