lunes, 31 de diciembre de 2007

2007,5

Aún amarga en mis labios la hiel de 2007, mientras veo acercarse a 2008. Se le vé radiante y seductor. Me enseña su hombro desnudo. Me abre sus sábanas. Quiere atraparme. Quiere que baje la guardia. Quiere hacerme creer que no es veneno lo que sabe dulce; que hay Paraíso en este mundo; que hay un sitio para mí.

Me despido. Te despido. Nunca te olvidaré.

Ángel (I/I/MMVII,V)

domingo, 30 de diciembre de 2007

La dramática derrota del PVI

Corría el año 1993, y contaba yo con la tierna edad de 11 años. A una tal Isabel, tutora de la clase, se le ocurrió la brillante idea de teatralizar un proceso electoral, y convertir el colegio en algo así como un Estado Independiente en busca de presidente. Sexto de EGB debía presentar tres candidaturas para que los alumnos de séptimo y octavo adoptasen el rol de electorado y votasen. Por suerte o por desgracia, mis queridos compañeros quisieron que yo encabezara una de las listas.

Del proceso pre-electoral, surgieron tres partidos, que deberían disputarse la presidencia: El PPE (Partido Popular de los Estudiantes), el PPAM (Partido Popular de la Academia Mistral), y el PVI (Partido de las Vacaciones Indefinidas). Yo representaba a este último. La campaña se inició empapelando el colegio con fotos y slogans de los candidatos. Se luchaba por cada centímetro de pared con uñas y dientes. Una gran foto, o diez pequeñas. El impacto era esencial. Yo no recuerdo mi foto. Ni pretendo recordarla, si quieren que les sea sincero.

Como en todo proceso electoral que se precie, pronto se inició una brutal guerra subterránea por la caza de votos. El PVI jugó demasiado limpio. Los míos debieron advertir que en el PPE estaban los más pillos de la clase. Mientras nosotros trabajábamos el discurso, ofreciendo vacaciones indefinidas y remuneradas para estudiantes y profesores, el PPE se dedicaba a otros menesteres. Uno de sus componentes dedicó una tarde a regalar pulseras entre el potencial electorado. Todo, acompañado de un "Espero tu voto". 11 añitos, y ya con esas. Corrupción infantil. ¡Qué vergüenza!

Uno de los grandes momentos llegó con el discurso electoral. Nosotros lo llevábamos preparado. Era implacable, perfecto. "Si ganamos, sólo habrá vacaciones". Evitamos la guerra subterránea, y fuimos a lo directo. Al oído, al paladar, al corazón, si me apuran. Presentamos nuestra propuesta clase por clase, incidiendo en cada palabra, en cada matiz. Todo acompañado de un inigualable despliegue audivisual. Cartel de 3 metros de largo por 2 de alto, con el slogan "VOTA PVI. TU FUTURO". De fondo, sonando una canción maravillosa, cercana. "Si te quieres divertir, vota al PVI.." ¿Cómo íbamos a perder? Asistimos al discurso de los otros, y no había comparación. Las representantes del PPAM sufrían un ataque de risa en cada clase que pisaban. El PPE siguió haciendo regalos. Ambos carecían de discurso. Rellenaron sus intervenciones con fuegos artificiales, porque la guerra de la palabra la tenían más que perdida.

Sin lugar a dudas, el PVI era, por aclamación, el partido que más estaba haciendo por ganar. Se le veía serio, intenso y cautivador. No obstante, para ganar hacía falta algo más. Al acercarse la fecha de la votación, la corrupción fue en aumento. Confesaría haber cedido algún puesto en la cola para beber agua en la fuente a cambio de obtener votos, pero no lo haré. No sin pruebas. El PPE pasó a lo serio, subió un pistón y, la jornada anterior al Día D, se puso a regalar helados a la salida del colegio. Las 5 de la tarde. Los chavales salen encantados. A casa degustando un polo. Estos merecen el voto. Llegó el día, y triunfó el PPE. Carecían de discurso. Populismo barato. Atropello. Se confirmó el drama. Perdimos. Fuimos segundos. Fue injusto. La gente se dejó comprar y sobornar, y tiró a la basura el gozo de un ocio perpetuo. Un helado por unas vacaciones. Arrancamos los carteles de las paredes, en silencio. 2000 pesetas en dulces y habríamos ganado las elecciones. ¡Maldita sea!

Moraleja : Si quieren presentarse a unas elecciones, olvídense de lo que es mejor para el pueblo. Sobornen, y ganarán.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Econópolis (parte III) - Cuestión de Poderes

"Se denomina apoderado, en Derecho, a la persona que tiene la capacidad jurídica para actuar en nombre y por cuenta de otra."

Permítanme contarles una historia. Un 20 de octubre, Oswaldo fue a pedir un préstamo a su entidad bancaria, donde ya tenía una hipoteca de 260.000 €. Necesitaba hacer reformas en casa y, al no disponer de liquidez, se veía obligado a endeudarse más de lo que ya estaba. El empleado del banco, siguiendo la operativa habitual, realizó una consulta al Banco de España para ratificar que la única deuda que soportaba el cliente era su hipoteca. Obtuvo respuesta al día siguiente. Oswaldo no tenía una hipoteca. Tenía dos. Y no estaba endeudado por 260.000, sino por más de 500.000 €.

Voy a explicarles lo que pasó. Es enrevesado, pero acaba resultando fácil de entender. Cuando Oswaldo tomó la difícil decisión de comprar un piso, acudió a una inmobiliaria para acceder al mercado. Tras un tiempo de búsqueda, encontró uno que, por características y precio, se adaptaba a lo que estaba buscando. La inmobiliaria, siempre diligente, puso a disposición de Oswaldo su propia financiera, con objeto de buscar un banco y encontrarle una "magnífica hipoteca". De forma inmediata, nuestro amigo presentó su documentación (contrato de trabajo, nóminas..) al comercial de la financiera, quien se puso a trabajar enseguida, moviendo el papeleo por diferentes entidades. Al final, una le dio el sí. "Nosotros se la damos, pero..."

Necesitamos que en la operación entre MÁS GENTE. Él, junto a su esposa, no puede hacerse cargo de la cuota a pagar cada mes, pero si conseguimos que haya más gente apoyándole en la operación, PUEDE HACERSE.

Cuando hablamos de financieras, nos vemos obligados a introducir un pequeño concepto, del que ya hablaremos en próximas entregas de Econópolis, pero que no deja de ser importante para entender lo que van a leer aquí. La firma de una operación hipotecaria proporciona al empleado de la financiera (o Broker) un generoso pellizco. Al ejercer como intermediario, y buscar un banco, es comprensible pensar que sea uno de los primeros en extender la mano. Podemos hablar, perfectamente, de una comisión que ronde los 6.000 €. ¿Moraleja? El Broker es, con diferencia, el primer interesado en que la operación PUEDA HACERSE.

Un par de días después, Oswaldo se reunió con el empleado de la financiera para saber cómo estaba la operación. Éste se lo puso fácil. "Búscate un amigo o un familiar que te ayude. Pídele la misma documentación que te pedí a tí, y en un par de semanas tienes piso" Oswaldo salió feliz de la reunión. Cogió el teléfono, llamó a su hermano Alfredo, y éste, que (casualmente) también estaba en proceso de comprar un piso, accedió al momento a echarle una mano.

Con toda la documentación en su poder, el empleado de la financiera acudió al banco, y obtuvo el sí. Había que tasar el piso y, si todo salía bien, la operación podía firmarse en una semana. Llegó la firma y, dado que Alfredo no podía acudir, se hizo un poder ante notario a favor de Oswaldo para que éste pudiera firmar por él. "Firme aquí.. y aquí". En la notaría, todo va muy rápido. Se trata de eso, de ir muy rápido. Nadie se entera de nada, nadie escucha. Sólo hay un sonido de fondo, que es la voz del notario, y un piso en el horizonte. Al final, todos contentos. Uno con el piso, otro con el cheque, y nuestro Broker con su comisión.

Ésta es la historia tal y como la conocía Oswaldo antes del 20 de octubre. ¿De dónde salía la otra hipoteca? ¿Se lo imaginan?

Al enterarse que Alfredo estaba buscando piso, el empleado de la financiera vio la oportunidad de hacer un 2x1. Debía hacer un movimiento rápido, pero si le salía, el pellizco sería doble. Una reunión con Alfredo le bastó para ponerlo todo en marcha. "Yo tengo tu documentación, la de tu mujer, pero también la de tu hermano y tu cuñada, que ya tienen aprobada la hipoteca. Si nos movemos rápido, podemos usarla para que te den a tí la tuya. Será cuestión de hacer exactamente lo que hemos hecho con tu hermano, pero al revés". ¿Qué hizo el Broker?

1 - Cruzó las dos operaciones en un margen de tiempo mínimo. Si el banco que concedía la hipoteca a Oswaldo pedía información al Banco de España sobre éste y su hermano, no encontraría nada, ya que ninguna de las dos operaciones estaba aún firmada. En el caso del banco de Alfredo, estamos en las mismas. Obviamente, de saber lo que estaba ocurriendo, ninguno de los dos bancos habría concedido la hipoteca. El Banco de España tarda unos días en actualizar su base de datos. Si el Broker conseguía salvar ese margen, conseguiría las dos firmas. Lo hizo. Cruel, inmoral pero, permítanme, magistral.

2 - Ocultó la información a Oswaldo, con un sencillo movimiento. "Ya que tu le has hecho a tu hermano un poder para que firme por tí, ¿Por qué no le pides que te devuelva el favor, y te firme un poder a tí para, digamos, apoyarte en un préstamo de 6.000 € para el que tu banco te pide un aval?

Poderes. Qué magnífico recurso. Pregunten en las notarías a qué velocidad se han movido los apoderamientos en el último lustro. Era tan sencillo y goloso, que con una persona podía bastar para representar a tres o cuatro intervinientes. Firmas y más firmas. Como churros. Un poder sirvió para hacer de oro a un pillo, pero también para crearle a Oswaldo un problema de por vida. Se llevó el piso pero, sin saberlo, se metió en otra hipoteca, junto a 3 personas más. Y ojo, que el presunto beneficiado, que es Alfredo, está en la misma situación. La única diferencia es que éste lo supo. Pero se llevó un piso así que, ¿Qué más da?

Volvamos al 21 de octubre. El empleado del banco llamó a Oswaldo, y le dijo lo que había. Su pregunta fue clara. ¿Por qué no me has dicho que tenías otra hipoteca? Oswaldo no se lo podía creer. Él nunca había firmado nada. El empleado insistió. "Piensa Oswaldo, ¿Has firmado algo, creyendo que avalabas a alguien? ¡No! ¿Has hecho algún poder a otra persona? ¡No! ¿Seguro? ¡Seguro! ¡Sólo le hice un poder a mi hermano para un préstamo!" ¡Bingo! Ahí está. Un poder, y encima ilimitado. Lo que se podía hacer y deshacer con ese documento no se lo imaginaba nadie. Imagínense la cara de Oswaldo al enterarse. No se echó a llorar ante el empleado del banco por pura vergüenza. Llamó a su hermano para pedirle explicaciones. Éste lo confirmó todo. Le pidió disculpas, suponemos. ¿El Broker? Bien, gracias. Hace meses que no saben nada de él en la financiera. Diez como la de Oswaldo y ya hizo el año.

Ésta es sólo la punta del iceberg. Conductas como la que acabo de describirles han sido alarmantemente comunes en las operaciones hipotecarias. Y aunque les sorprenda, la que les he expuesto es anecdótica. Las hay peores. Hay gente que tiene un piso y ni lo sabe. Ya les contaré en la cuarta entrega. Dicen que el mercado inmobiliario ha sido inflado. ¿De qué nos extrañamos, si aquí se olió el dinero y nos volvimos todos locos? Hasta el sistema puso medios para la causa. Ahora nos quejamos. Ahora nos preocupamos. Money..





lunes, 24 de diciembre de 2007

FELIZ NAVIDAD

En una época en la que las flechas saben a mazapán, y el escudo huele a cera de velas rojas, recibid un afectuoso saludo de Arquero Urbano.

Felices Fiestas a todos.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Econópolis (parte II)

La bonanza de los tipos de interés trajo consigo, como ya comentamos en el primer episodio de Econópolis, un aumento casi disparatado de las solicitudes de préstamos. Este entorno, aparentemente eufórico, sirvió como caldo de cultivo para lo que, poco tiempo después, derivó en una tensión financiera casi insoportable para muchas familias. Subieron los tipos, subieron las hipotecas, y subieron los quebraderos de cabeza. Ante una situación tan deliciosamente catrastrofista como ésta, el mercado trajo al mesías. ¿Cuánto paga cada mes? ¿Quiere pagar menos? ¿Quiere pagar sólo una cuota? Llegaron las financieras. Credital. Credicual. Crediaquello. Era el año I de la Era de la Refinanciación.

El Préstamo que servía para pagar préstamos

El truco que usaron las financieras para captar clientes fue venderse por cuota a pagar. Si a alguien desesperado por salir de una situación alarmante se le dice que va a pagar SÓLO "X" dinero al mes por solventar (a cortísimo plazo) sus problemas, es más que probable que ni se fije en el interés que se le cobra, ni en el tiempo que va a estar pagando, ni en mil detalles "sin importancia". Le doy 3000 €, a cambio de que me devuelva 100 por mes. ¿Le va bien? ¿Se lo tramito? Luego le explico el resto. El olor de la sangre despierta al buitre. Pronto se inició una doble estrategia. Dividámosla en dos ramas,

A - Préstamo Express.

El grado del apuro condiciona la conducta humana. Ello explica que los créditos rápidos hayan tenido tanta efectividad. Estos préstamos van dirigidos a aquellos que se confiesan ahogados por las deudas (o colgados, por usar un término new age), y ven con buen ojos un recurso que les proporciona una cantidad de dinero (3.000 €, 6.000 €..), en un corto espacio de tiempo(¿Les suena lo de "Aceptamos su solicitud en 24 horas"?), y con una "cómoda" cuota a pagar cada mes. Muchas veces, estos préstamos son usados para pagar deudas pendientes. Tiro del refrán "desvestir un santo para vestir a otro" para ilustrar la situación. Pagamos al que lleva 3 o 4 meses presionando para que cumplamos con lo firmado, y a cambio iniciamos una nueva deuda a la que ya haremos frente cuando podamos. Con otro préstamo, tal vez.

Deberían ser recursos puntuales, pero desgraciadamente no es así. La parte oscura de estos préstamos viene cuando examinamos las condiciones. ¿Ponemos un ejemplo?

Pongamos que alguien necesita 6.000 € de manera urgente. Mientras el tipo de interés, en un préstamo personal, oscila entre un 8 y un 9% de interés, el de un préstamo express va del 16 al 22%. ¿Que implica esto? Entre otras cosas, que, asumiendo una cuota de 150 € mensuales, tardaríamos 4 años en pagar un préstamo, pero este plazo se alargaría hasta los 6, si recurrimos a la gama express. A la larga, tenemos una deuda que nos sale el doble de cara. El Mesías se vuelve verdugo.

Ustedes se preguntarán cómo pueden las financieras asumir tanto riesgo. La respuesta es simple. Se manejan informes en los que se ve que la rentabilidad obtenida por estas operaciones suele compensar, con creces, el volumen de morosidad que pueden acarrear. Hay un porcentaje de impagados, claro está, pero se diluye al observar el maná de dinero que dejan en las arcas de las financieras. Millones de euros prestados al 22% de interés. Calculen. Si el 5% no paga, casi que me da igual. Sigo haciéndome de oro.


B - Refinanciación

Quienes compraron un piso hace 4 años, como nuestros amigos Silvia y Carlos, encontraron un magnífico recurso a la hora de afrontar la situación expuesta en el primer capítulo de Econópolis. Aquellos que se endeudaron en varios frentes, y se juntaron con hipoteca, tarjetas y préstamos varios, acusaron la subida de tipos con gran intensidad. Con la desesperación creciendo en el país, el Mesías volvió a llamar a la puerta. Usó acento argentino, para resultar más convincente. Apuntó con bala. Lean.

>¿Está agobiado porque no puede llegar a fin de mes?
>Sí, la verdad. Vi su anuncio, y no dudé en llamar.
>Bien, dígame, ¿Podría especificarme cuanto paga cada mes en concepto de préstamos?
>Sí, como no. Pago 900 de la hipoteca, 200 del préstamo personal, 150 de una tarjeta, 60 de la otra..

Tras alguna pregunta destinada a conocer la situación del cliente, sigue la conversación.

>¿Que le parecería unificar sus deudas y pagar sólo 800 € por todo?
>¿Dónde hay que firmar?
>Bienvenido a Crediguay

Carlos y Silvia acudieron a una financiera. ¿Cómo pudo la financiera arreglar el problema con tanta facilidad? El truco resultó (y aún resulta) muy sencillo de entender. Las financieras se aseguraron, ante todo, que los clientes estuvieran hipotecados. Teniendo en cuenta que habían pasado 4 años desde que compraron el piso, la operación se presentaba magnífica. ¿Planteamiento?

1 - Volvemos a tasar el piso que compraron hace 4 años. A un ritmo de crecimiento de precios de un 10% anual (siendo cautos), el piso habría pasado de los 180.000 € que valía, a valer 240.000 €. (No exagero; esto ha pasado en las grandes ciudades) ¿Dónde está la buena noticia? Tenemos un activo que ha subido 60.000 € de valor. Si hay bancos que conceden hasta el 100% de la tasación, nos podemos endeudar hasta un límite superior al de hace 4 añs, y cancelar todas las deudas que tengamos hasta ese momento. Ya que mi piso se ha encarecido, que me saque de este apuro.

2 - Con la tasación en la mano, la financiera busca un banco donde alarguen al máximo el plazo de la hipoteca y, a poder ser, que tenga unas condiciones de salida que sean atractivas para el cliente. El objetivo es venderle a Silvia y Carlos que van a pagar MUCHO MENOS de lo que pagan ahora. Los matices (comisiones abusivas, tipo de interés poco competitivo a largo plazo, aumento de la deuda..) nos los saltamos. El que pasa de pagar 1500 € al mes a pagar 800 o 900, firma lo que sea.

3 - Con la hipoteca concedida, liquidamos los préstamos de menor importe, y nos quedamos con una única cuota al mes. A 35/40 años, pero una cuota al fin y al cabo El desahogo es un hecho. El comercial le da la mano a los clientes, recibe mil agradecimientos, se lleva su comisión y se despide con un enigmático "Si dentro de poco, necesitais otro crédito, ya sabéis donde encontrarme"

Silvia y Carlos se han quedado conque van a pagar mucho menos dinero al mes. Han encontrado una solución casi milagrosa a sus problemas, pero no se han molestado en preguntarse los contras de la operación:

Han alargado deudas que debían liquidar en 5 años a 35 o 40. Ello supone, de entrada, pagar más intereses que antes. Además, al usar la hipoteca como paraguas para el resto de préstamos, no hacemos otra cosa que alargar el plazo de los mismos hasta encontrarnos situaciones realmente surrealistas. Imagínense pagando una televisión en 40 años. ¿Cuánto dura una televisión? ¿Y un coche? ¿Cuanto tiempo vamos a estar pagando?

El problema principal es el que no se vé, pero que volverá a surgir tarde o temprano. El cliente sigue sin estar educado. Sigue sin ahorrar. Sigue manejando su economía entre el consumo y el endeudamiento. Los 800 € mensuales no durarán toda la vida. Serán revisados al alza a la primera revisión de intereses. Ahí empezará a temblar el chollo. A ello se añadirán nuevas necesidades de consumo que les harán pedir más préstamos. ¿Situación final, dentro de unos años? La actual, solo que uno de los múltiples préstamos albergará 4 o 5 bajo su inmensa capa.

Moraleja :

Hay una doble lectura ante la actuación de las financieras. Está claro que dieron una solución al mercado, y arreglaron (a corto plazo) muchos problemas de liquidez y endeudamiento. El problema viene al plantear el problema a largo plazo. Han alargado deudas; no las han liquidado. Ello implica que el cliente agota parte de un recurso (el incremento de valor de su vivienda), refinancia su deuda sin pensar realmente lo que está haciendo, y recupera un margen de maniobra que, por desgracia, le llevará a olvidar su ajustada economía y a volver a endeudarse.

Les agradezco que hayan llegado hasta aquí. ¿Cómo se sienten en Econópolis? En el próximo episodio, habrá más.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Alicia en el Pais de los Horrores


Es difícil recomendarle a alguien que emule a la Alicia de Lewis Carroll, cruce al otro lado del espejo y se sumerja en las perturbadoras aguas de Tideland. Podría ser sutil, y disfrazarles la realidad, o hacer como Terry Gilliam, y abrir mi intervención contándoles desde el principio lo que van a ver.

Uno de los primeros planos de Tideland muestra a la pequeña Jeliza-Rose preparando un chute de heroína para su padre. Lo hace con cariño, con mimo, pensando que está ayudando a papá, dándole su medicina. Esta escena, aparentemente inaceptable, sirve para entender que Tideland es, por encima de todo, el enfrentamiento de una niña con el siniestro mundo que la rodea. Más que apartar la vista (reacción común ante un espectáculo incómodo y exigente), el espectador tiene la opción de realizar un ejercicio de empatía, viajar al pasado, y mirar a la realidad a través de los ojos de una niña de 9 años. Si aceptan ver Tideland, pregúntense qué habría sido de ustedes de quedarse solos en el mundo sin entender la muerte y la maldad, y con su inocencia e imaginación como únicas armas para sobrevivir.

Gilliam, uno de los grandes maestros vivos a la hora de tantear los prejuicios y límites del espectador, vuelve a plasmar en pantalla un imaginario lleno de metáforas y simbolismos. Cada plano es, por encima de lo estético (aunque Tideland sea una película tan siniestra como hermosa) y lo evidente, una oportunidad para mirar más allá y encontrarse con un manual de riqueza, dobles lecturas y magnetismo. Tideland está llena de situaciones extremas, que rayan peligrosamente la pedofilia, la necrofilia y el exhibicionismo, pero que, una vez pasado el susto inicial, se revelan como algunas de las más sensacionales escenas que servidor haya visto en los últimos años.

Tideland es hogar para la convivencia de los extravagantes personajes de este perturbador cuento para adultos. Ni Dell, la macabra bruja que sobrevive a sus penas disecando a sus seres más queridos, hasta Dickens, un retrasado mental al que da vida un inspiradísimo Brendan Fletcher, pasarían un casting para engranar una película de Walt Disney. Todos son víctimas de sí mismos y de la soledad que les rodea, y aparecen en la vida de Jeliza para acompañarla en la gran aventura de enfrentarse sola al mundo siendo niña. El camino que va desde el desconcierto inicial hasta la compasión y la ternura. Pese a su innegable genio, estoy seguro que el fenomenal director reconocería que poco podría haberse hecho sin la magnífica composición de un magnífico reparto, liderado por una Jodele Ferland que, con escasos 9 años, completa una brillantísima interpretación, llena de matices, compromiso y muchísimo talento.

Si algo hay que agradecerle a Gilliam es su sinceridad. No camufla la crudeza de su obra, pero la llena de detalles para aquellos que los quieran ver. Si tildé de soso su acercamiento al mundo de los hermanos Grimm, no puedo más que definir como magistral esta pequeña maravilla llamada Tideland. Película para aquellos que, como Jeliza-Rose, se sintieron solos algún día, y taparon las grietas de la realidad bajo kilos y kilos de maquillaje.

sábado, 8 de diciembre de 2007

Econópolis (parte I)

Me presento. Soy Ángel y, por un error del destino, acabé trabajando en una Caja de Ahorros. Ello me ha convertido en el enésimo ciudadano harto de su trabajo, pero también en un espectador de lujo ante lo que podría definirse, si me lo permiten, como el "Ascenso y caída del ciudadano de a pie". Algo ha pasado en el bolsillo de la gente en los últimos años. Yo lo he vivido de cerca, y quiero compartirlo con ustedes. Abróchense el cinturón. Acompáñenme en este viaje. Sean bienvenidos a Econópolis.

La Paradoja del Nuevo Rico

El ciudadano, habitualmente, es inculto e inexperto en temas bancarios. Cuando consulta condiciones para un préstamo, suele prescindir de los cientos de datos que los individuos como yo pretendemos explicar, y se quedan con el importe a pagar cada mes. Si nos fijamos en los tipos de interés, observamos que su evolución, desde el año 2003, ha sido ascendente, hasta el punto en que cerraremos el año 2007 con una tasa que duplica la de hace cuatro años. Esto son números y datos inútiles. Trasladado a la realidad, esto implica que una hipoteca de 240.000 € a 35 años cuesta, mensualmente, 400 € más al bolsillo del pobre prestatario.

Hace cuatro años, comprarse un coche, financiar una televisión, o adquirir un piso era, en términos bancarios, barato. Mis padres se hipotecaron hace más de 20 años, y los intereses superaban el 15%. Con esto pretendo decirles que, pese a la subida, los tipos de interés siguen siendo bajos. El problema principal ha sido la subida de precios. Ya la comentaremos en otras entregas, pero comprarse pisos de 300.000 € ganando 1000 o 2000 al mes ha sido, es y será una aventura muy arriesgada. Podríamos decir que el mercado, al abrirse y aprovechar los bajos tipos de interés, generó una demanda brutal en términos de vivienda (y, por ende, de hipotecas), lo que fue aprovechado por promotores y bancos para crear una burbuja que ha acabado con el ciudadano hipotecándose (sin saberlo) por encima de sus posibilidades. ¿Por qué por encima de sus posibilidades?

Cojamos un ejemplo:

Carlos y Silvia se compraron un piso hace 4 años. Les costó 180.000 €. Fueron al banco a pedir condiciones para su hipoteca. Eran jóvenes, poco ahorradores, y no aportaron nada. Pidieron 198.000 € (precio de compra más gastos), y les hicieron una hipoteca a 30 años.

Les salió una cuota a pagar, durante los 6 primeros meses, de 800 €. Dado que entre los dos ganaban unos 2500 € al mes, sus caras al salir del banco fueron de felicidad. ¡Cariño, si hasta podremos pedir otro préstamo para comprar muebles, e irnos a vivir cuanto antes al piso! ¡Incluso no hace falta que vendas el coche que te acabas de comprar! Sólo te quedan 6 años por pagarlo. Total, por 210 € más al mes.. Podemos hacerlo.

Bien, como ejercicio, les diré lo que pagan ahora. Pongamos que han amortizado, siendo generosos, unos 10.000 € de capital durante estos años. Les quedan 26 años para pagar su hipoteca. Un simulador estándar me dice que ahora pagan 1160 €. Sumamos los 210 € del coche, que aún tienen pendiente de pago. Seamos generosos, y pensemos que "ya" cobran 3000 € al mes. [ya hablaremos de los salarios, no teman] Voy a asumir (por experiencia) que no han querido/podido ahorrar nada durante estos años. ¿Saben qué? Casi la mitad del sueldo se les va en cuotas de préstamos. Y esto, olvidándome de tarjetas de crédito (hay que mantener el nivel de vida al que tan acostumbrados estamos) y demás gastos. No les aburro más con cifras. ¿Saben cual es la conclusión? Que empiezan los números rojos, y las dificultades para llegar a fin de mes.

Intentaré explicar qué es lo que ha ocurrido con Carlos y Silvia. Hay dos aspectos : Uno ante el que no pueden hacer nada (la hipoteca ha subido), y otro que podían haber evitado (previsión) En su momento, el banco les hizo una hipoteca que podían pagar. Como, en aquel momento, el entorno era favorable, y no había motivos (o sí los había, pero no se les dijo) para pensar que iba a cambiar en pocos años, ellos aceptaron las condiciones, se compraron el piso, se despreocuparon de un posible cambio y, a la hora de echar cuentas, sólo tuvieron en cuenta cómo estaban en aquel momento. Ahora la situación ha cambiado, algo que, obviamente, no es culpa suya, pero se ha visto agravada por el siguiente hecho : no han sabido prescindir de su nivel de vida y ajustarse el cinturón ante la posible llegada de tiempos peores.

Hablé de la paradoja del nuevo rico, y la definiré lo mejor posible. El ciudadano mide su riqueza por su capacidad de gasto, olvidando el ahorro. Si puedo gastarme cada mes X dinero, me sentiré rico, aunque en el banco no tenga un euro. Muchos ciudadanos viven lastrados por la incapacidad de ser ahorrativos y prudentes a la hora de gastar. Yo he visto a mucha gente despreciando verbalmente el ahorro, y diciendo que "El dinero está para gastarlo" o "Yo prefiero quemar mi sueldo que guardarlo para mañana" Respetable, pero sean igual de viriles a la hora de atenerse a las consecuencias. ¿Qué ocurre? Llega una subida de intereses y, por ende, de la hipoteca y, como ya no podemos gastar tanto como antes, nos sentimos mucho más pobres. ¿Saben la paradoja? En muchos casos, el dinero que tenemos ahorrado es el mismo de hace 4 años. Lo malo es que ya no podemos irnos a cenar fuera cada fin de semana. Ni comprarnos el último modelito de Zara.

Aclaro que el ejemplo de Carlos y Silvia es muy prudente. La efervescencia de los tipos de interés empezó hace unos dos años y, en las grandes ciudades, ya había gente pagando 300.000 € por un piso. El Banco dio alternativas, de las que hablaremos en el próximo episodio, pero intenten proyectar los datos que les he dado en montes de 300.000 o 360.000 €. Imagínense. O no imaginen. Ya se lo digo yo. Más de 300 € de subida en un sólo año. Casi nada. Ya les contaré la forma de arreglarlo. Para algo trabajo donde trabajo.

Moraleja : Si se ven con fuerzas de entrar en una hipoteca, sepan que lo hacen para toda la vida. Les adelanto que el último episodio de Econópolis estará lleno de consejos para mis queridos conciudadanos. De momento, les aconsejo prudencia, apretarse el cinturón y ser conscientes de dónde se meten. Pueden salir adelante, pero háganlo con cabeza.

Esta es la primera parada en Econópolis. El viaje no ha hecho más que comenzar.

Un saludo.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Todo o Nada

Despego por un momento la vista del ordenador. Sobreviene a mi mente la imagen del currante que, sobre en mano, acude al bar a jugárse el sueldo a Todo o Nada. Su mirada es la mía, igual de perdida y expectante. Ambos pulsamos una tecla con esperanza. Hay dinero de por medio, y un virus avanzando sin cesar. Quiero ganar. Estoy en racha. Tengo una corazonada.

Todo empezó una tarde. En plena crisis de identidad y búsqueda de escapadas varias, me dio por visitar una página de apuestas. Dudé si registrarme o no. Dudé tanto que no lo hice. Volví un par de días después. El ingreso mínimo son 10 €. La apuesta mínima, 0,50. Poco dinero. "Como echar la quiniela", decía para mis adentros. El truco -pensaba- es mantener el control. Así que nada, empecé a apostar. La mecánica era sencilla. La página, sencillamente embaucadora. Todo a lo grande, veloz, con volumen y la sensación de ser muchos tras el monitor, cambiando el sentido de las apuestas sin detenerse. Con cierto autocontrol, ganar hasta parece sencillo. ¿Y saben qué? Que gané. Y gané bastante.

Recuerdo aquella semana. Realizaba apuestas sin parar. Parecía poseído por la Diosa Fortuna, pues cada euro que me jugaba significaba victoria. Fue tal la sensación y la racha, que me creí invencible. Superé los 300 € de ganancia. No podía creérmelo. "Debería dejar de trabajar y dedicarme a esto" -decía yo a mis amigos, supongo que bromeando-. Tuve un ataque de sensatez, y me guardé 200. Seguí jugando, a sumar otros 300. Era imposible que no me tocaran. La pregunta era cuándo los tendría. Yo no veía apuestas, sino victorias. La posibilidad de perder, en mi caso, era inexistente.

Un día dejé de ganar. Los euros jugados ya no significaban victoria segura. Las derrotas me eran indiferentes. Si perdía una apuesta, entraba otra vez con ánimo de venganza. "Ahora me juego el doble y recupero lo perdido." Siempre iba a las apuestas que me daban dinero. Fútbol, minuto 85. Apuesto a que no hay más goles. Minuto 91, y estalla un sonido diabólico desde la página. Acabo de perder 10, 20 o 30 euros. "Da igual. Era un dinero que no tenía. Puedo seguir arriesgando hasta el final" Y seguía. Y cuando dejaba de tener dinero, tiraba de tarjeta, y llenaba el depósito de nuevo. Lo que fuera con tal de seguir apostando, recuperar mi suerte y sentirme, de nuevo, invencible.

Un día, llevaba 100 € acumulados. Me dio por apostarlo todo a lo que, a priori, parecía sencillo. Sí, he dicho todo. Era un partido de tenis. Iban 6-2; 4-1. Entré para apostar que la jugadora que iba ganando ganaría el segundo set. Cerré la página. Algo que hacía para protegerme, como si el hecho de no ver me diera más posibilidades de ganar. "Si no miro, seguro que no lo gafo". Entré un cuarto de hora después, sin miedo. De pronto, noto una sacudida. Van 4-5. "No puede ser. Es imposible. ¡Si soy invencible!" Salí corriendo al comedor, eché a mi familia para ver el partido por televisión. 5-5. Me levanté, sudoroso. Me notaba nervioso, casi fuera de mí. Sufrí como pocas veces en mi vida. El partido llegó a la muerte súbita, con 6-6. Estuve a muy poco de perder los 100 €. Tan cerca estuve, que a veces cerraba los ojos para no mirar. Hacía fuerza con todo, evitando que una bola perdida se llevara mi dinero por delante. Finalmente, gané. Sentí alivio, pero no alegría. Sentí preocupación. Aún no era tarde. El fantasma de la ludopatía llamaba a la puerta para ponerme en mi sitio. "O te detienes ahora, o no habrá marcha atrás"

Esta es una historia que no debe continuar. Parte de ella es ficticia. Esa no me preocupa. La preocupante es la real. Aviso a navegantes. Ojo con las casas de apuestas. Siempre hay espacio para la derrota.

Ángel

domingo, 25 de noviembre de 2007

Aburrimiento Digital

Si por algo debería haber pasado a la historia Robert Zemeckis, es por su indudable buena mano con el cine de entretenimiento. Su paso por el Hollywood de los 80 dejó para el recuerdo la inolvidable trilogía de Regreso al Futuro, pero también un híbrido entre el cine de animación y el real, que ustedes recordarán, y que llevaba por nombre ¿Quién engañó a Roger Rabbit?. Lejos de la anécdota, la exploración que el director de Chicago llevó a cabo de las posibilidades visuales del cine podría ubicar, históricamente, a esa película en los albores de un Zemeckis investigador, científico e, incluso, reinventor de la concepción visual del cine contemporáneo. Decimos todo esto para preparar al lector de este blog ante lo que puede encontrarse al ir a ver Beowulf.

El problema de iniciar un camino nuevo es el de encontrar cierto equilibrio al recorrerlo. Beowulf ha sido planteada como una oda a la digitalización del cine, para la que se ha apostado con muchísima valentía por un lavado de cara al cine convencional. Hasta los actores, si es que podemos llamarlo así, son réplicas digitales de rostros tan conocidos como el de Anthony Hopkins o Angelina Jolie. Zemeckis ha planteado una evolución de lo que ya mostró en la desangelada Polar Express, pero el resultado, como comentaremos a continuación, parece más cercano a la repetición de errores pasados que a un inspirado ejercicio de innovación.

El cine digital plantea ciertos problemas que Beowulf no soluciona. El primero, y más serio, es el de la nula emotividad de la actuación. Las réplicas renderizadas de los actores no son actores, por mucha fidelidad física que exista con el modelo original. ¿Problema? Son incapaces de transmitir emoción alguna, con lo que ello supone para una película. ¿Resultado? Casi dos horas de apabullamiento visual, en las que, por desgracia, el sopor sustituye, salvo en contados momentos, el maravilloso ritmo del Zemeckis de los 80. A ello hay que sumarle que el director lo ha jugado todo a la carta de la innovación visual, cuidando poco el guión (uno no sabe si la escasa gracia de la película se debe a él o a la incapacidad de los actores digitales para defenderlo), y construyendo una aventura ciertamente plana, en la que la esencia del poema épico en el que se basa se diluye entre mares y mares de códigos informatizados.

Cabe decir en defensa de la película que fue planteada para ser vista en cines preparados para las películas en 3D. Es posible que, con unas gafas especiales, la experiencia tridimensional sea lo suficientemente estimulante como para corregir las carencias mencionadas pero, dado que quien escribe no tuvo eso en cuenta y vio la película en un cine convencional, se encontró con un Beowulf lleno de lagunas. El favor que Zemeckis ha podido hacerle al cine habrá que medirlo en el futuro pero está claro que, a día de hoy, los actores digitales no están aún preparados para coger el testigo de sus ancestros. A pesar de la apetecible réplica de Angelina Jolie. A Beowulf me remito.

martes, 20 de noviembre de 2007

El Regreso del Mito

Una vez leí, al respecto de Nintendo, que "sus teorías sobre el videojuego son sagradas e intocables". El gigante japonés, anhelante siempre de llevar el universo lúdico a dimensiones a las que sus rivales sólo conocen en sueños, ha planteado su aterrizaje en la nueva generación con la pretensión de revolucionar totalmente la concepción de los videojuegos. Para ello, ha usado su último soporte, conocido mundialmente como Wii, para dar un paso adelante en cuanto a control, y usar la tecnología inalámbrica para incorporar el detector de movimiento al mando tradicional. Esta explicación tan densa sirve, esencialmente, para entender que las bohemias aspiraciones de Nintendo siempre van asociadas al riesgo, la innovación y, por supuesto, una valentía mal entendida por el gran público.

Contrastando con las inquietudes de Sony o Microsoft, más preocupadas por llevar el videojuego al realismo extremo y avanzar en el camino de la simulación, Nintendo ha vuelto a tirar de Super Mario, su Mickey Mouse particular, para volver a plantar batalla allá donde no tiene rival. Super Mario Galaxy, última entrega de las aventuras del bigotudo fontanero, es la confirmación de que, cuando Shigeru Miyamoto y los suyos se toman un proyecto en serio, los cimientos del videojuego tiemblan, la distancia con la perfección se acorta, y el calificativo de octavo arte empieza a tener sentido.

Super Mario Galaxy es, por encima de todo, un soberbio juego de plataformas. Su universo es, además de pasto de mitómanos que se lo pasarán en grande redescubriendo viejos mundos, personajes y melodías, uno de los más fascinantes, estimulantes y ricos jamás diseñados. En él, cualquier jugador (tanto experto como inexperto) gozará del perfecto equilibrio existente entre el control que hizo de Super Mario 64 el mejor juego de su generación, y las innovaciones introducidas por Wii. Si a ello le añadimos una riqueza incontenible de retos y secretos, un espectáculo visual inconcebible hasta el momento en Wii, y una partitura simplemente antológica, no debería darnos miedo decir que, una vez más, Nintendo ha conseguido fabricar el mejor juego de la galaxia.

Siento el tono entregado e histriónico de este texto. Corresponde al estado de shock de un nintendero tan escéptico con la nueva generación como expectante ante cualquier nuevo proyecto en el que Super Mario, Link o cualquier mito de Nintendo, tenga cabida.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

COMUNICADO OFICIAL

Se anuncia el cese temporal de la actividad del blog Arquero Urbano.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Silencio. Habló el Rey.

Podemos dar por sentado que las imágenes del Rey de España mandando callar a Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana van a dar la vuelta al mundo. Les pongo en antecedentes. Con Zapatero elaborando un discurso sobre los principios democráticos, y sacando la cara por el ex-presidente Aznar, su Majestad cortó de raíz las continuas descalificaciones e interrupciones del Jefe de Estado Venezolano con un contundente "¿Por qué no te Callas?".

Reconozco que me sorprende ver al Rey metido en estas lides. El grito surgió de sus adentros como un misil, más propio de aquel que interviene sin tener nada que perder que de aquel que, por responsabilidad política y diplomática, debe saber mantener las formas incluso en estos momentos. Supongo que su orgullo de compatriota le hizo tener esta reacción, que alguno califica de humana, otro de inoportuna, y otro, simple y llanamente, de inaceptable. España es tan heterogénea, ideológicamente hablando, que momentos como éste sirven para dividir el tablero en blancas y negras. Hay quien habría estado gustoso en el puesto de Chávez, y hay quien ensalza la gallardía del Rey. ¡Con un par, Juan Carlos!

Mi opinión al respecto es algo confusa. Creo que Chávez es uno de esos dictadores que, disfrazados bajo la figura del populista salvador, pretende pasar a la historia como un liberador del pueblo americano, cuando realmente es un tipo autoritario, que defiende un discurso anticuado, lleno de ambigüedad, y que muestra una incomodidad manifiesta en cuanto se aleja del tono revolucionario. Es fácil acudir al viejo cuento del imperialismo y colonialismo como raíz de todos los males pero, si bien es cierto que la vieja Revolución fue un movimiento digno, al menos, de ser escuchado, no lo es menos que ha servido de tapadera para ocultar problemas estructurales de gran calado en la mayoría de países latinoamericanos. ¿Qué extraemos de todo ello? Una reflexión a realizar : ¿Es Chávez un tipo con autoridad moral suficiente como para descalificar a José María Aznar?

Repito que no predico en exceso con el discurso revolucionario, más por falta de consistencia en su ejecución que por su propia naturaleza. Me interesa Evo Morales como figura política. Al menos, de momento. Como también me interesan Sarkozy o el propio Rodríguez Zapatero. Lo que no me interesa es la figura de ciertos dictadores disfrazados que, recurriendo a antiguos fantasmas, han agotado sus discursos, manteniendo a sus países en una situación difícil de justificar. El Rey hizo lo que más de uno habría hecho. Ejerció de compatriota. La pregunta es si puede permitirse un exceso como ese en una Cumbre con fines conciliadores. ¿Le fallaron las formas o le pudo el impulso? Juzguen.

Acabo mi reflexión haciendo un breve apunte sobre Rodríguez Zapatero. He leído artículos de opinión muy cuestionables, como cuestionables son las declaraciones de ciertos miembros del Partido Popular. Agradecen el "valiente y firme" gesto del Rey, y descalifican la austeridad del discurso de un Zapatero al que culpan del acontecimiento. Aparte de desagradecido, el gesto es impertinente y totalmente inoportuno. En mi opinión, Zapatero personificó la cordura, el respeto y la educación que suele atribuirse a Occidente. Si queremos presumir de Democracias impecables y formas exquisitas, hay que empezar por ahí. ZP Dio una lección moral, paciente y razonada de lo que debe ser una respuesta ante la agresividad de la otra parte. Aguantó hasta el final, calmó los nervios y no perdió la firmeza en ningún momento. No hay mejor manera de defender el nombre de Aznar, y la imagen del pueblo español. Hay quien prefiere el grito, el "con dos cojones". Yo agradezco infinitamente la disciplina ética de Rodríguez Zapatero. Más incluso que el (comprensible, por humano) gesto del Rey.

Ángel.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Good Bye, New York

Al abandonar el puente de Brooklyn, empecé a sembrar dentro de mí la melancólica raíz de la nostalgia. Aún quedaba día y medio, y muchos regalos por abrir, pero sabíamos que lo más bello de Nueva York ya había sido cazado por nuestras retinas. No obstante, aún pudimos disfrutar de magníficas visiones, como la de la afilada esquina que traza el Flatiron Building (uno de los rascacielos más antiguos de Nueva York, llamado así por su semejanza con las planchas de la época en la que se construyó) en la confluencia de la Quinta Avenida con Broadway; o la del imponente Rockefeller Center, que espera paciente la llegada de la Navidad, mientras respira resguardado tras mil banderas.

Hay poco más que contar, pero se lo cuento igualmente. Nuestro grupo, inquebrantable hasta ese momento, se dividió en la mañana del miércoles. Estaba previsto un trote matutino por Central Park, pero sólo Jose y yo nos atrevimos con la hazaña. No culpen al resto. Las reservas, tras la paliza de los días anteriores, estaban al mínimo. Les diré que el footing, finalmente, fue más paseo que carrera, y hubo tiempo hasta para deternerse en medio del parque a observar a un grupo de ardillas. En medio de Nueva York. Ver para creer.

Se agota el viaje, y se agota mi memoria. Recuerdo que la comida del miércoles tuvo una anécdota interesante. Entramos a un restaurante bastante amplio, notorio en el paisaje por ser el único en el que había sitio para sentarse. Tras servirnos nosotros mismos, comprobamos el por qué de los asientos desocupados. Se salvó el postre, y por los pelos, tras un susto de importancia con la fecha de caducidad. No obstante, antes de irnos, vimos una de esas imágenes dignas de ser grabadas por una cámara oculta. Una mujer se queda sin batería en su móvil. Al no poder recargarlo, pide a un caballero que le deje el suyo para hacer una llamada. El hombre accede gentilmente. Comienza la llamada. Pasa un minuto. Pasan dos. Pasan veinte, y no exagero. La cara del hombre es un poema. Se levanta, va hacia la mujer, y le arranca, literalmente, el teléfono de las manos. Ella resiste todo lo que puede, pero acaba cediendo. Su expresión es triste, al borde del llanto. ¿Una adicta al móvil? La escena tuvo remate. Entraron varios agentes federales. O al menos, tenían toda la pinta de serlo. El FBI, una adicta, nosotros.. Alguien sobraba. Nos fuimos. Good Bye, New York.

Good Bye? No. Aún no es el día. Falta una tarde de compras, pero no les comentaré demasiado. Las jugueterías, lo mejor. Volvimos a ser niños. Tocar las teclas de un gigante piano con los pies no tiene precio. Se lo recomiendo. Sólo faltaba una jornada, que les paso a relatar. Nueva división. Las chicas, de compras. Los chicos, al MOMA. Hay tres grandes museos en Nueva York: El Museo de Arte Metropolitano, El Museo de Historia Natural y el MOMA. Había que decidir, y nos decantamos por Picasso, Andy Warhol, Matisse y compañía. Acertamos, aunque pienso que con tal abanico, era imposible fallar. A mediodía, encuentro en el hotel. Equipaje y a casa. ¿Las compras? Cuantiosas. Queda poco. Casi olvido una carrera suicida para coger un taxi que nos llevara al aeropuerto. Varias horas de espera en la Terminal. Preferimos esperar a las prisas. Mari Ángeles bloqueó la maleta de Tere. Lo siento, tenía que ponerlo. La historia acabó bien, no teman. Facturación. Comida. Avión. Sueño. Escenas sueltas de alguna película. Más sueño. Desayuno. Escala en Madrid. Avión. Aterrizaje. Estamos en casa. ¿Saben qué? Barcelona no está nada mal. No es Nueva York, pero... es mi ciudad.

Ángel.

P.D. Les dejo dos fotos de familia. Para que vean a los viajeros.

David
Tere
Jose
Yo
Mari Ángeles
(A la derecha, los mismos, con una invitada. No, no la secuestramos.)

martes, 6 de noviembre de 2007

No sin mi Móvil

Me considero, por naturaleza, rebelde de pensamiento, mas ligeramente cobarde para serlo de acto. Al menos, por el momento. De hecho, uno de los pocos actos de rebeldía que recuerdo en mi vida fue una bulliciosa e inocente resistencia contra el uso del teléfono móvil. Duró un tiempo. Podemos hablar de años, aunque, a pesar de mantener mi firmeza contra viento y marea, acabé cayendo como todos. Si les interesa la razón, les decepcionaré. No la recuerdo.

Tanto tiempo en el otro lado me permitió cultivar cierta esencia de observador, que no he perdido. Para el hombre contemporáneo, salir a la calle sin su telefóno móvil equivale a salir desnudo. Debe ser que son ciertas las teorías sobre el miedo a la soledad y la incomunicación, o simplemente que el día a día ha traído a este mundo un reguero de necesidades que no podíamos imaginar. El caso es que, ya sea por motivos personales o profesionales, el móvil se ha posicionado como uno de aquellos componentes que uno no puede dejarse en casa al salir, al nivel de las llaves, el DNI o la nariz.

A modo de análisis, permítanme enumerar la contribución del Teléfono Móvil a la Raza Humana,

1 - Pérdida de la Libertad. O cómo trabajar/estar controlado las 24 horas del día. Mi capítulo favorito es de los "Móviles de Empresa". Por si uno tiene reservas al dar su número personal. "No se preocupe, le damos un móvil. Duerma lo menos posible, coma lo justo, y trabaje. Aquí tiene. Última generación"

2 - Afianzamiento de la Personalidad. El móvil permite al ser humano la posibilidad de manifestar en público algunos dejes de su personalidad. Basta con personalizar la melodía de la llamada para darse cuenta. Vayan al metro. Escucharán desde el Himno de España, hasta la melodía de la entrañable Abeja Maya.

3 - Destrucción del Vocabulario. La necesidad imperiosa de limitar "aquello que queremos decir" al número de caracteres permitidos dentro de un SMS han contribuido a la creación de un nuevo idioma, donde la apología a la abreviatura es digna de mención. [A k si? Pa k tenteres, kdmos sta tard?] La Real Academia de la Lengua, obviamente, está encantada.

4 - Incremento de las Posibilidades de Negocio. La televisión, al margen de la publicidad, ha encontrado en los mensajes de móvil una mina para hacer negocio. El público se lo pasa en grande enviando y leyendo mensajes de texto. Son escritos de estructura sencilla, trivial, abreviada y usualmente rematada con un saludo, o una declaración de amor. En ocasiones, el presentador del programa en cuestión aprovecha uno de los mensajes para detener el programa y leerlo en público. Es previsible que dicho acto sea motivo de celebración para el remitente. Pongan cualquier programa de televisión, y me entenderán. No olviden que Arquero Urbano no se responsabiliza de los daños que el contenido de los mensajes pueda hacer en su mente.

5 - Expansión del mundo de las excusas. ¿Para qué dar la cara o poner a prueba la firmeza de la voz, con lo fácil que es usar un mensaje de texto con cualquier excusa que no dé opción a réplica? El que llama, corre un doble riesgo : que no le crean, o que tiren su excusa por los suelos y le "convenzan". Nada mejor que un mensaje rotundo. Se puede enfatizar el punto en el que ponemos "Lo siento", o "Me sabe mal no poder ir". Aconsejo un "La próxima vez, voy sin falta". Maravilloso. ¿Quieren completar la obra? Apaguen el móvil tras enviar el mensaje, y digan que se quedaron sin batería. Enciéndanlo cuando la cita a evitar ya esté en marcha. Que hayan pasado un par de horas. Al menos.

6 - Apología del disimulo. O cómo no tener que dar conversación en determinados momentos. Uno se refugia en el móvil, fingiendo mandar un mensaje o jugar al comecocos de turno, y se aisla del mundo. Hay hasta quien finge una llamada. El ser humano y sus cosas. Qué les voy a contar.

7 - Desfiguración del buen gusto. Los móviles, entre otras muchas cosas, proporcionan la posibilidad de hacer fotos y grabar vídeos. Tienen la ventaja de la velocidad y el escaso coste, pero no sean demasiado exigentes con la calidad. Hay quien se autoconvence con un "Pues no queda tan mal". Agradecemos, no obstante, el esfuerzo tecnológico en mejorar la calidad.

8 - Mejora de la Vida Social. Tener móvil significa tener agenda. ¿Y cómo va a resistirse la humanidad a estar en mi agenda? Adiós a los tiempos en los que había que apuntar el teléfono en un papel. Ahora, conozco a alguien, y lo grabo en mi vida en menos de 1 minuto. Al conocer a alguien, sabemos que su móvil empieza por 6. Sólo hay que adivinar los 8 números siguientes. -Perdona, se me han olvidado 8 de los 9 números de tu móvil.. ¿Te importaría recordármelos?- Es como el que le dice a otro que le acerque una servilleta. Lo importante es la naturalidad. Al final, el móvil es como los Donettes. Ayuda a hacer amistades...

PD. Conflicto previsible. Añadir a la agenda a varias personas con el mismo nombre. Ejemplo: Alberto. Podemos tener a Alberto, Alberto trabajo, Alberto universidad, Primo Alberto, Alberto Gimnasio, Alberto Ingles.. Ello puede desencadenar una guerra entre los Albertos que, obviamente, pelearán entre ellos por ser "Alberto". Eviten estos conflictos ocultándole a los Albertos secundarios que no son el Alberto principal.

9 - Cierre de Etapas. El momento en que alguien es borrado de una agenda de móvil es altamente ceremonioso. Jamás pulsar un botón tuvo tanta trascendencia. Si alguien ya no pinta nada en tu vida, ¿Qué diablos hace en tu móvil? ¡Bórrale!

10 - Reestructuración Geográfica. El Mundo ya no se divide en Continentes. Se divide en zonas con cobertura y zonas sin cobertura.

Ah.. No sé si ya les he dicho que tengo móvil, aunque a veces lo dejo en casa, sólo para sentirme un poco más libre. Yo también soy una de esas personas que parece que va hablando solo en el coche, que personaliza sus tonos de llamada y mensaje, que hace alguna foto artística (y la enseña), que hace llamadas perdidas cuando se aburre, y que felicita los cumpleaños por SMS porque es más cómodo. Aún no domino del todo el panorama de las abreviaciones, ni he probado a mandar mensajes de texto a la televisión. Todo se andará. (tdo s ndara)

Ángel.

domingo, 4 de noviembre de 2007

La Confesión del Vanidoso

La proliferación de Blogs en Internet plantea una polémica e incómoda pregunta para los que, como yo, han decidido alquilar un terreno virtual, trabajar la tierra, echar semillas y, finalmente, ofrecer su cosecha al resto de la humanidad. ¿Hay tanta gente en el mundo con algo que decir?

Antes de elaborar un juicio al respecto, quiero partir de dos premisas:

1 - Mi opinión sobre el ser humano, en estos momentos, es algo difusa. Estoy desorientado ante sus movimientos. Incluso de los aparentemente inofensivos.
2 - No me fío de mi subconsciente [o inconsciente; jamás he sabido la diferencia]

Sé que los Blogs no son un mundo homogéneo. Hay quien construye un blog temático, quien habla de lo que le interesa, quien habla de sí mismo, quien se confiesa, quien expresa sus inquietudes, quien publica sus fotos, quien se ríe, quien critica, e incluso quien no deja nada en el tintero y lo encaja todo. Cuesta, o mejor dicho, ME cuesta mucho borrar cualquier huella de vanidad o narcisismo en cada micromundo que construímos a nuestro antojo. Esencialmente, porque solemos invitar al resto a compartirlo. Puede hasta gustarles, eso es evidente. Y a los que escribimos, nos gusta que les guste. Obviamente, me estoy incluyendo en el paquete. A mí también me gusta gustarles, y me disgustaría mucho disgustarles.

Es evidente que, en el momento de poner los cimientos de un espacio virtual, nadie (o casi nadie) piensa en estar cometiendo un ejercicio de vanidad. Vuelvo a incluirme, ya que mis intenciones eran inmejorables. Sin embargo, ya he dicho que no me fío de mi subconsciente. De hecho, recomendaría a todo ser viviente que no se fíe del suyo. Yo construí un blog para compartir mi manera de ver el mundo y alguna vivencia que otra, pero me he sorprendido a mí mismo hablando del blog con mis conocidos, incitándoles a entrar, y hasta publicándolo de forma sumergida. Al final, uno se pregunta: ¿Estoy compartiendo algo? ¿Tengo algo que compartir? ¿Le interesa a alguien lo que escribo o dejo de escribir? ¿Entrarán en mi espacio sólo para que me calle de una vez? Cuántas preguntas en un sólo momento. Pensar, escribir, y no necesariamente en este orden. Algo de esto hay en estas preguntas. Sé que me estoy yendo del tema. Disculpen.

Cuando uno reflexiona, piensa y razona a través de la escritura, tiene dos posibilidades: construir un íntimo diario en el que dar rienda suelta a sus pensamientos (blancos, negros y verdes) sin temor a que alguien se espante, o pensar que realmente puede aportar algo a los demás, y compartirlo con ellos. Me encanta esta clasificación, sobretodo porque los que escribimos solemos hacer lo primero disfrazado de lo segundo. El mero hecho de pensar en aportar algo ya coquetea con la vanidad [tengo algo muy valioso que decir, y lo voy a demostrar], pero es cuando abarcamos la naturaleza de este curioso fenómeno fraguado en los Blogs cuando entramos de lleno en el lado oscuro. Usaré mi blog como ejemplo. ¿Qué incluye esta pequeña habitación con vistas a mi persona?

A - Un contador de visitas [¿Cuántos entran? ¿Sólo? ¿Repetirán? ¿Les gustará? ¿Se lo dirán a sus conocidos?]. [Aclaración : Esto lo vemos. Normalmente, parte inferior de la pantalla]

B - Sonrisas ocultas cuando se dispara el citado contador. Sonrisas abiertas cuando el comentario es halagüeño. Y ya no quiero ni contarles lo que puede pasar si el comentario es negativo. En tal caso, el cierre y la censura son socorridas soluciones. Yo construí esto para gustar, no para que vengan a decirme lo que tengo que hacer. Si quieren hacer otra cosa, que lo hagan ellos. Mi mundo es éste, y en él hago y deshago a mi antojo.

C - Cierto tono pedante. Mi blog, por si no lo han notado, es sonrojantemente pedante. Miren si no los cuadros que incluyo o el tono de mis críticas de cine. Podrían decirse las cosas de una forma mucho más sencilla, pero me da por adornarlas para que queden mejor. Ah! Y para que les guste más. Y si me lo dicen, ni les digo..

Voy acabando, que no quiero aburrirles. Si reduzco el tamaño del texto, es más que posible que les guste más que si lo alargo. Y es, a fin de cuentas, lo que a mi subconsciente le interesa. Ya les dije que desconfío de mí mismo, así que les doy la oportunidad de desconfiar de mí también. Se preguntarán por qué les llamo de usted. Bien, tal vez sea porque tengo la esperanza de que algún desconocido sea fiel a mis escritos. Y si es así, le debo respeto y trato de usted. Como a cualquier desconocido.

Ángel.

Nota del Autor : No es éste un juicio trascendental, ya que no excede el ámbito del entretenimiento, y jamás induce a nada que esté fuera de la libertad de cada uno, pero no es menos cierto que creo haber encontrado a un pequeño vanidoso en mí mismo

Nota del Autor : Añadir una nota del autor es exquisitamente pedante, ¿No creen?

jueves, 1 de noviembre de 2007

Un Cuento para no Dormir


Antes de analizar una película como El Orfanato, de Juan Antonio Bayona, uno siente la tentación de ir más allá, y encarar un comentario más amplio sobre el actual momento del cine español. Es el nuestro un país donde el artista alternativo lo tiene crudo. El que recorre caminos arriesgados topa con estereotipos y tradiciones demasiado arraigadas, y sólo mentes inquietas o snobistas de acto y apariencia contemplan dichas opciones en su abanico. Ante tal escenario, jugar a carta ganadora en el momento de la promoción tiene fácil solución : O tiras de raíces, o tiras de efectismo. O de ambas cosas. Piensen en cómo se ha vendido El Orfanato; a lo grande, a lo americano, comenzando un proceso de venta tan impecable que incluso ha tenido en cuenta el momento del estreno: ha llegado en otoño, con la lluvia y las hojas secas, como buena fruta de temporada.

Al ver El Orfanato, cuesta no pensar en Los Otros, de Alejandro Amenábar. Al igual que aquella, esta historia de fantasmas ofrece un gran ejercicio artesanal, en el que se rinde un talentoso tributo al cine de género. Lejos de impartir lecciones o recorrer caminos espinosos, Bayona ha elegido una precisa estructura donde guión, dirección e interpretación se encuadran dentro de un marco tan definido como brillante. Podría verse conformismo en tal propuesta, pero hay que reconocer que la impecable presencia de El Orfanato hace difícil resitir al aplauso.

Una de las grandes noticias que deja El Orfanato es el pulso narrativo de Bayona; la otra, es la confirmación de Belén Rueda. El Orfanato es una película que marca los tiempos con gran precisión, dejándose saborear por el espectador como los grandes platos. El film es impecable y constante en el tratamiento del miedo, da chispazos tan inesperados como estimulantes [la escena del atropello, sin ir más lejos], y acaba coqueteando con el lirismo, tomando cuerpo de oscuro cuento de hadas en un previsible giro final. Todo ello, siguiendo las pautas de un matemático guión, en el que es difícil encontrar fallos. La película de Bayona cumple un objetivo tan difícil como el de ocupar sus dos horas de forma homogénea, sin dejar huecos, y sin bajar la intensidad y la tensión ni un solo momento. A ello contribuye la meritoria interpretación de una Belén Rueda que cada vez parece más cómoda en su registro como actriz. Le quedaba pasar un examen de saber llevar el peso de una película. Tras ver El Orfanato, podemos decir que ya lo ha pasado.

¿Es El Orfanato una buena noticia para el cine español? Sí, en cuanto a que presenta un considerable incremento del nivel medio visto en la cartelera, y en cuanto a que planta batalla al cine americano en su propio terreno. Es la demostración de que, con medios y talento, el cine comercial de género puede tener un buen tratamiento en este país. No sé si el tiempo abrirá vías de éxito a propuestas que, por desgracia, quedan en el olvido antes de ser presentadas, pero está claro que el que aquí escribe prefiere ir a ver El Orfanato antes que el trillado cine de Garci, o la enésima entrega del casposo Torrente.

Ángel.

viernes, 26 de octubre de 2007

Las Mil Estelas del Arco Iris [Parte II]

En Nueva York, un puente es como una eterna cuerda de violín donde la música une el cielo con el infierno. En un lado suena un triste réquiem; en el otro, una ópera estruendosa. El viajero abandona el Bronx y se adentra en la zona noble de Queens, cambiando harapos por etiqueta; y pobreza por fastuosidad. Andamos sobre las aguas, y pusimos pie en calles donde la exquisitez se respira, y las mansiones lucen arte en el jardín. Bastaron diez minutos para convertir panes en peces. Palabra de arquero.

A medida que avanzamos por Queens, la esencia sumó una letra y se esparció en los mil colores que emana América Latina. Los latinos suman en Nueva York una comunidad que supera los cuatro millones. La mayoría, encontró casa y patria en Queens. Allí, hay barrios donde hay calles, tiendas y comida. Nada de streets, shops and food. Son barrios llenos de azul y amarillo; de rojo y verde. Allí hay picante y sabor; música y color. El guía, colombiano, elevó su voz en grito, y proclamó que nadie como los latinos. "Salgan, sigan el rastro, y degusten una empanada". Les diré algo. Eran las 12, el estómago rugía, y nada como una empanada. No era USA. Era Colombia, Perú, o México lindo. Un detalle más. Queens también tiene equipo de baseball: Los New York Mets. Pasamos al lado del Shea Stadium. Es la casa donde batean Castro, Delgado, Castillo y Hernández. Comparten con los Yankees logo y color azul, pero donde había blanco, hay tono anaranjado. Y nada de "Come on!". En Queens el grito de guerra comienza por "¡Vamos!"

Dejamos Queens, para aterrizar en Brooklyn. Entre todas las leyendas, el guía eligió la de los judíos ortodoxos. Me lo cuentan, y no me lo creo. En Nueva York habita una Comunidad que ha plantado cara al discurrir del tiempo, y que ha grabado sus leyes en los rostros de la gente. Recuerdo a los judíos, vestidos de negro, ataviados con sombrero, largos chaquetones y camisa abotonada hasta el cuello. Recuerdo su extraño peinado, con poco pelo en el centro, y largas trenzas en los lados. Les recuerdo mercadeando en plena calle, y construyendo casetas de madera, anunciando tiempos de rezo y clausura para todos. Lo que no recuerdo es su mirada. Siempre la escondían de nuestro alcance. Tal vez sea una forma de pedir respeto, y de decirle al visitante que está atravesando Tierra Santa. Ni les conozco ni les juzgo. Decidieron vivir en otro Mundo; en otro Tiempo. Que así sea.

La excursión acabó en China. Podría decir Chinatown, pero digo China. Porque si no caí en plena China, que me maten ahora mismo. Ruido, pescado, humo, arroz, símbolos chinos, templos, y gente, mucha gente. Era China, pintada de rojo. El olor era distinto, mucho más fuerte y condensado que el del resto de Manhattan. Visitamos puestos ambulantes, donde la clandestinidad, las puertas secretas, las miradas desconfiadas y el regateo están a la orden del día. Queríamos poner a prueba la fama de las imitaciones. Allí, se vende más de lo que se enseña. Se tiene más de lo que se cree. Uno puede salir del puesto, y ver como el vendedor recorre dos calles para contraofertar. Es el precio, y el dinero, lo que da o quita poder.

Al lado de Chinatown comienza Little Italy. Era volver a Europa, por unos instantes. Las calles eran atravesadas de punta a punta por enormes banderas italianas. El reloj marcaba las 2 de la tarde. Comimos en un pequeño restaurante, donde nos sirvieron pasta, pan con aceite y postres de artesanía. Todo, magnífico, todo cercano. Hasta el Sol presentaba sus rayos con aire Mediterráneo.


Comenzamos la tarde paseando por calles ya conocidas, mientras nos acercábamos a uno de los símbolos de Nueva York: El Puente de Brooklyn. Ya se lo dije al principio de este relato. Hay puentes que unen mundos, como éste. Nosotros llegamos desde Manhattan, atravesamos sus enormes arcos, y tomamos posición en el centro para ser sorprendidos por el atardecer. Allí nos acomodamos, y elegimos matar el día disfrutando del mejor mirador de Manhattan. Hay mucha belleza en este mundo para el que se molesta en observar. Observamos serenos, dejando pasar las horas, hasta que el Sol se despidió de nosotros, sumergiendo a Manhattan en el cálido baño de los últimos rayos; tiñendo de rosa el horizonte, y oscureciendo Brooklyn. Curiosa manera de repartir las cartas, ¿No creen?


Ángel.

viernes, 19 de octubre de 2007

Las Mil Estelas del Arco Iris [Parte I]

Si Nueva York fuera un Arco Iris, Manhattan sería su estela más brillante. Es tal la luz que proyecta la isla, que resulta tentador olvidar que sólo es una de las cinco partes que forman la ciudad. Mas allá; a norte, sur y este, Nueva York se extiende por caminos anchos y desprotegidos, dejando al viajero en manos de tierras raciales y de tez mucho más ruda y oscura. El martes era día para salir a explorar más allá de Manhattan. Contábamos con guía, autocar, compañeros de viaje y cuatro horas por delante. El recorrido cubría, básicamente, cuatro zonas: El distrito del Bronx, el área latina de Queens, el barrio judío de Brooklyn y, finalmente, el Chinatown. Tras recoger a todo el personal por distintos puntos de Manhattan, el autobús comenzó a avanzar lentamente, buscando el norte, con objeto de dejar atrás la isla, atravesar Harlem, y penetrar en la temida y peligrosa zona sureña del Bronx.

Si mirásemos Nueva York desde el cielo, veríamos que Manhattan es un brazo alargado y afilado, que atraviesa sin contemplaciones el dañado corazón del Bronx. El visitante, al llegar al distrito, lo hace desde el sur, aterrizando en barrios donde la delincuencia, las bandas callejeras, las drogas y la inestabilidad social han marcado de por vida un paisaje difícil de recuperar. La zona huele a cansancio, desgaste y depresión. Allí, un colegio recibe a alumnos armados, y los esconde del mundo mediante ventanas llenas de rejas. La pobreza no se ve, pero se atisba. El peligro se esconde, y adopta forma de vacío y ausencia de vida en las calles. La sangre y el grito descansan de día, guardando fuerzas para la noche. El Bronx, a simple vista, no parece más peligroso que otras ciudades conflictivas, pero su forma de retener el aire es difícil de explicar.

Dentro del paisaje, las áreas de beneficiencia toman capital importancia. La pobreza y la falta de oportunidades ha llevado a muchas mujeres a recurrir a la ayuda social para salir adelante. Son enormes las colas para obtener comida, ropa o limosna. El problema va más allá, y acaba en una diabólica espiral en la que las jóvenes son obligadas por sus madres a tener hijos para recibir más ayudas, renunciando éstas a trabajar para no perder la beneficiencia. Esto también es Nueva York.

Explicó el guía que el Estado se muestra tan comprensivo como contundente al enfrentarse a la delincuencia en este área. Organiza programas de reinsención social con el mismo rigor que usa sus armas para aplastar a las bandas callejeras. Afirmó, sin inmutarse, que "Si unos delincuentes secuestran un edificio, el Estado enviará a la policía. Si la policía fracasa, enviará a los SWAT. Si los SWAT no son suficientes, enviará a la guardia nacional. Y si ésta tampoco lo es, enviará un F16 para que vuele el edificio. Nada, absolutamente nada, es más fuerte que el Estado" Esto es literal. Éste es el frío e implacable concepto americano de la seguridad. El Estado por encima del individuo. Y al que no le guste, que no mire. Difícil de asimilar, lo sé.

El Bronx es la cuna de los Yankees, legendario equipo de baseball, cuyo símbolo, formado por una N y una Y entremezcladas, trasciende el deporte, y se convierte en santo y seña de esta parte de la ciudad. Fue en el Yankee Stadium donde hicimos la primera parada de la excursión. Contó el guía que pocos equipos en el mundo cuentan con una afición como la de este equipo. Cuando juegan los Yankees, el estadio reúne en sus gradas a miles de voces que, por unas horas, olvidan momentos vividos, cierran heridas abiertas, y saltan y gritan junto a sus vecinos. La devoción va tan lejos que, cerca del estadio, hay un gran mural pintado en una pared con leyendas del calado de Babe Ruth o Joe Dimaggio. Uno pensaría que esto es normal, hasta que comprende el significado que tiene un graffiti para un ciudadano del Bronx. Allí, un graffiti es el homenaje a un caído, algo así como una gran lápida en la que la austeridad de un cementerio es sustituida por la más enérgica e incontenible demostración de arte.

Inesperadamente, el Bronx se convirtió en un gigantesco museo, en el que las paredes eran lienzos, y los murales, obras de culto. Así, llegamos al impresionante Graffiti dedicado a Big Punisher, un legendario rapero de origen portorriqueño, exponente máximo de la cultura más arraigada del distrito. El Bronx es la calle pura y dura, desprotegida de maquillaje, y entregada en manos de bandas violentas. Allí, la ley la marca la fuerza. Big Pun no es sólo adorado por ser un formidable rapero. El orondo artista creció en la calle, y bebió de ella antes de cantar. El mural que le recuerda está en un punto donde las vías del tren recorren el aire, y donde los cables de luz están llenos de zapatillas, símbolos de humillación para aquellos que caen en manos de una banda rival.

El autocar avanzaba, para salir del Bronx, acariciando un asfalto lastrado por demasiadas cicatrices. La voz del guía, lejana, nos habló de un joven africano que murió tiroteado en plena calle. La policía buscaba a un violador; él estaba en el sitio equivocado, echó a correr y perdió la vida tras recibir 41 disparos. Llevaba unos pocos días en la ciudad. Fue en busca de un sueño, y le arrancaron la luz y la existencia. Por los siglos de los siglos. Amén.

"...41 shots....and we'll take that ride. Cross this bloody river to the other side..."

Ángel

miércoles, 17 de octubre de 2007

Surcos

Naledú era una solitaria aldea gallega donde Carlos y su familia solían pasar sus vacaciones. Allí se sumergían en un largo baño de tranquilidad y descanso, alejados de las prisas y el nerviosismo reinantes en la gran ciudad. Como todas las mañanas, Isabel, la abuela de Carlos, se levantó la primera. Fue hacia un pilón de agua y llenó una palangana azul para lavarse la cara. A continuación, se dirigió hacia la vieja cocina de leña y la alimentó con los leños y maderos que Julián, primo de la familia y dueño de la casa en la que habitaban, había recogido la tarde anterior.

Cuando Carlos despertó de sus sueños vio a Sonia, la gata de Julián, durmiendo al pie de su cama. Era una gata linda, negra y misteriosa, cuyos silenciosos ronquidos acompañaban al único sonido que emitía aquella vieja habitación, el revoloteo de una mosca que agotaba sus últimos segundos de vida sin saber que en breve iba a ser aplastada por una zapatilla. Siempre que abría los ojos, el joven se entretenía examinando las caprichosas formas que la humedad había dibujado en aquellas paredes sin pintar. Donde hoy descubría la cara de un tigre, mañana se posaba el nido de un avestruz, y donde ayer le había parecido ver la silueta de sus añorados amigos, hoy se encontraba con la imagen de un desgastado violín.

Al entrar en la cocina, Carlos percibió los mismos olores, colores y sensaciones de todos los días. El olor a leña y café, el negro de unas paredes manchadas por el tiempo y el humo y, sobretodo, aquel remolino de polvo que se formaba a través de los rayos de sol que se colaban por la ventana como lanzas en la oscuridad. Fuera, entre los lejanos gritos de las aldeanas, los berridos de las ovejas y el fresco despertar de aquellas tierras, se divisaba un amenazante grupo de nubes que ponía en peligro el ya típico paseo vespertino con la familia.

Tras una copiosa comida en la que los Díaz degustaron un tradicional cocido, llegó la tarde y, con ella, la temida lluvia. Un televisor que a duras penas sintonizaba los canales locales y una envejecida y desgastada baraja de cartas se presentaban como las únicas armas contra las que combatir el aburrimiento, hasta que una voz familiar saludó desde el rellano. Era don Casimiro, el más viejo de la estirpe de la madre de Carlos.

-Buenas tardes nos dé Dios –dijo don Casimiro-.
-Buenas tardes, tío. –respondió Luisa, la madre de Carlos-. Pase dentro, no vaya a congelarse de frío, y tome un vaso de vino.
-De acuerdo, hija pero, si no es molestia, pon algo para mojar, que a estas horas el estómago siempre cruje.

Luisa sacó una caja de galletas ante la desaprobatoria mirada de Carlos, quien veía peligrar el desayuno del día siguiente. El chico sabía que don Casimiro siempre contaba interesantes historias sobre la guerra civil, pero ya se las sabía todas de memoria. Dos horas después de su llegada, el vino empezó a hacer su efecto, y los relatos en los que el anciano volvía a recorrer bosques infestados de lobos y soldados extraviados comenzaron a rebotar en el techo como piedras en el agua, para después hundirse en los abismos del olvido de los presentes.

Se acercaba la noche, y la lluvia no hacía sino arreciar. Alimentado por el vino y el espectral paisaje que formaba la oscuridad, don Casimiro cambió de improvisto el tono de su voz. Esta se hizo profunda y grave. Oscura y misteriosa. Atentando contra su perpetuo refugio en la guerra, el viejo se sacó de la manga un fantasmal relato que se hizo famoso entre los lugareños en años ya borrados por el franquismo. En él se contaba la historia de don Pascual, un hombre al que una manada de lobos le arrebató a su único hijo, y que vivió desde entonces torturado por el tormento de la soledad.

“Cuando era niño, era habitual que en los días de lluvia se mencionara a don Pascual. Hombre desgraciado, aquél. Recuerdo que, al llevar a las ovejas a pastar, mi hermano y yo pasábamos al lado de su casa, perdida en el monte, y lo encontrábamos sentado en la soledad, mirando hacia ninguna parte. Muchas veces, las lágrimas le empañaban los ojos, escondiéndolos de la voracidad de los curiosos, pero jamás, repito, jamás, se olvidó de darnos los buenos días. Pues bien, familia. –don Casimiro dio un sorbo a su vaso de vino y prosiguió- Contaban los vecinos que una noche de lluvia, como tantas otras, don Pascual oyó extraños ruidos en el exterior. Al salir fuera, pisó su extenso huerto y vio un surco perfectamente trazado en forma de cruz. Un trabajo tan meticuloso no podía ser obra de la lluvia, y no había en el pueblo nadie capaz de hacer algo así en una sola tarde. El aldeano siguió el surco y, a lo lejos, vio la silueta de un adolescente, de unos 14 años, que le saludaba con la mano. Aterrorizado, con un candil en la mano, se acercó a él. Su rostro aún era una sombra extraña en aquella noche de tormenta, pero la voz que le traía el viento le resultaba extrañamente familiar. A un metro de él, don Pascual se detuvo, alzó su brazo y, al ver lo que la luz le mostraba, perdió el conocimiento y cayó en medio del barro. Instantes después, don Pascual despertó y allí ya no había nadie. Lo que había visto era la cara del hijo que había perdido diez años atrás. Estaba intacto, igual que había abandonado este mundo en dirección al otro. Mantenía su alegre y jovial expresión, y parecía feliz. Extrañamente feliz. Desde aquel día, don Pascual salió cada noche para reencontrarse con su hijo, pero este nunca acudió. Siempre que lo hacía, levantaba los ojos hacia el cielo y veía a las estrellas formando un enjambre. Y en el centro del mismo, una brillaba más que el resto. Y no para el mundo. Brillaba para él..”

En ese momento, la voz de don Casimiro se apagó, deteniendo su relato. La familia le observaba extasiada; hipnotizada por una historia tan irreal y real como las leyendas que viven y mueren en los corazones, alejadas de los ojos que no las quieren ver.

-Bueno, familia, os dejo ya, que se hace tarde y la lluvia no da tregua –dijo don Casimiro, interrumpiendo unos minutos de triste silencio-.
-Quédese a cenar si quiere –atajó Luisa, tal vez esperanzada de que la de don Pascual no era la única historia que ocultaba el anciano-. Hay comida de sobras.
-No, gracias hija. Hace mucho que no paseo bajo la lluvia. Y a veces viene bien para olvidar.. y para recordar.

Una vez dijo eso, don Casimiro desapareció bajo la lluvia dejando un rastro que no se iría en lo que quedaba de noche. Poco cenaron los Díaz. Menos aún Carlos que, escondido entre sus padres, parecía querer ocultarse de la noche. De las leyendas. De don Pascual y su hijo.

Después de una corta tertulia a la luz de una hoguera, la familia se dispuso a acostarse. Carlos, en su cama, se sentía intranquilo. Tal vez era por la historia que había escuchado, o quizás era simplemente que la lluvia no le dejaba dormir, pero las horas pasaron lentamente sin que el joven fuera capaz de conciliar el sueño. Serían las 5 de la mañana cuando se levantó a por agua. Recorrió el pasillo paralizado por el miedo, temeroso de enfrentarse a lo que le perseguía desde esa tarde. Al llegar a la cocina, notó que sus brazos no le respondían y, en lugar de acercarse al grifo, le obligaban a abrir la puerta que daba al exterior. Una vez allí, un extraño olor a tierra mojada le invadió por completo. Dirigió su mirada a lo lejos y vio que alguien le señalaba el cielo. Allí brillaba una estrella con tanta fuerza que ni las nubes la ocultaban. Entonces, volvió a mirar hacia el camino. Pero ya no había nadie.

Ángel (01/01/2004)

domingo, 14 de octubre de 2007

La Mirada de Dios

El Downtown, o zona sur de Manhattan, cierra filas ante el mar tras un ejército de rascacielos. Es allí donde se ubica el centro económico de Nueva York, engalanado en el pasado por las Torres Gemelas, y marcado eternamente por el vuelo de dos pájaros de fuego. Una calle ensombrecida llamada Wall Street, que se protege del Sol entre colosos, es capital y símbolo de este imperio financiero. Allí, es destino del caminante toparse con la sede de la Bolsa, el ancestral edificio de la Reserva Federal Americana y, ante todo, con la fuerza de un escenario donde el dinero lo mueve todo a una velocidad superior a la normal.

Con las energías al mínimo, optamos por comer en un McDonalds donde la normalidad fue interrumpida por el pasado. A punto de terminar, una joven comenzó a tocar el piano, adornando la entrada de una extraña mujer. Tendría 70 años, y era una Bette Davis decadente, regada con gotas de dama victoriana. Tomó asiento, desprendió aroma de otros tiempos y llenó de elegancia y delirio el restaurante. Preparó su mesa, tal vez esperando que le sirvieran el té de las 5. Se puso a leer y olvidó donde estaba. De no ser por mi amiga Tere, habría olvidado su bolso. Tal vez le habría dado igual. Ya se dejó la vida en otra ocasión. Fue imposible salir sin mirarla y decir "Good Bye".

Hubo paseo de sobremesa, alguna tienda, nuevo barrido a la Zona Cero y, para acabar, visita al Winter Garden. Jardín e Invierno. Imposible definir mejor un universo de cristal, en el que la luz rompe las claraboyas para llenar de claridad y grandeza lo que estaba destinado a ser un simple centro comercial. Visto desde fuera, el Winter Garden es un arco que se hace pequeño entre rascacielos. Desde dentro, un inmenso jardín rodeado por gigantescas ventanas, donde el suelo es un lago cristalino, en el que todo se refleja y da lástima pisar.

El día avanzaba, guardando con papel de regalo nuestro último destino. Nuestro aliento había volado muy alto al ver La Estatua de la Libertad, así que decidimos subir a buscarlo al mismo cielo. Nueva York es ciudad de muchos príncipes y un solo Rey. Su estandarte, aquel que atraviesa las nubes como una daga de acero, es un imperial edificio que responde al nombre de Empire State Building. 102 plantas. 443 metros de altura. ¿Subimos?

Subir al Empire State es experiencia obligada para cualquier visitante. Ver la ciudad desde su cima es el sueño de muchos ojos. Unos prefieren el día para desafiar el horizonte; otros, la noche para dejarse llevar. Nosotros elegimos ser soñadores. Hicimos cola para recoger la entrada, salimos de allí, y volvimos más tarde con la noche cerrada como telón. Al entrar, nos tomaron una instantánea para el montaje de rigor. Subimos en un ascensor, que recorrió parte de las plantas. Después, cogimos otro. Miramos el número. 86.

Al bajar, y salir fuera, vimos pocos huecos y demasiada gente. El mirador está habilitado en forma de gran balcón, con una alta reja como protección. Un par de minutos bastaron para recorrerlo, encontrar sitio, y lanzar nuestra mirada hacia fuera. Es imposible explicar lo que se siente mirando el mundo desde las alturas. Todo parece minúsculo e intrascendente. La Ciudad es un gran puzzle que acabamos de hacer con las manos. Los coches son puntos de luz. Las personas, simplemente, no existen. ¿Será esa la mirada de Dios? Mereció la pena poder ver. Hoy la merece poder recordar. Yo recuerdo paz, y silencio. ¿Y vosotros? Recuerdo que charlamos distendidamente con un guardia puertorriqueño. Puso nombre a las miniaturas. ¿Qué es aquello, el puente de Brooklin? ¿Y aquello otro? Qué triste fue bajar de allí. Qué triste volver a ser persona.

Volver al hotel fue intrascendente. Como lo fue ir a cenar. Como lo fueron el edificio Chrysler y la Estación de Tren. Como lo fue pasear hasta una ONU vigilada por todas partes, para verla de noche, hacerle una foto, y provocar que la policía nos echara de la zona. Nada en este mundo importa, cuando uno ha creido ver lo que ve Dios cada día desde las alturas.

Ángel.

Monstruos y Princesas


La carrera de David Cronenberg define a un autor obsesionado por penetrar en los infiernos más recóndidos del alma. Tal obsesión le ha llevado a recorrer caminos tan profundos como perturbadores, a marcar un estilo casi extremista, y a ser, por derecho propio, uno de los grandes cirujanos que ha dado el Séptimo Arte. El aparente cambio de estilo que ha trazado el director canadiense al rodar Una Historia de Violencia, y Promesas del Este hace posible la pérdida de un hilo que me parece esencial para entender estas dos películas : Cronenberg es un autor cuyo cine ha mirado, mira y mirará dentro del ser humano hasta las últimas consecuencias.

Dejando a un lado su magistral predecesora, y centrándonos en lo que nos ocupa, creo que es trabajo del espectador emular al propio director y mirar más allá de lo que tiene delante. Promesas del Este parte de la desgracia de una inmigrante ucraniana en pleno Londres, y recrea una triste y desesperanzadora fábula, en la que la monstruosidad humana y la irreversibilidad de los actos copan el discurso del director. Usa Cronenberg un estilo frío y distante, donde sexo y violencia son filmados con indiferencia, sin coreografías, tirando de crudeza y aplicando la misma normalidad que en una comida familiar.

Cronenberg aprovecha el film para lanzar una mirada sobre las prácticas de la mafia rusa, que controla el tráfico clandestino de mercancías, protege su modo de vida, y ajusta cuentas con la determinación de siempre; todo ello mientras se detiene en la mirada que emerge desde dentro (Viggo Mortensen), y desde fuera (Naomi Watts). Promesas del Este transcurre en Navidad, con Londres como gélido escenario. Allí, Armin Mueller-Stahl es Semyon, un Vito Corleone bañado en vodka helado, que, refugiado en su implacable código ético, protege secretos mientras se muestra incapaz de delegar en su hijo Kirill, príncipe caprichoso y desviado al que da vida un convincente Vincent Cassell.

Viggo Mortensen vuelve, tras Una Historia de Violencia, a rodar con David Cronenberg. En esta ocasión, repite al ejercer de personaje bipolar, que actúa como héroe y redentor en la sombra, mientras sacrifica un alma ya vendida con antelación. Su rol como protector de Cassell y Watts nos confirma que el actor neoyorkino sigue creciendo, cada vez más cómodo en papeles de compleja definición moral, y que empieza a consolidar su nombre como uno de los más importantes del panorama actual.

Naomi Watts, por su parte, adopta la mirada virgen e inocente que, desconcertada ante la presencia de un mundo tan desconocido como diabólico, e incapaz de arrodillarse ante un enemigo superior a ella, busca ser salvada y salvadora ante las fauces del mal. El recuerdo de Tatiana, joven desgraciada que, desde su ausencia, marca el desarrollo del personaje de Watts y de la película, sirve, a través de un diario y una recién nacida, para cruzar el bien con el mal. La adolescente deja tras de sí un doble testamento: el recuerdo de miles de princesas destronadas y vejadas, que abandonaron sus tierras por promesas que resultaron ser trampas mortales; pero también el de las herederas que, con la ayuda de un ángel salvador, acaban dibujando la sonrisa en tan desesperanzadora realidad.

Cronenberg retrata monstruos y princesas que no lo parecen, mostrándose maduro y austero en el retrato, pero implacable y profundo en su enésima búsqueda del trasfondo del ser humano. Siendo uno de los pocos cineastas que merece el título de autor con mayúsculas, bien merece la pena fijar la vista y buscarle por todos los rincones de la película.

Ángel

lunes, 8 de octubre de 2007

La Gran Dama de América

Lunes, y no domingo. Agua fría en los ojos, y no baño caliente. Café para llevar, y no para degustar. Carrera frenética, y no paseo. Estrés, y no calma. Corbata de oficina, y no de misa. Gritos, y no susurros. Nueva York, 7:00 A.M.

Las vacaciones tienen algo de perverso. Son un cine en el que proyectan un documental sobre tu día a día, pero aliñado con el privilegio de mirar desde fuera. Aun cerca del mundanal ruido, uno no es parte de la ciudad, sino un turista que se acerca a un entrañable agente de policía para hacerse una foto con él. A propósito, ¿Creen que se molestó? Deberían haberle visto diciendo "Say Money", mientras miraba sonriente al objetivo.

Era una jornada sin número en el calendario. Los mitos de la ciudad salían a nuestro paso, hundiendo las huellas del pasado en mares de aliento contenido. Recortando su silueta en medio del mar, esperaba en medio de su islote la Estatua de la Libertad. Llegar hasta ella implicaba cruzar la ciudad de norte a sur, llegar hasta el puerto y coger un Ferry. Hartos de esperar el autobús, bajamos al subsuelo para coger el metro. En Nueva York, el tren subterráneo hace honor a su naturaleza e, incapaz de competir ante el deslumbrante espectáculo de las calles, serpentea vestido de tren gastado y meramente funcional. Tras un rápido trayecto, alcanzamos el Downtown y, tras pasar por una Zona Cero que trabaja contrarreloj por rellenar su vacío con ruido y hormigón, encontramos sin problemas el sendero hacia el muelle.

La cola de espera fue bastante más corta de lo previsto, y pronto montamos en el Ferry que nos conduciría hasta la Estatua de la Libertad. Navegamos durante poco tiempo, que fue suficiente para observar la curiosidad del turista oriental. Es éste un ser con una fuerte tendencia a fotografiarlo absolutamente todo. Da igual retratar un rascacielos que el pantalón del vecino. Todo merece un golpe de flash.

Poco a poco, entre la caricia del Sol y el vaivén de las olas, fuimos alejándonos de Manhattan y llegando a nuestro destino. Las vistas de la ciudad eran suaves y espléndidas desde el Mar, pero incomparables a lo que estaba por venir. Sobre un altar estrellado, vestida con túnica de piedra, se alzaba, altiva y orgullosa, la Gran Dama de América. Observando a los navegantes con indiferente mirada, la Estatua custodia la ciudad, alzando su antorcha sagrada en busca de la llama del Sol. Uno se siente la nada al presentarse ante ella. Más que a una gran talla, uno vé a la emperatriz que libera al esclavo mostrándole el Oceano. Da igual que sea 4 de Julio o 20 de Noviembre, pero ya he reservado otro momento para verla por última vez.

Tras hacer fotos, visitar una tienda y tomar un granizado, abandonamos tierra firme. El ferry nos conduciría hacia Ellis Island, un islote situado en el puerto de Nueva York que acabó siendo, a finales del Siglo XIX, la principal aduana de la ciudad. En un gran tributo a la historia, se ha aprovechado el edificio principal para ofrecer un recorrido por el pasado, en el que es posible buscar antepasados, rostros anónimos y revivir experiencias de los que llegaron con un sueño como equipaje.

Ellis Island esconde muchos secretos y voces apagadas. Entrar en Nueva York tenía un precio, y no todos el dinero para pagarlo. Aún se puede percibir los llantos de los deportados y la alegría de los admitidos. Fueron tantas las tierras abandonadas por una oportunidad; tantos, los colores por cruzar; tantas, las ilusiones por zurcir. Es difícil salir de allí sin cambiar la mirada. El Ferry costeó por el pasado, abandonándonos en la ciudad con el sentimiento de un inmigrante. New York, New York..

Ángel.

domingo, 7 de octubre de 2007

Azul

Eran las 10 de la mañana, y el siempre molesto don Joaquín ya se encargaba de aburrir a la peluquería. ¡A quién le interesaban sus discusiones con los proveedores! Qué miedo tenía el barbero cada vez que le cortaba el cabello. Sabía que algún día, entre bostezo y bostezo, se le iría la mano con la tijera. Mejor no pensar en ello -se decía a sí mismo-. Este hombre sólo quiere desahogarse.
Aquel era un día nublado, de los que no apetece salir a la calle. La lluvia está ahí, como la suegra. Llegaré pronto, pero no te prepares, que apareceré cuando menos lo esperes. En la barbería, nada nuevo. Las mismas fotos en blanco y negro, llenas de sonrisas inexpresivas para enfatizar el corte de pelo. La pared agrietada por la humedad. La emisora de pasodobles de los años 50. Las mismas revistas de siempre. Y allí, entre conversaciones, ocultándose tras el rechinar de las tijeras en el aire, un espectro atravesaba la barbería de lado a lado. Era Ismael. Dos años habían pasado desde que el peluquero le contratara como ayudante. Dos años limpiando asientos, llenando frascos de colonia, cambiando cuchillas, lavando cabezas piojosas, barriendo mares de cabellos. Ah, el barrer.. Ese era el mejor momento del día. Cogía todos los cabellos y los separaba. Por colores, por formas. Las canas a un lado, el azabache al otro. Los rizos aquí, las sábanas lacias allí. Orden y método. ¡Cómo mandan los cánones!

Ismael pasó ese día como todos. Mirándose al espejo de vez en cuando y no viendo nada. Hacía mucho que no veía nada. Sólo el resto de un alma en pena, que se levanta por la mañana pensando en volverse a dormir. Un hombre hundido a los 32. Al cerrar, salió a la calle abrigado, pues hacía un frío de mil demonios. Paró en el colmado a comprar algo para la cena, unas latas de conserva y una botella de vino. Al llegar, abrió el buzón. Notó algo. No quiso ni mirar. Hacía mucho que no recibía cartas. La última venía sin sellar. Era un mensaje. Breve y directo. “Te has enamorado de quien no debías”. La firmaba un tal Cupido. Tal vez ahí empezó todo. Dichosos ojos azules, en qué momento le dio por naufragar en ellos.

Después de cenar, Ismael cogió la carta. Era del juzgado. Le había tocado ser parte de un jurado popular. ¡Vaya por Dios! Leyó el resto con desinterés, pero se detuvo al leer el nombre del procesado. Guillén Cuevas Álvarez. No podía ser. Volvieron a su mente instantes que creía extintos, desaparecidos. Era la espuma de las olas, estallando al romper contra la costa. Un orgasmo de recuerdos. Un balón de fútbol, una peonza, unas chapas, una mochila, una pelea, con su nariz rota, su camiseta rasgada y su reconciliación. Era Guillén. El mejor amigo del pequeño Ismael.

El juicio pasó rápido. El abogado de oficio no dio la talla, y a Guillén le cayeron 30 años. Le juzgaban por homicidio. Un atraco mal pensado, una cajera rebelde, y surgió la tragedia. La defensa alegaba enajenación mental, pero no pudo ser. Ismael asistió impávido al show, en su butaca, sentado entre dos señoras de alta sociedad, y formando parte de una pléyade de Dioses por un día. No prestaba atención a los letrados, ni siquiera a la atractiva fiscal. Ni siquiera quiso saber nada del veredicto. Sólo podía fijarse en su viejo amigo. Apenas debía pesar 45 kilos. Viejo y desaliñado. ¿Qué te ha hecho la vida, Guillén?

Pasaron unos meses, cuatro tal vez, e Ismael decidió ir a ver a su amigo. No sabía qué decirle. ¿De qué hablarían, del tiempo pasado? Es duro pensarlo. ¿Cómo te presentas, 20 años después, ante alguien a quién la vida le ha dado el golpe de gracia? Allí estaba él. El inicio fue duro. Ni le reconoció. Era como imaginaba. Una pantalla separadora. Mil segundos de silencio. Ojos que lo dicen todo. Una mano pegada al cristal para decir hola. Una foto que saca una sonrisa. Y poco, muy poco, que decir. Hablaron del pasado, porque el futuro era el infierno que ambos compartían. Uno en libertad, el otro no. ¿Pero qué más da, si la vida es la peor de las jaulas? Grande y espaciosa, para que te confíes. El final fue duro. Guillén vio partir a su amigo y se volvió, entre lágrimas saladas. Esas que te dan la bienvenida al mundo, y que no se pierden el momento en que te despides de él.

Inseguros fueron los pasos que arrastraron a Ismael hacia un extraño club. Había mucho que pensar. Pidió un whisky, para aclarar ideas. Miró al camarero y vio en él al barbero. “Otro psicoanalista no reconocido” -pensó-. Una misteriosa mujer se acercó a pedirle fuego. Ismael se planteó abandonarse a la noche, como muchos, para amanecer entre las sábanas de una desconocida. Pidió otro whisky. También podría beber y departir con el camarero hasta altas horas de la madrugada, tumbado en una almohada de frutos secos. Descartó ambas opciones. Volvió sus ojos al escenario y allí, envolviendo la noche en tela de algodón, sonaba una voz femenina, y una canción que le hizo recordar:

“She wore blue velvet…Bluer than velvet were her eyes...”

Moría la canción y, con ella, la noche. Ismael se vio a sí mismo en mangas de camisa, ebrio y amargado. Apuró su whisky y decidió volver a casa. Una copa más y no la encontraría. Llegó tarde, bajo el vuelo de una gaviota, junto a la melodía del alba. De la portería salió un hombre. Ni los buenos días. ¡Para qué, si nadie los da! Antes de subir a casa, Ismael buscó en su buzón, como de costumbre, y allí había una carta. Estaba escrita en una letra familiar, y en aquel precioso papel azul de ultramar. Como en tiempos pasados. Así debió ser siempre. Sonrió, por fin. Cuánto tiempo hacía. Era ella.


Ángel, (29/02/2004)