viernes, 5 de septiembre de 2008

Ángel, el fin de Arquero Urbano.

Llevo diez minutos delante de la pantalla sin saber qué decirte. Sí, me dirijo a tí. Al que escucha mi voz dentro de su cabeza narrándole lo que sus ojos ven avanzar hacia la derecha. Es probable que me conozcas, que hayas compartido experiencias, charlas y altibajos con quien te escribe. ¿Te puedo pedir algo? Sigue conmigo hasta el final. ¿Es mucho pedir? Voy a animarte a seguir leyendo. Éste es el último mensaje que va a ver la luz en Arquero Urbano. ¿Curiosidad? Acompáñame..

Me he dado cuenta que este blog ha encerrado una mentira perversa. Creía que, escribiendo, mostraba una parte de mí que no se ve desde fuera, pero he perdido tanto tiempo en disfrazarla (Para muestra, la etiqueta "Íntimo y Personal", llena de parábolas en las que trataba de desahogarme, y terminaba perdiéndome en líneas sin sentido), que no puedo sino reconocer mi fracaso más absoluto. Si queréis que sea sincero, nunca logré descubrir el por qué de este blog. Lo abrí en un momento complicado. 8 de septiembre de 2007. A un día de mi cumpleaños, con el corazón destrozado, y mi abuela a punto de morir. Tal vez necesitaba escribir para exorcizar unos demonios que luchaban con uñas y dientes por derrotarme. O tal vez fuera para recordar quién era. Lo había olvidado. Me miraba al espejo y no me reconocía. Recordaba mis últimos actos y me asustaba. Mi vida se desmoronaba y no había cumplido los 26. ¿Iba a ayudarme el escribir? Ha pasado un año, y no sé responder. Os he contado mis viajes y mis inquietudes, os he hablado de cine y economía, pero creo que hasta hoy no os he hablado abiertamente sobre mí. Y es atrevido utilizar un lugar al que todos pueden acceder para leerlo. Todo, en un mundo en el que llenamos nuestras charlas de trivialidades, en el que a todos nos debe ir bien (¿Cómo va eso? Bien), en el que protegemos nuestro alma (permitidme que lo llame así) por simple rutina. Hoy, voy a tratar de romper con todo esto para haceros llegar algo de mí que permanecía oculto. No estoy preocupado. Leer esto implica cumplir un pacto que no desvelaré hasta el final. Aunque parezca ingenuo, mi fe en vosotros me deja tranquilo.

Decía que ha pasado un año. Los que me conocéis, sabéis que mi sonrisa ha cambiado. Antes surgía; ahora se abre camino. No sé si os habíais dado cuenta, pero os lo quería decir. Creo que lo que ocurre con mi sonrisa tiene un origen médico. No bromeo, ¿eh? Seguro que a todos os ha pasado, pero ¿Habéis sentido alguna vez el pecho oprimido por algo que no sabéis de dónde viene? Imaginaros que el pecho está así durante 365 días. Supongo que a mi sonrisa se le han quitado las ganas de luchar. Qué sé yo.. Creo que estoy empezando a divagar, y a rememorar los prescindibles textos de "Íntimo y Personal". Cambio de párrafo, para recuperar la emoción..

El tiempo tiene poca importancia en esta vida. Hay minutos eternos, y años que pasan volando. Eso me lleva a pensar que un año es tan corto o largo como lo marquen las circunstancias. Y creo que éste, en lo que a mí respecta, ha sido lento pero increiblemente corto. A pesar de todo, puedo decir, sin miedo a equivocarme, que ha sido el año más relevante de toda mi vida. En él, he aprendido a descubrir quién soy; en él, he colgado un espejo en el que mirarme y reconocerme. Parece fácil, pero no lo es. Mirarse a la cara es jodido. Hay el riesgo de llevarse sorpresas imprevistas. Y alguna negativa, para qué negarlo. ¿Os pongo un ejemplo? Este Blog lleva como nombre Arquero Urbano. Curiosa elección de una persona que se ha pasado los dos últimos años de su vida corriendo campo a través y esquivando flechas imaginarias.

Ayer ocurrió algo. Tu, que me conoces, me habrás oido decir que no terminaba de vivir tranquilo porque tenía mucho miedo de encontrarme con algo. ¿Sabes de lo que te hablo, verdad? Bien.. Ayer me lo encontré. El destino es así. Ya puedes correr y esconderte, que puede tenderte una trampa y hacerte mirar donde no querías. Y bueno, no os negaré que ha sido difícil. Intuir te deja intranquilo. Saber empieza a ser complicado. Pero ver es sencillamente inapelable. Vuelta a las flechas. Ésta es real, y duele. Y no debería ser así, pero duele..

Y ante eso, llegan las preguntas. ¿Asumo que el sentido de mi vida era ese, y que no he hecho sino engañarme a mí mismo cuando mis inquietudes han sido tan primarias y sencillas como las de la mayoría? Puede que lo fuera. Tal vez os he hablado demasiado de cosas que realmente no me importan. Tal vez el problema no era trabajar en un banco en vez de hacer cine. Tal vez eso era una tapadera mientras miraba de reojo a lo que de verdad me ha hecho temblar por primera y última vez. Tal vez no era frustración, sino una herida abierta. Tal vez es que sólo tenía derecho a un tren y lo perdí. Tal vez no pase ninguno más, o que los que pasen no me parezcan míos. Tal vez.. Tal vez.. Pero no.. Llevo toda la vida luchando en silencio. Contra demasiadas cosas. Contra una, mejor dicho. Mi peor enemigo. Yo mismo.

Bueno.. Creo que es hora de ir cerrando. ¿Ya? Sí. Os he decepcionado, lo sé. Tal vez quiera echar el freno por enésima vez, aunque supongo que ya es tarde. Os tranquilizaré respecto al último párrafo. No hay rendición, sólo reflexión. Ángel ha aprendido a no rendirse, y a seguir luchando. ¿No, Ángel? Ángel titubea mientras escribe.. Pero seguirá luchando. En silencio, que lo de hoy es una excepción. Ángel necesitaba usar este Blog por última vez, para hablaros a todos. Para daros las gracias por haber estado ahí. Para reconocer que ha sido un año muy difícil, y que aún queda camino por recorrer. Cuando os doy las gracias, no me refiero a la lectura, sino a la vida. Ángel no os lo dirá nunca, pero sois importantes. Demasiado para prescindir de vosotros. Ángel cierra este Blog porque hasta hoy no ha sabido para qué lo había creado. Y le gusta este mensaje para cerrarlo.

Y ahora viene el trato.


Querido lector,
Al haber leído esta entrada del Blog, te has comprometido a no hablar nunca de ello con el que lo ha escrito. Tengo tu firma, grabada por la mirada que ha recorrido cada palabra. Será nuestro secreto. Si quieres decirme algo, puedes hacerlo aquí. A pesar de todo, lo hagas o no, asumiré que en pocos minutos habrás olvidado todo lo que has leído. Y recuerda que siempre negaré que lo haya escrito.


A todos los que han leído alguna vez Arquero Urbano, ha sido un enorme placer.

Hasta siempre,

Ángel.

La Última Ráfaga de Viento Sureño.

El último día les dejé a unos metros de la Alhambra, contemplándola desde lejos, sin poder alcanzarla. No voy a ser yo quien rompa el hechizo diciéndoles lo que podrán encontrar. No voy a ser yo quien mancille con toscas palabras aquello con lo que el Castillo Rojo quiera sorprenderles. La Alhambra se deja visitar a través de una ruta marcada por el siglo XXI. Creo que es un error. Tan grave como dejar abierto el Patio de los Leones sin Leones. La Alhambra debería ser desalojada para que todos y cada uno de ustedes la vieran en soledad. Para que pasearan por sus jardines a primera hora de la mañana, despertando con el perfume de flores de mil colores, mientras el agua dibuja surcos en el aire. Para que subieran a la Torre de la Alcazaba y dirigieran su mirada hacia donde nadie la ha dirigido jamás. Hay cuevas en las montañas donde vive gente. Hay una ciudad dispuesta a postrarse a sus pies. Hay paredes y techos tan hermosos que robarán su aliento, y soñarán con sus dedos recorriendo las mil y una noches que guardan la piel de los palacios nazaríes. Mucho estoy hablando. Hoy no habrá fotos ni detalles. Hoy guardo los secretos de la Alhambra, pues nada me permite mostrarlos.

Y acabó. Acabó, sí, y ya sé que faltan días. No les hablaré de mis tres jornadas en Torremolinos, porque no merece la pena. Sol, playa, sombrillas, toallas, palas, olas, crema bronceadora, cine de verano, chiringuitos.. Pongan cualquier Informativo veraniego y se ahorrarán unas líneas. Vaya un recuerdo para una italiana fogosa, que arrinconaba a su pareja en la piscina, en la playa y donde fuera. Jamás he visto a nadie pasar tanto tiempo boca abajo como a aquel chico. Vaya otro para un cineasta en ciernes, que hacía pasear a su mujer por la piscina para filmarla. Vaya otro para mí, y para Jose, qué carajo.

Quiero hablarles de algo, antes de terminar. Les hablaré de una noche en Puerto Banús, una villa malagueña apartada del mundo, en la que el lujo ha fijado su residencia. Allí, las 12 de la noche quitan las galas a Cenicienta, y dejan las calles llenas de tiendas abiertas, restaurantes inundados, yates a estribor, y deportivos a babor. Puerto Banús es un zoológico de gente "asquerosamente guapa y asquerosamente rica". Es digno de ver. Es la antítesis de la miseria. Quise echar un vistazo y todos los focos se plantaron sobre mí. Desistí y volví con los míos..

Y volví.. Volví a Barcelona. Como cuando dejé Nueva York. Siempre vuelvo a Barcelona. Incluso cuando no estoy allí..

FIN.

PD. No se pierdan el próximo mensaje.. Arquero Urbano lanzará su última flecha.

martes, 2 de septiembre de 2008

Graná

Tras un temprano amanecer, en el que recorrimos brevemente los restos de unos baños árabes y la silenciosa sencillez de la Sinagoga judía, Jose y yo cogimos nuestras cosas y nos dispusimos a abandonar Córdoba en dirección a Granada. Miramos el mapa, y recordamos que nos quedaba algo por ver. Una antigua ciudad que distaba pocos kilómetros de la ciudad cordobesa, que se elevaba al pie de una pequeña cumbre, y que fue bautizada con el nombre de Medina Azahara. Hoy es una ciudad en ruinas, pero aún reposa en sus desgastadas piedras cierto aire de distinción. Un gigante la contemplaría como una maqueta envejecida, esperando a que un enorme soplo borre el polvo que rasga su pedregosa piel. Aún hay restos de caminos, arcos, palacios y jardines. Aún el Sol la castiga con el fuego del mediodía. Aún es parte de un mundo que la borró de su muestrario.

Fue un viaje lento, por carreteras andaluzas en las que las estepas, los campos de olivos y los pueblos iban quedando atrás. Llegamos a Granada pasado el mediodía. Graná, que la llaman los lugareños. Aparcamos el coche en una calle adyacente al callejón donde descansaba nuestro hotel, una pequeña joya de otros tiempos que, tras una evidente restauración, parece más un palacio en medio de la ciudad. Una vez allí, nos atendió una joven cuya dulzura cuesta más de olvidar que su nombre. "Callejead por el Albaicín, pues Graná es p'a andarla" -nos dijo-. Comimos en una calle llena de restaurantes, y reposamos en la habitación antes de desafiar al último Sol.

La ruta por Granada comenzó en una gran avenida, buscando la Catedral y la Capilla Real. No fue difícil hallarlas. Las verán juntas, pero pagarán por separado. Las fotos están prohibidas en la Capilla Real. La sala principal está engalanada por un altar dorado, que actúa como fondo de dos tumbas labradas con la imagen de los Reyes Católicos. Alrededor de las mismas, vimos unas pequeñas escaleras, por las que casi nadie bajaba. Tal vez pasan desapercibidas en medio de tanto resplandor. Hay algo macabro en tan principesco santuario. Uno lo advierte al notar que tan inocente y pequeño descenso oculta un cristal, y que, tras él, descansan seis pequeños atauds, con los restos de la saga monárquica más glorificada de la historia de España. Creánme si les digo que no pude apartar los ojos durante varios segundos. Cuántos años separan mi mirada del último suspiro de lo que ahora son cenizas. Cuántos años..

Llegamos a la Catedral, con los recuerdos aún frescos. Aparecimos en una sala llena de cuadros, muebles y espejos, en los que buscábamos nuestro reflejo con interés y curiosidad. Avanzamos y llegamos a la gran capilla. Altares dorados y vigorosas y blancas columnas guardan a la catedral granadina. No diré más, pues mucho hemos hablado ya de Catedrales, ¿No creen?

Y finalizo aquí. O no. Antes, un pequeño viaje. Antes, callejearemos por el Albaicín, legendario barrio nazarí, donde el Islam buscó resistir. Y resistió tanto, que está por todas partes. Sigue en una calle estrecha, que mira hacia arriba en medio de un bazar. Y digo bazar porque pienso en aquellas pequeñas tiendas, en las alfombras, en el estallido de colores, y en los tejidos que inundaban sus paredes. Y sigue en el perfume del té, que sale de las teterías del Albaicín. Y sigue porque camino y vuelvo al desierto, y a los turbantes, y a un extraño humo que aún huele a destrucción. Y sigue porque avanzamos por calles blancas y estrechas, que siempre miran hacia arriba. ¿Y por qué hacia arriba? ¿Y dónde me lleva? Graná es p'a andarla..

Emergió sin darme cuenta. Emergió en el horizonte del Mirador de San Nicolás, ante mis ojos y elevada sobre una colina. O tal vez sobre una nube. O sobre las estrellas, que más dará. La miré con cuidado, para no estropearla. La miré con la brisa de compañera. La miré allí, detenido. La miré descendiendo las calles del Albaicín. Llegué a sus pies, al que llaman Paseo de los Tristes. Será por mi congoja y la de todos los conquistadores fracasados. No saben de qué les hablo, tal vez. Les hablo de unos muros que se vuelven rojos al anochecer. Les hablo de quien roba rayos de sol para pintar sus paredes. Les hablo de quien vigila Granada noche y día. Les hablo del Castillo Rojo. Les hablo y les hablaré. Les pediré que me acompañen. Les hablo de la Alhambra...

miércoles, 27 de agosto de 2008

Sonrisa Helada

Era un vagón de metro. De las cuatro sillas, dos ocupadas y dos vacías. Ella estaba enfrente mío, apoyada contra un cristal que no dejaba ver paisaje. Fuera era oscuridad y transición invisible. Miré hacia fuera y vi su cara reflejada. Sonreía. Sonreía sin motivo. Al principio, una sonrisa disimulada. Tal vez un recuerdo rescatado. Transcurrían los segundos, y la comisura de sus labios iba cediendo. Surgieron sus dientes, enfatizando una sonrisa helada e imborrable. Debieron pasar dos minutos. Tres, tal vez. La sonrisa no desapareció. Era extraña. Habría jurado ver locura en ella. Me fui, pero seguí allí dentro. Caminé sin mirar atrás. Tal vez perseguido.

domingo, 24 de agosto de 2008

17.. y 18

SELECCIÓN MASCULINA DE BALONMANO - BRONCE


SELECCIÓN MASCULINA DE BALONCESTO - PLATA

Hago mía una frase leída en Marca.com en el día de hoy. "El honor y la gloria no se mide en metales". Por ello, doy las gracias a la selección de baloncesto por haber escrito una de las páginas más bellas de la historia de nuestro deporte. Han retado al imposible, y han estado cerca de vencerle. De hecho, el oro es más suyo que de nadie.


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Hasta aquí unos Juegos que pasarán a la historia. No he rendido aún homenaje a sus dos grandes protagonistas: Usain Bolt y Michael Phelps. Representan esa parte del ser humano que es capaz de llevar más allá nuestras limitaciones. Ellos han sido los Juegos en sí mismos. Hasta dentro de 4 años. En Londres.




sábado, 23 de agosto de 2008

13, 14, 15, 16...

DAVID CAL (PIRAGÜISMO - C1 - 500 METROS) - PLATA


SAÚL CRAVIOTTO & CARLOS PÉREZ (PIRAGÜISMO - K2 - 500 METROS) - ORO


EQUIPO DE NATACIÓN SINCRONIZADA - PLATA

SELECCIÓN MASCULINA DE HOCKEY HIERBA - PLATA

viernes, 22 de agosto de 2008

12...

David Cal (Piragüismo - C1 - 1000 Metros) - PLATA

jueves, 21 de agosto de 2008

Los medios y el accidente de Barajas.

La ceniza del terrible accidente de Barajas está llena de manchas que no acierto a comprender. No sé ustedes, pero yo ya no quiero ver más imágenes de gente llorando. Quiero que se les respete, y se garantice su derecho a la intimidad y al duelo. Quiero que me informen sobre lo que ha pasado, y que se trate este tema como un accidente, y no como un desfile de almas rotas, ante el que sólo falta aplaudir. Jamás el dolor de una persona debe ser noticia. Todos tenemos derecho a que se nos respete en un momento así. Me encuentro con familias rotas, un país conmocionado, debate ante las causas y, una vez más, la triste y vergonzosa actuación de la mayoría de medios de comunicación. Esto último es mísero y secundario, pero es tal la bajeza y la falta de ética que no puedo menos que usar estas líneas para denunciar lo que todos vemos.

No es mi intención demonizar a nadie, pero confieso que sería incapaz de pelear un puesto en un corrillo para captar las palabras del familiar de una víctima; ni tampoco de acribillar a preguntas a otro familiar, ante una cámara que, indiferente, no se mueve y parece buscar el llanto del entrevistado. ¿Su trabajo? No me jodan, con perdón. Tampoco sería capaz de realizar, el día siguiente del accidente, el trayecto que debería haber completado el avión con la simple misión de rellenar programa. Y mucho menos con el morboso mensaje de "vamos a viajar en el avión de la muerte". Apasionante también el cuestionario a quienes han cubierto el viaje. "¿Fue todo bien?", "¿Está seguro de realizar este viaje?" Decía mi amigo Luis que tienen material para un tiempo. No le quito razón. La guerra de audiencias llegará a estos límites.

Los medios de comunicación siguen perdiendo muchas oportunidades. Rigor, ética, respeto, seriedad, austeridad. ¿Qué carajo es eso, pensarán? Simple y llanamente, hay que buscar la noticia. Hay que rascar para obtener la exclusiva imagen del accidente. En directo, si puede ser. Y con gritos, mejor. Y con lo que sea. Y la lista de víctimas, y sus vidas, y la reacción de la familia. ¿Homenaje? No me jodan, de nuevo. Ni llorar en silencio podrá esta gente. Ni intimidad tendrán. Todo es noticia. Los supervivientes son objeto de noticia. Los muertos, ni les cuento. De Spanair, ya hablaremos.

No sirve de nada porque no lo leerán, pero reflexionen. Reflexionen sobre la manera de realizar un trabajo que está demasiado lejos de la información, de la distancia necesaria, del respeto y de muchos valores que, por desgracia, se van perdiendo por las alcantarillas que separan los límites del bien y del mal. ¿Hasta dónde es ético cubrir una desgracia? Piénsenlo.

11...

Fernando Echávarri & Antón Paz (Vela - Clase Tornado) - ORO

miércoles, 20 de agosto de 2008

El ave que no despegó

Dicen que la probabilidad de tener un accidente de avión es casi inexistente. Hoy, salió cruz. El avión no quiso despegar y se convirtió en ave de fuego. Hubo llamas y muertos. Pocos vivos. Anónimos todos, de momento. Hablan de causas. Tomen nota, pero el día de hoy son consecuencias. Mañana, Madrid amanecerá roja. Hay días oscuros, que nos recuerdan la fragilidad de un mundo imperfecto. Un mundo en el que pasan cosas; buenas y malas. Vaya un abrazo. Vayan mil. Descansen en paz.

10...

Gemma Mengual & Andrea Fuentes (Natación Sincronizada-Dúo) - PLATA

martes, 19 de agosto de 2008

Córdoba, la pequeña.

Si Andalucía fuera una foto de familia, muchos se acercarían a Córdoba preguntándose si es la hermana pequeña de Sevilla. Tal vez sea porque su aire está perfumado por el mismo Guadalquivir, o porque el barrio de la Judería se viste de blanco y calles estrechas, o porque una Mezquita se erige en joya del casco antiguo, o porque un Alcázar la vigila, o por el romero de las gitanas y el azabache del pelo, o por el Sol, o porque el pasado convive con el futuro, y Jesús con Mahoma, o porque hablan con gracia, mejor de noche que de día. Tal vez fue porque salimos de una para ir a parar a otra, y había algo en el ambiente que nos resultaba familiar.

Llegamos a mediodía, en un coche previamente alquilado en la sevillana estación de Santa Justa. El viaje fue correoso, para qué negarlo. El coche corría, pero encaraba las cuestas como el viejo tren de Dumbo. ¿Le recuerdan? Yo no dejé de recordarlo, y hasta silbaba para mí la canción. Sigo, con su permiso. Podría decirles que entrar en Córdoba fue el final de la ruta, pero mentiría. ¿Qué pensarían si ven un callejón obstruido por cuatro barrotes que emergen del suelo? No sé ustedes, pero yo pensaría que es inaccesible. Tras un buen rato buscando sin éxito el hotel, pasamos por el callejón y vimos un altavoz junto a una columna. Hubo que acercarse, decir que íbamos al hotel X, y los barrotes, cual puerta de Ali Baba, desaparecieron para dejarnos paso al casco antiguo de la ciudad. La fe. El nada es lo que parece. Qué les voy a contar.

El hotel era sencillo, con personal llano y una puesta en escena pretendidamente clasicona. Lo mejor era la ubicación, en frente de una Mezquita que erigía sus muros ante los que ya eran nuestros primeros pasos en Córdoba. Disponíamos de poco tiempo, día y medio a lo sumo, para ver la ciudad. Dado que estábamos en el centro histórico, teníamos material para ocupar un par de horas antes de comer. Vuelvo a la Mezquita, que fue nuestro comenzar. La primera mirada muestra una gran muralla color arena, erigida en forma cuadrangular en muros que ocultan el monasterio en su interior. En medio de la muralla, resaltan puertas férreas y doradas, enmarcadas bajo arcos pintados de rojo y marfil que parecen venir de otros tiempos y grandes distancias. Les hablo de turbantes, desiertos, té, dátiles, baños y bailes imposibles. Les hablo de Simbad, y Las Mil y una Noches. No les hablo más, y les llevo al interior del templo. Un patio de naranjos, como en Sevilla. Un empleado de seguridad que nos habló en inglés, enviándonos a la entrada a la Mezquita. Entramos.

La Mezquita, por dentro, es oscura. Está llena de columnas, rematadas por los mismos arcos de los que les hablé. Y también de puertas, y detalles que se multiplican en pocos palmos. Hay colores terrosos, rojizos, verdes y dorados, y letras árabes, que se aprietan en las paredes formando frases que jamás entenderé. Pero no todo remite a Arabia. También está Cristo. Permítanme. Quien entra allí verá a Cristo y los suyos profanando y conquistando un templo musulmán. Porque Cristo, en su cruz, se eleva imponente entre arcos del Islam. Porque los altares están construidos hiriendo paredes erigidas por manos omeyas. Porque las imágenes forman crucifijos que son más símbolo de victorias pasadas que iconos cristianos. Hay detalles y contrastes. La Mezquita son mil pasos que hay que dar lentamente, recorriendo recovecos y observando. Sólo así veremos los rastros de una lucha tranquila. Por los siglos de los siglos, tal vez. Y salimos. Y nos esperaba el Patio de los Naranjos para terminar donde comenzamos. Y vimos más arcos alrededor, aunque blancos y amarillentos. Y, sobresaliendo, un campanario tan cristiano como el crucifijo de Benedicto.

Comimos rápido y, tras una siesta, seguimos la visita. Serían las seis. Demasiado pronto, para variar. El calor, que no perdona. Salimos del casco antiguo, y entramos en una Córdoba distinta, blanca y estrecha, a través de un sendero que hacía pendiente y parecía llevar a otra ciudad. Era la Judería, y su sinagoga. Era la Andalucía de los patios, el verde, las macetas y el abanico. Era el calor que ya no recordaba, y que convirtió un tranquilo paseo en una nueva batalla contra el Sol. Ya lo decían las camisetas. Joé, que caló. Y hubo pausas para beber agua. Y excusas para detenerse. Y mil cosas que vimos sin ver. Y, sin quererlo, visitamos esa Córdoba anónima, que no sale en las guías, pero que se queda en las suelas del caminante. Una Córdoba llena de calles, parques e iglesias. Una Córdoba que me recordó al sevillano barrio de Santa Cruz. Y así pasó el tiempo, callejeando, mirando al suelo, y esperando la tregua del atardecer.

Regresamos sobre las nueve. Nos asomamos al Guadalquivir, desde un lado del Puente Romano. Vimos casas recortándose, con la estapa al fondo. Hicimos tiempo hasta la llegada del apetito. Cenamos bien, con salmorejo, boquerones y calamares presidiendo la mesa. Y un chorizo que, con pan, revivía a los muertos. Y Jose pidió natillas, por tercera o cuarta vez. Al salir, noté que el calor del día estaba atrapado en el asfalto y se resistía a salir de allí. Miré el reloj, y eran más de las once. Un día largo, que no cabe en un texto tan humilde. Lo pasamos con calor, pero en la agradable compañía de la pequeña. Esa que guarda en sus páginas voces lejanas. Esa que los sureños llaman, si mal no recuerdo, Córdoba.

9...

Joan Llaneras & Toni Tauler (Ciclismo en Pista - Clase Madison) - PLATA

lunes, 18 de agosto de 2008

8...

Leire Olaberría (Ciclismo en Pista - Puntuación) - BRONCE

domingo, 17 de agosto de 2008

4... 5... 6... 7...

Anabel Medina & Virginia Ruano (Tenis) - PLATA


Gervasio Deferr (Gimnasia Artística-Suelo) - PLATA


Iker Martínez & Xabi Fernández (Vela-49er) - PLATA

Rafael Nadal (Tenis) - ORO

sábado, 16 de agosto de 2008

3...

Joan Llaneras (Ciclismo en Pista-Puntuación) - ORO







Joker, el testamento de Heath Ledger

El plano final de Brokeback Mountain, con Heath Ledger sosteniendo en silencio la camisa de su amante fallecido, mostraba, dentro de su contención, una de las más desoladoras y emotivas imágenes que yo haya visto en una pantalla de cine. Cuando, hace unos meses, el joven actor se dejó la vida en una estación demasiado temprana, no pude menos que recordar esa imagen y pensar que sería, a buen seguro, el legado que dejaría al séptimo arte. Tras ver su composición del Joker en El Caballero Oscuro, debo decirles que hay que añadir un nuevo tesoro a su testamento.

He usado el término composición, y no el de interpretación. Sería injusto no reconocerle a Ledger el título de creador. Enfrentarse al Joker tenía sus riesgos. Debía enfrentarse al recuerdo de Jack Nicholson, a la solvencia del Batman interpretado por Christian Bale, y al calado que el siniestro y burlón personaje mantiene entre los admiradores del cómic. Ledger decidió tomar el camino más bacheado y exigente, optando, más que por dar vida al Joker, por meterse bajo su propia piel. El Joker de El Caballero Oscuro es más oscuro, diabólico y crudo que el histriónico villano que compuso Nicholson. El Joker de Ledger es un psicópata surgido de las profundidades del infierno, que deja escapar el pérfido aliento del mal en cada susurro, que pinta su cara con imperfecto maquillaje, y que disfruta de sus atrocidades con la autoridad de quienes carecen de moral. No creo que haya que compararle con nadie. Ni con la consistencia del Batman de Bale, ni con las cenizas del villano de Nicholson. La entrega, brillantez e intensidad de la recreación de Ledger es suficiente para defender un papel inolvidable.

Más allá del Joker, El Caballero Oscuro sigue la senda de Batman Begins. Se aleja del tono gótico y fantástico que plasmó Tim Burton en sus dos entregas, pero también, por suerte, de la acomodada mediocridad de Batman Forever o Batman & Robin. Christopher Nolan sigue decidido a mostrar una Gotham surgida de las pesadillas que avivan los miedos más reales de la era actual. Gotham es corrupta, pero reconocible, se aleja de la estética del trazo y se torna tan palpable como las limitaciones y dudas de su oscuro guardián. Nolan proyecta dentro de su Gotham fantasmas tan reales como el terrorismo latente, el desencanto, la ambigüedad moral, el pesimismo y la falta de heroicidad de nuestros tiempos. El propio Batman no escapa del bisturí psicoanalítico de Nolan, y se convierte en un ser taciturno, tan alejado como cercano a un enemigo (el Joker) con el que comparte (compartimos) mucho más que cicatrices y maquillaje.

El Caballero Oscuro avanza en su metraje con pulso firme y tono áspero, y dibuja sus mejores momentos en la batalla, ausente y presente, que libran un Batman lleno de dudas, y un Joker que afirma en sus gestos nerviosos su extraña condición de ser humano. Una batalla en la que, a fin de cuentas, el mal le recuerda al bien que no es sino su propia alma pintada de negro.

La madurez de El Caballero Oscuro no pretende deslumbrar ni seducir, pero no por ello evade las pretensiones de una obra mayor. Es difícil valorar si logra serlo. La adoración que Burton profesaba a Gotham y sus villanos convirtió sus dos obras en inolvidables, pero sería injusto desmerecer el gran trabajo de un Nolan que, decididamente, utiliza el alma del cómic para reflexionar sobre cuestiones mucho más profundas. Queda para el espectador apreciarlo, y disfrutar del alma anárquica del amoral Joker en lo que constituye, por desgracia, el último trabajo de un poderoso actor que respondía al nombre de Heath Ledger.

domingo, 10 de agosto de 2008

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José Luis Abajo (Esgrima) - BRONCE

sábado, 9 de agosto de 2008

1...

Samuel Sánchez (Ciclismo en Ruta) - ORO

Comunicado Oficial

Arquero Urbano adquiere el compromiso formal de acompañar al equipo español en las Olimpiadas de Pekin 2008. Para ello, rendiremos tributo a todas y cada una de las medallas logradas por nuestra delegación.

¡¡SUERTE, MUCHACH@S!!

viernes, 8 de agosto de 2008

WALL-E y EVA

La trillada guerra entre la animación digital y la animación tradicional dejó como secuela una incomprensible sospecha sobre la capacidad de la primera a la hora de reflejar emociones en sus personajes. Aunque esa batalla es un sinsentido desde tiempos remotos, bastaría un fotograma de Wall-E para enterrar cualquier debate.

Wall-E es, de entrada, una película exigente para un público tan acomodado como el actual. Más de uno se la perderá por la ausencia de diálogos en parte de su metraje. El inicio de la cinta muestra la Tierra como un mundo desolado, apocalíptico, en el que la vida sobrevive en los ecos lejanos del pasado, y la curiosidad de un pequeño robot (Wall-E) con más pinta de chatarra con vida que de androide futurista. Wall-E dedica sus días a explorar lo que queda del mundo para continuar con sus tareas de limpieza y, de paso, recrear con mimo un museo de todo lo que fue especial en la Tierra cuando había vida. Wall-E y el Mundo. Wall-E y lo que queda del Mundo. Una prueba de fuego en la que Andrew Stanton, director del film, llena cada milímetro de pantalla de gotas de vida sacadas de una botella aparentemente vacía. O, lo que es lo mismo, el inicio de Wall-E constituye, a lomos del simpático robot, uno de los más brillantes monólogos interpretativos que se recuerdan en los últimos tiempos.

Quiero hablarles de Eva. Eva es otra robot. Es femenina, esbelta, sofisticada y curiosa. Es el contrapunto de Wall-E en la superficie. Llega a la Tierra de algún sitio extraño, y le bastan unos segundos para despertar el amor (sí, he dicho amor) de nuestro amigo, iniciándose un desconfiado juego de gato y ratón, que acaba convirtiéndose, como ocurriera en la soberbia Inteligencia Artificial, en un canto a la inexplorada capacidad de sentir que esconden los seres inanimados.

Les hablaría de la segunda parte del film, pero estropearía algo tan necesario para el espectador como el encuentro inesperado con los contrastes. Y Wall-E es, entre otras cosas, un homenaje al contraste. Hay vida en robots, y muerte en una generación futurista de humanos aletargados. El humano es el apocalipsis, y el robot el héroe salvador. Wall-E es el pasado; Eva, el futuro.

Wall-E es, además, un cálido homenaje al ayer y el mañana, a la ciencia ficción (la revisión de HAL despertará nostalgias), a la esencia de una humanidad que se entierra bajo su nauseabunda pereza , y a los propios creadores de un film que parece querer reivindicar la vida animada bajo un traje que parecía negado para la causa. Wall-E es también un personaje entrañable, tierno y que debería ser heredero directo de mitos del calado de King Kong o ET. Wall-E es la enésima demostración de las inauditas habilidades técnicas de los estudios Pixar. Pero Wall-E es, ante todo, una escena. La imagen de Wall-E y Eva persiguiéndose por el universo en un baile imposible, repleto de estelas y unas miradas, las nuestras, que no pueden apartarse de ellos.
¿Saben qué? Wall-E es una de las más hermosas historias de amor que se han visto en una pantalla, y una rotunda obra de arte que merece un sitio de honor en la historia del cine de animación.

martes, 5 de agosto de 2008

Olé

La transición temporal nos dice que tras la noche llega el día. Si lo recuerdan, dejé mis relatos sobre Sevilla en la noche del segundo día. Imagino que esperan que comience estas líneas con el amanecer del tercero. ¿Les importa si doy un salto y viajo unas horas adelante? A estas alturas, habrán comprendido que Sevilla, en el sofocante mes de julio, viste capa de vampiro y abre los ojos tras la caída del sol. Duerme de día, y el visitante ignorante encuentra calles donde la vida se oculta tras las legañas de una mirada demasiado temprana.

Doy cuerda al reloj, y dejo que se detenga en las 12 de la noche. Estoy junto a Jose, en una calle del barrio de Triana, ante un local cerrado a cal y canto. Nos han dicho que en él hay flamenco, cante arraigado, y el ambiente más andaluz que pueda encontrarse en Sevilla. Miramos hacia el cartel, pero no hay más rastro que la fe en la palabra de quienes nos dijeron "Es aquí". Esperamos de pie, pacientes, viendo a pequeños grupos de turistas acercarse con la duda en cada paso. De pronto, alguien levanta una reja desde dentro. Asomamos la cabeza, mientras levantan la segunda. La dejan a media altura, dejando que sólo la oscuridad llegue a la calle. Jose echa un vistazo, y atisba un local pequeño, de iluminación casera, sillas pegadas y aire a cerrado. Pasa un buen rato hasta que podemos entrar. Es real.

Confieso que lo esperaba distinto. Había folklore, pero distinto a lo que imaginaba. Llegué, y vi que el espacio era mínimo. Se podía andar tras la barra, en el minúsculo escenario, y poco más. Entramos con poca gente y ya parecía lleno. Sillas apretadas, con respaldos y asientos llenos de flores, que formaban un raro jardín. Paredes atestadas de marcos, fotos, carteles y santos. ¿Había pared, de hecho? Me levanté, valiente, y fui a la barra a pedir. Dos refrescos, para qué mentir. Me atendió una mujer de aspecto fuerte y vigoroso. Rondaría los 60, y se bastaba para atender a todo el personal. Whisky, cerveza, cubata. Lo que sea. Eché un vistazo hacia las sillas, y vi el juego de luces. Cámara, luces, sonrían.

Volví al asiento, y me sentí extranjero. Pocos españoles habría allí. A mi izquierda, un matrimonio ¿alemán?. A la derecha de Jose, un grupo de ¿ingleses? En el escenario, cuatro ya dispuestos. Cerraron las puertas. La música dentro; fuera, el silencio. Vi a dos con guitarra, uno con pandereta, y otro con el triángulo para acompañar. Empezó la música. Uno de los guitarristas, con voz rota, comenzó a entonar sevillanas y versiones varias. Andalucía se presentaba en forma de acorde sureño, viajando por el poco aire que retenía el local. La mujer de la barra salió de la guarida y comenzó a servir fuera de ella. Abandonar una silla arrinconada era tarea imposible. Pasaron varias canciones, cuatro o cinco a lo sumo. El encanto avanzaba, pero no llenaba el local.

En medio de una canción, la mujer llegó al escenario y retó a un hombre a seguirla bailando. Un paso, un giro de manos, una vuelta, y el arte a rodar. Fue el aperitivo, el entrante a lo que estaba por llegar. La mujer tenía, nombre, y era Anselma. El local era su casa, y nosotros la visita. Anselma elevó su rostro, miró desafiante, y empezó a cantar. Cambió letras, alargó notas, desgarró su voz hasta el fin del mundo y, para qué negarlo, puso a más de uno el vello de punta. Había que acompañarla. Había que gritar ¡olé! y dar palmas como el que más. Tal vez empezamos nosotros, pero el resto nos siguió. Recuerdo a un chico de color, que daba palmas con poco acierto. Se sentó, y se unió a la fiesta. Le daba igual seguir el ritmo, pero sabía, como todos, que Anselma merecía percusión. Y así fue, de madrugada, como Sevilla dejó la calle para meterse dentro de mí.

No creo que quieran saber más del tercer día. Se me olvidó hablarles de una tormenta; de la calle Betis; de los que pescan en la otra ribera del Guadalquivir; de un arcoiris tras la Torre del Oro; del niño del "empaquetaje"; de que Anselma se encaró con alguien, y aún no sabemos con quién; de la loca que nos seguía a eso de las 3. Da igual. Ya hablé demasiado. El tercer día fue una rosa en el cabello recogido, y el barrio de Triana, y la noche, y las palmas y una canción. Fue el viento del sur retenido en un local. Fue Anselma. Fue, ya lo he dicho, Sevilla.

jueves, 31 de julio de 2008

Decir NO puede ser un SÍ a otra pregunta.

Yo digo NO. Que gracias, pero NO. No llevo suelto para el peaje.

Edito, a 05/08/2008. He defendido mi NO.

miércoles, 30 de julio de 2008

El Viaje de Margot

Margot y la Boda, de Noah Baumbach, comienza en el interior de un tren que no sabemos a donde va. La cámara acompaña a un adolescente a lo largo de los pasillos de un vagón. Tras equivocarse de asiento, acaba reuniéndose con su madre, a la que explica entre risas su despiste. Éste sencillo pasaje es el comienzo de un viaje del que desconocemos su destino real, hasta que lo encontramos en el metraje algún tiempo después.

Margot y la Boda bien podía haberse llamado Margot y su Hijo. O Margot y su Hermana. O Margot a secas. El devenir del personaje encarnado por Nicole Kidman marca los tiempos de una película en la que todo aparece manchado de un tono oscuro. Su relación con el resto de personajes siempre viene marcada por algo, llámese obsesión, ambigüedad, intensidad o desconfianza. Es la siniestra sonrisa de las miserias, que vemos al caer a la piscina con el hijo de Margot. El joven parece hundirse sin conocimiento hasta que, al abrir los ojos, se ve a sí mismo arrastrado hacia el fondo, momento en el que, junto al desagüe, atisba la imagen de una rata muerta. Es ahí donde el viaje se define como un pasaje hacia lo pantanoso, hacia los terrenos más insoportables de las relaciones humanas, y hacia un complicado terreno en el que a veces no apetece mirar.

Hay signos de desequilibrio en Margot, de conformismo forzado en su hermana, de mediocridad y turbación en su cuñado, y hasta de autismo consentido en su hijo. Podría seguir, pero no es necesario. Crucen lo que les acabo de decir en unos días juntos, sumen rencillas del pasado, y echen su mente a volar. Margot y la Boda junta a personajes capaces de escalar un árbol y no bajar de él, mostrando que hay viajes de los que es imposible regresar. Es gente que vive el día a día mientras se pregunta si acepta su fracaso, si lo mejor del día es aceptar lo que te ha venido, masturbarse en la soledad de un lecho, escribir cartas como trabajo, o talar un árbol que molesta al vecino.

Baumbach encara la propuesta con fuertes filtros. Uno oscurece el tono general, mientras el otro enfoca con amarga ironía. El resultado es una película difícil para todos. Para quienes la viven y quienes la ven. Es un viaje, otro más que deja a Arquero Urbano como una guía de destinos que no conocemos. Cierro los ojos. Veo a Nicole Kidman corriendo sin aliento tras un autobús. La veo subir y sentarse. Veo a su hijo indiferente, con la cara del que sabía lo que iba a pasar. Ya con la pantalla oscura, vuelve a mí la asquerosa imagen de la rata, hasta que pienso que, tal vez, la estén empezando a dejar atrás.

martes, 29 de julio de 2008

El Legado del Pasado

Un caballo blanco tiraba de una carroza, haciendo que en el suelo sonaran notas de trote y pasodoble. Alcé la vista, y me encontré, entremezcladas como los tonos de un bodegón, las siluetas del Alcázar, la Catedral y la Giralda. Del primero veía el perfil de una columna de piedra, rematada en lo alto por formas afiladas y la alargada sombra de los cipreses. A su izquierda, se dibujaban los perfiles de la Catedral, extendida en un tapiz lleno de cúpulas y fachadas. Y a lo lejos, recortado en el cielo, se eleva el Giraldillo sobre el alminar que lleva a Sevilla a los relatos de Sherezade.

No quiero extenderme en las visitas. Entré, claro que entré. Primero en la Catedral, donde sus vastas dimensiones se me hicieron pequeñas en comparación con su belleza. La recorrimos por fuera y por dentro, hasta dar con sus enormes pilares y sus arcos imposibles. En la capilla, el Sol entra con timidez, por las vidrieras, sin suplantar lo que guardan las velas y la oscuridad. Nos detuvimos frente a santos y coronas de oro; frente a Cristo crucificado sobre una Virgen que llora; frente a los portadores de las que dicen ser las cenizas de Colón. Y recorrimos escaleras para subir a la Giralda. Y sonaron las campanas, dando la hora. Y nos asomamos a ver Sevilla. Y la vimos, pintada de blanco, verde y marrón. Y acabamos en el Patio de los Naranjos, donde parece digno decir adiós.

Llegó la comida, en una terraza. A los postres, llegó un gitano. Se puso a cantar, con voz rota y traje de indigente, desde el otro extremo de la calle. Fue un popurrí, no esperen gran cosa. Nada de magia ni Vientos del Sur. Dejamos el Alcázar para la sobremesa. Tiempo habrá de purgar el error. El Alcázar tiene jardines que no deben ser vistos bajo un sol cegador. Es legado árabe y del detalle, lleno de estancias donde los arcos esconden recuerdos de algún lejano sultán; pero también es herencia cristiana, con patios donde los caballos se arrodillaban bajo mando real. Vimos chorros de agua rompiendo un paisaje donde asfixiaba el calor. Recorrí sus jardines con apatía, sin saber que las 5 de la tarde de una jornada de julio es terreno prohibido en la cálida Andalucía.

Entraron dos visitantes y salieron dos penitentes. El calor se nos metió dentro, y no nos abandonó hasta el final. Salimos por el Patio de Banderas, para recorrer el Barrio de Santa Cruz. Hay allí calles estrechas, aire a viejo y leyenda, y ventanas tapadas por negras rejas. Fue un paseo con la mirada perdida, con el Sol como castigo y la gente sin aparecer. Tanto andamos, que terminamos en el Barrio de la Macarena. Recuerdo iglesias, largas calles y una triste alameda, en la que ni había sombra, ni había persona. Y seguimos andando, y dando vueltas, y Sevilla fue convirtiéndose en pasos dados bajo mis pies. Y tanto andamos, que el Sol acabó por rendirse y dar paso a las sombras. Y la gente salió a las calles. Y la alegría llegó. Y aparecieron las tiendas, y la Plaza Nueva. Y nos dijeron que había música al aire libre en el Alcázar. Y allí volvimos, para recorrer sus jardines de otra manera, y sentarnos a escuchar la voz de dos guitarras que, bajo aquel paisaje, trajeron descanso y armonía.

viernes, 25 de julio de 2008

La Sevilla de Oro y Plata

Si me hubieran preguntado qué esperaba de Sevilla, no habría sabido que responder. Es tal la leyenda levantada entorno a la Capital del arraigo español, que uno podría esperar entrar caminando sobre una alfombra de pétalos de azahar, con el Guadalquivir engalanado, y el lejano olor a la cera deshecha de las procesiones en el adoquín.

Mis primeros pasos en Sevilla fueron errantes. Empezaron en grandes avenidas, bajo un calor sofocante y la ciudad oculta tras juegos que no lograba entender. Allá donde pasaba el río, se levantaban muros para esconderlo. Allá donde buscaba sombra, encontraba la risa ahogada del asfalto. Fue un inicio extraño, con el destino bien lejos y la ciudad como enemiga. Las dudas acabaron al preguntar a un conductor de autobús si iba bien encaminado hacia el hotel. "Póngale número a la avenida, y le diré cómo ir" Me señaló un camino largo, duro para un viajero que empieza a sentirse penitente bajo el sol andaluz de mediodía. Miré a mi amigo Jose, y no tardamos en decir. Autobús hacia destino, y que dejen de sufrir los pies.

Tras llegar al hotel, vimos que estábamos lejos de todo. Sólo el Estadio del Betis, y el vacío de un campo de trigo bajo el enrojecer del Sol. Autobús de nuevo, para ir a comer. Autobús de nuevo, para volver. ¿Primera visita o descanso? Era tal el calor, que Sevilla debía esperar. La piscina del hotel fue nuestro refugio. Allí descansamos del cansancio y el calor. Allí vimos que Sevilla adora jugar. Allí, la ciudad cubrió de nubes sus cielos, lanzó al viento hacia sus calles, y nos dijo que fin del descanso y la fuéramos a visitar.

Empezamos en el Parque de María Luisa, con su entrada principal anulada por las obras, y un paso clandestino como única vía de acceso. El aire y la soledad se convirtieron en guías y compañeros. Vimos al parque lejos del maquillaje, afeado por el vacío y la hostilidad del camino cerrado. ¿Qué ocurría, Sevilla, por qué estabas fuera para mí? Avancé, desesperado, buscando belleza o respiro. Ni rastro de gente. Ni rastro de nada.

El camino se acababa y, con él, el parque. De pronto, dar un paso significó ganarse el siguiente. Algo había a lo lejos. Era una fuente elevada en medio de un círculo enorme, con grandes templos al fondo y rojas arcadas delante. Era la Plaza de España, rojiza en el muro, gris en el suelo, y con el trote de los caballos como música principal. Era el país dividido en ciudades que abandonan su grandeza para ser pequeños bancos en que sentarse, pequeños dibujos que observar y pequeños nombres que contemplar. Me dediqué a caminar, a sentarme en mi Barcelona, a entrar en sus recovecos, y a respirar el primer perfume que me ofreció Sevilla en frasco de cristal.
Abandoné la plaza siguiendo las notas de un bohemio a su guitarra. Dejé las avenidas y tomé las calles. Iba distraido cuando una gitana se me acercó. "Coge el romero y te leo la mano". No la dejé. Mientan o acierten, dejen tranquilo a mi destino. Fue entonces cuando miré a la derecha y noté que el muro era el de la Catedral. La rodeé, y me hallé ante la Puerta del Perdón, con el patio de los Naranjos tras una puerta a derribar. Eso tocaba el día siguiente. Seguí el rodeo y ante mí se elevó un estandarte de piedra, una torre señorial que responde al nombre de Giralda, y que miré de refilón porque también tocaba mañana. Recordé a un motorista, media hora antes, que le decía a mi amigo. "Échale una foto a la Giralda". Siguió el paseo, callejeando por una Sevilla que olía a antigua y amurallada. Fue largo, y acabó en cena y visita a un centro comercial.

Un desvío nos hizo llegar hasta el cauce del río. La noche asomó en ese momento, y llegó el turno de dar las gracias. El Guadalquivir nos sorprendió, y apareció elegante y plateado bajo la noche, y no brillante y cansado bajo el altivo Sol. Me detuve, y vi que los puentes eran coronas en la enorme melena del río. Que las aguas reflejaban las luces de la ciudad. Me fijé en los matorrales, en las sombras, y en el invisible volar de su brisa perfumada. Llegaron la Maestranza y sus olés. Llegó la Torre del Oro, con su ocre, sus cañones y su graciosa robustez. Llegaron las palmeras, las sombras de la noche, y el eco de algún poema escrito en las orillas del río andaluz.

Y llegó Sevilla, la de verdad, la hermosa y sofisticada, la que jugó conmigo durante un día para acabar vestida de princesa, y mostrarme un joyero en el que descansan recuerdos de muros de oro y ríos de plata.

jueves, 24 de julio de 2008

Viajar

Volver del Sur me ha hecho entender que un viaje no es una obra dividida en ida, estancia y regreso. Un viaje es un horizonte que se va definiendo al avanzar. Andalucía fue el blanco lienzo donde tracé mi propio retrato; donde supe que mi destino no era el suelo en que aterricé. Allí, cegado por el Sol, solitario en compañía, y acompañado en soledad, inventé una estrofa sin rima ni armonía, donde se dice, a fin de cuentas, que los viajes, viajes son.

Donde creí caminar por avenidas y jardines,
resonaron los pasos de mis anhelos.
Donde creí ver Alcázares y Catedrales,
capté el destello de mi pasado.
Donde creí sumergirme en agua salada,
penetré en mi propia oscuridad.
Donde viajé, a fin de cuentas, es algo que sólo yo sé.


¿Firmar el poema? No tengo tinta. ¿Gritarlo? No tengo voz. Echen su mirada arriba, y si algo brilla, digánmelo.

domingo, 13 de julio de 2008

Cerrado por Vacaciones.

Debido a mi retiro estival, el blog queda cerrado hasta mi regreso. Sed buenos.

sábado, 12 de julio de 2008

El Alemán

Empezaba el barbero a cortarme el pelo cuando un hombre entró en la peluquería. Era alemán, pero de los de tópico y chiste fácil. Rubio y con la piel más roja que los mofletes de Heidi. El barbero y él se conocían. No mucho, pero lo suficiente. Empezaron a intercambiar palabras en un castellano que se tornó difícil para el germano. La conversación giraba sobre pollo asado, patatas y similares. El barbero insistió en que el pollo se come con patatas. Es una filosofía. Pronto llegó la esposa del individuo. Unos treinta y cinco, buen bronceado y mucha conversación. La charla pasó a ser cosa de tres. Yo, en silencio. Pusieron a caldo a la solterona del estanco. "Se le pasa el arroz", dijeron. "No es tu tipo, ¿verdad cariño?" . "¿Cómo? ¿Tipo?"

De pronto, el alemán sorprendió al personal, se levantó, cogió la escoba y empezó a barrer. Como lo oyen. Barrió mis pelos, esos que comenzaban a ensombrecer el suelo de la peluquería, con estilo y convicción. "Tómate un café", le dijo el barbero. Tal vez no lo entendió. Me incorporé a la conversación. Un hombre que barre mis pelos merece que le dirija la palabra. Hablamos de fútbol. La mujer se defendió. Soltó nombres a diestro y siniestro para demostrar que sabía de qué iba el tema. El alemán cogió su cámara de fotos. No miento. Le hizo una foto al barbero y creo que fui daño colateral. Con el corte de pelo acabado, dije adiós. Encantado.

jueves, 10 de julio de 2008

Mire

Abra sus ojos. Vea. Rompa el velo. Mire.

Aquí está, en primera línea. Todos le ven. Dígales algo. Hola estaría bien.

¿Y tu, te ves?

miércoles, 2 de julio de 2008

Noticia del Día

Collateral dejó en nuestro recuerdo una historia imposible. Un hombre recorrió en metro la ciudad de Los Ángeles varias veces, sin dejar su asiento. Nadie se extrañó. El hombre había muerto. Hoy hemos descubierto la siguiente noticia:

"Una mujer muere en un hospital tras 24 horas esperando que le atendieran"

La humanidad. O miles de millones de seres cuyas miradas suelen perderse en los espejos.

lunes, 30 de junio de 2008

¡Viva España!, por un catalán. (O Visca Catalunya!, por un español)

A España le dijeron "Que gane el mejor". Entendió la frase de tal forma que ganó con la autoridad de un ser superior. El deporte tiene la virtud de unir voces en grito, exaltar emociones y lanzarlas en todas las direcciones a miles de kilómetros por hora. España lució sus mejores galas para emocionar. Equipo joven, atrevido, descarado, ilusionado. Todo con un viejo al mando que sabe lo del viejo y lo del diablo.

Quisiera hablarles de patriotismo. Un catalán neutral lo tiene jodido para ser patriótico. Mire donde mire, encuentra ofensas e intolerancia. El catalán acusa al español de represivo; éste al otro de insurrecto; aquel responde con el despotismo, y acaba como victimista. Quien les escribe ha oído demasiado al respecto. Tanto, que ha terminado por cansarse de España, de Catalunya y de la madre que las parió. Pido perdón. Les cuento. Ayer, por enésima vez en mi vida, parecía que tenía que elegir. Acabó el partido y escuché "Que se jodan los catalanes". Cambio de dial, y sale uno "Yo no celebro el triunfo de los dictadores". Había algo raro en el ambiente. Más ánimo de ajustar cuentas que de celebrar. Más rabia que euforia. ¿Saben qué les digo? Que, por enésima vez, me niego a elegir.

Yo celebré la victoria de España por identidad. A estas alturas, no espero que el himno me ponga el vello de punta. Son otras sensaciones las que lo consiguen. Estuve feliz porque me veo más en esos chicos que en otros. Porque hablan como yo. Porque han crecido viendo lo que he visto yo. Porque compartimos costumbres. Supongo que si hubiera jugado Catalunya, me habría alegrado igual. Soy catalán y español; español y catalán. Mi sangre es un mar donde mueren ríos de ambas partes. No voy a dejar secar uno por los demás. Todos son mi vida, mis raíces y la esencia de lo que soy. Sigan celebrando, o no. Pero respeten, por favor.

viernes, 27 de junio de 2008

El Precio de Ser Autor

Una de las más desasogantes sensaciones que dejaba Los Pájaros era la imposibilidad de entender el por qué de lo que veíamos ante nuestros ojos. El Incidente, rodada 45 años después por M.Night Shyamalan, recupera la esencia de la legendaria película de Alfred Hitchcock, para ofrecer un inquietante y demoledor relato sobre la angustia que produce defenderse ante aquello contra lo que no se puede luchar.

Shyamalan ha construído su cine sobre unos cánones casi sagrados en su concepción, y que van desde la tristeza y frialdad que emiten los nublados escenarios de sus películas, hasta una inquebrantable obsesión por ser identificado como autor. Lejano del Hollywood más efectista, el director hindú sigue siendo austero en la forma, sutil en el discurso (ha disfrazado notables discursos sobre la fé y el vacío de películas de terror), elegante en la puesta en escena y abrumadoramente brillante en la recreación del misterio. Poco habrán servido las críticas que se llevó por la incomprendida "La Joven del Agua". Shyamalan ha decidido pasar a la historia como Shyamalan y no como uno más. Es obvio que su desafío tendrá consecuencias, pero al menos ha logrado que le reconozcamos en cada pasaje de sus obras.

En El Incidente, Shyamalan sigue sin claudicar. Basta una escena para saber a qué nos enfrentamos. O mejor dicho, para no saberlo. Es la crudeza del suicidio inexplicable. Es la angustia de huir y no saber qué hacer. Es un camino de difícil final. Es poner a prueba a un espectador que abandona el cine con sensaciones que mezclan la perplejidad, la desesperación y la hipnosis. Hablemos de reminiscencias. Igual que en Los Pájaros, lo mejor para Mark Walhberg y los suyos es huír y rezar para que la muerte pase de largo. Igual que en Los Pájaros, el ser humano se siente impotente ante la indiferente voracidad de la naturaleza. Igual que en Los Pájaros, el metraje avanza aprisionando el aire de los pulmones, haciendo de la tensión un compañero inseparable. E igual que en Los Pájaros, nos vamos incapaces de entender el por qué de la tragedia.

El Incidente puede tener lecturas ecologistas. La naturaleza se harta de la destrucción y nos invita a autodestruirnos para saber lo que se siente. Puede que haya quien opine que es la enésima broma de un Shyamalan que explota fórmulas anteriores sin ningún disimulo. Mi lectura es distinta. Arquero Urbano cree que estamos ante una nueva oportunidad para degustar el extraño y estimulante estilo de uno de los grandes autores que dejará el cine contemporáneo. Yo no la dejaría pasar de largo.

martes, 24 de junio de 2008

El Reloj de Arena

En un bazar en medio de ninguna parte, encontré un pequeño reloj de arena. Era tan frágil y bello como el reflejo de un glaciar. Igual que la sedienta gacela que bebe sin atisbar el peligro, llevé mis piernas hacia él, hasta cogerlo y girarlo en el aire. Miré en su interior, viendo como la arena eternizaba cada segundo y acariciaba el interior del reloj. Bastó un breve destello en el cristal para cegarme y hacerme sentir el palpitar que anuncia la muerte. Mi vida al revés, con el vértigo del último día. Quise recular. Creí que el mismo giro detendría el tiempo. Me equivoqué. Ya era tarde.

Pasó el tiempo. El olvido me hizo sentir su compañía hasta traicionarme. El reloj seguía allí, olvidado en un rincón. Un día, me acerqué movido por mil locuras y ninguna razón. No sé si tropecé con él o lo busqué. Sé que volví a cogerlo, suspirando por un palpitar. Inconsciente, me dejé vencer. Entregué mi vida, el paraíso y la eternidad. No volví a ver el reloj, pues ya era parte de él. Me convertí en arena arrasada por el viento. La cuenta atrás había empezado para no acabar jamás.

Hoy, mi arena reposa tranquila, sepultando lágrimas, recuerdos, y esperanzas. Me pregunto si hay tiempo para una nueva cuenta atrás, pero que sea la última, por piedad.

lunes, 23 de junio de 2008

Rajoy: Jaque al Rey

Las últimas elecciones generales pintaron un escenario político en el que el Partido Popular, tras sufrir su segunda derrota consecutiva, quedaba expuesto a una guerra de poder, un polémico posicionamiento, y un incómodo aislamiento en la vida política. La figura de Mariano Rajoy, líder político del partido, quedaba seriamente dañada. Se le empezó a acusar de mal gestor, de haber acabado un ciclo, de haber fracasado. Hacer balance a nivel interno implicaba reconocer que no todo se había hecho bien. Pronto se planteó una disyuntiva, que dividía los motivos de la derrota en dos versiones,

A - Fin de ciclo, sin definir el ciclo por cierto (¿El de Rajoy o el de Aznar?)
B - Posicionamiento erróneo (O la ocupación de la derecha entregando el centro)

España, como ya hemos comentado en alguna ocasión, alberga un electorado cuyas proporciones no están todo lo definidas que requeriría un juego con cartas marcadas. Teniendo clara la existencia de votantes de izquierda y derecha que dificilmente cambiarán su voto, se abre una guerra cuyo objetivo es el electorado de centro. El centrista toma una decisión que puede depender de detalles, y que le define como un ser más cómodo en la moderación que en el extremismo. Quien hizo esta lectura pudo concluir que uno de los errores más evidentes de la última etapa del Partido Popular fue el uso de un tono excesivamente extremo en sus planteamientos. De moderación a radicalización. Del centro a la derecha. Sin matices. A cara descubierta. ¿Sirve eso para fidelizar? Sí. ¿Sirve para ganar unas elecciones? Difícilmente.

La derrota de Rajoy fue clara, pero no humillante. No lo suficiente como para venir seguida de una dimisión irrevocable. Hubo quien le esperó con el disfraz de chacal, pero Rajoy sorprendió al personal, aguantó el envite, y desafió a históricos de su partido al apostar por un cambio de tono como solución al fracaso electoral. El gallego insinuó nuevas líneas maestras: un partido más abierto, menos crispado, más moderado. En definitiva, más dispuesto al diálogo y menos a la batalla. Ello implicaba acercamientos, y acercarse a todos no fue bien visto. ¿Nacionalistas, socialistas, una mesa y dialogar? ¡Jesús!

El giro del partido y la previa lectura de la derrota pusieron en tela de juicio la labor de algunos nombres. Cuadro de honor para Acebes y Zaplana. La situación trajo nombres a los que esperábamos con impaciencia. Esperanza Aguirre tomó el mando público de la oposición. Planteó, de forma subterránea, una alternativa liberal, vistiendo de ruego democrático lo que para muchos era ambición. Pidió un proceso (legítimo, para qué negarlo) democrático para elegir al nuevo líder del partido. Órdago grande, que Rajoy ha ido liquidando para perpetuarse como cabeza de un partido que, a pesar de no cambiar de líder, ha cambiado de vestido. Le bastó con pedir que dieran la cara, que se presentaran, que buscaran avales, para apagar el fuego. Al menos, por el momento.

Rajoy, que sale de ésta sorprendentemente fortalecido, abre una era que, sobre el papel, lleva al PP a caminos que nunca debió abandonar. Si es el regreso al centro, España está de enhorabuena. La misma España que, no nos engañemos, ofrece, con su incipiente crisis, una inmejorable oportunidad al partido de Rajoy para volver al poder dentro de cuatro años. Si Rajoy impide fugas carismáticas como la de Esperanza Aguirre (que ha quedado tocada), y retiene al electorado que vota al Partido Popular por ser el Partido Popular, podrá vanagloriarse de redondear una jugada en la que, por encima de todo, ha buscado un jaque al rey; el fin de un fantasma que le ha acompañado durante ocho largos años, y que lleva el nombre de un José María Aznar que debería subir a un tren hacia el olvido que merece.

miércoles, 18 de junio de 2008

Crisis Urbana

Perdidos en el laberinto semántico que enfrenta a la crisis y la desaceleración, los ciudadanos contemplan la situación de España a pie de calle, con un ojo puesto en el bolsillo y otro en la sección de economía.

Me gustaría hablarles de Juan, mecánico para más señas. Puedo decirles que Juan no entiende de números ni porcentajes. No sabe qué es crecer al 3% o al 0,50%. No sabe qué es recesión o apocalipsis. No mira las cifras del paro. Ni las del crecimiento sostenido. Sabe, eso sí, que cada vez le pagan más tarde. Que cuesta más llenar el carro de la compra. Que el jefe anda raro, la empresa va mal, y que eso puede ser despido. Que cada año sube la hipoteca, mientras su piso vale menos. Que la voz del "no pasa nada" se va quebrando. Que España ya no es tierra de oportunidades y sí infierno del que escapar. Al menos eso dice Mario, su compañero.

No sé si venderles esperanza por cuatro perras mal ganadas. Es evidente que tras la crisis (ya lo digo yo) actual hay una parte que nos afecta por estar en medio de la fiesta. El petróleo, las chapuzas, la ambición y el miedo han puesto el capitalismo patas arriba. Es una descripción facilona, pero desgarradoramente real. Intuyo que algún día se invertirán los polos históricos, y que los pobres se darán cuenta que pueden ser ricos, y los ricos que ya no hay margen para crecer más. Tal vez alguno ya lo imagina. Tal vez el día esté cerca.

Hablemos de casa. España construyó su casa sobre pilares robustos, pero inestables. El ladrillo tiró del carro mientras hubo carro del que tirar. Cuando el camino se acababa, nadie dio la voz de alarma. "Callad, recoged, acumulad y Dios dirá". Y hasta que duró. La casa se vino abajo, y con ella el vecindario. Se paró el ladrillo, y el país. ¿Qué ocurre ahora? Que tiemblan todos. Sufre el promotor, que no vende. La inmobiliaria, que vende menos. El banco, que empieza a vérselas para cobrar lo que se le debe. -¿Víctimas? Culpables. Éstos al menos.- Permítanme seguir. Sufre la empresa, que ve al banco cerrar el grifo. El trabajador, que ve a la empresa sin dinero y su puesto en el alambre. El comerciante, que ve como baja el negocio. Y en medio, el carpintero, el pintor, el fontanero. O el inmigrante, al que se le invitó a participar de la fiesta, a beber y a bailar. Trabajo, venta de pisos, Seguridad Social. ¡Qué bien iba todo! Ahora hay tornas giradas. ¡Que se quede a lavar los platos!

Hay más. Ya saben que han subido los precios. El petróleo marcó territorio. Más por vigilancia que por agotamiento. El que lo tiene ya no es tonto, y ha dado un golpe en la mesa. El efecto ya lo conocen. Se llama inflación, pero el apellido, más conocido, es que todo está más caro. ¿Y qué hacen para arreglarlo? Suben los intereses. ¿Y qué pasa? Sube la hipoteca. Más aún, sí. ¿Qué tal pinta el panorama? Mal. Donde antes se presumía de crecimiento, ahora se ruborizan por otras cuentas. Como la inflación. Como el paro. Como España en sí misma. Hoy leí el término "Crash" en el Financial Times. Hablaban de nosotros.

¿Qué queda? Reinventarse, hacer los deberes. Prueben a juntar a los que saben (alguien habrá, digo yo) y busquen soluciones RESPONSABLES. Ser maduros, sinceros, RESPONSABLES. Les diré más. La responsabilidad parte del respeto al que te diriges. Cierto es que el ciudadano necesita ser reeducado. Es caprichoso e inconsciente, pero es peor tenerlo engañado que hacerle colaborar en el ejercicio de hacer las cosas bien. Un país se sostiene entre todos. Se construye entre todos. Lo malo es mirar al que manda y verle desbordado, con ganas de entrar en un bunker, y ver si pasa el chaparrón. Y en el bunker, como sabrán, no cabemos todos, ni la mitad.

Hubo mala gestión de la abundancia. Se perdió la oportunidad de invertir en una España moderna, y no en un Arca de Noe que navega a verlas venir ante el diluvio. Sonaban bien los números, y se dio por hecho que no había que tocar nada. Crecimos sobre el papel, sin tapar carencias enormes que siguen ahí, mientras ciertos sectores se encaminaban a la sobreexplotación. Me pregunto por qué no hubo flujos entre unos y otros. ¿Por qué sobra gente en la construcción y falta en áreas tan básicas como la estructura judicial, la sanidad, la seguridad o la educación? Vimos hace poco que había cientos de expedientes por tramitar en los juzgados. ¿No podemos formar a alguien para que archive, colabore, ayude con el papeleo? ¿No es esto extensible a mil ámbitos?

¿Hemos vivido engañados? Pongamos un ejemplo, y considérense invitados a la reflexión. El paro era relativamente bajo. Cifras históricamente bajas. ¿Miró alguien más allá? ¡No! A la vuelta de la esquina estaba lo siguiente: precariedad, desmotivación, contratos de obra y servicio, basura perfumada. Había trabajo, pero ¿qué clase de trabajo? ¿Se lo preguntaron? ¿Iba bien o lo parecía?. Ahora toca hacerse preguntas, las pasadas, las presentes y las futuras. Toca reinventarse, y ello implica mirar dentro y fuera, corregir errores, pedir explicaciones, tomar medidas, y salir de ésta como se pueda. Vivimos en el Mundo y, si en el Mundo pintan bastos, lo pasaremos mal. Pero si encima salimos a la guerra en calzoncillos, hay que mirar al general e invitarle a la reflexión.

Termino. Lo peor de esta situación es el cúmulo de sensaciones. Más que el "estamos jodidos", preocupan el "lo peor está por llegar" y el "cómo carajo saldremos de ésta". Lo mejor es que hemos salido de muchas, y que saldremos de ésta. ¿Cuándo? Ojalá lo supiera.

lunes, 16 de junio de 2008

Teoría del Disimulo

Tras salvar un tropezón, el ser humano acelera el paso.

sábado, 14 de junio de 2008

Punto de Encuentro

Llegué al punto de encuentro sobre las 9 de la noche. Decenas de personas por doquier. Poco espacio en la acera. Llega un ciclista. Debe recular. Pasar implicaba pedir paso; rozarse contra los demás o la pared. Todos miraban el reloj. Cada hora, cada minuto, cada segundo. Les vi tensos. Fumaban caladas nerviosas, de impaciencia. Miraban el teléfono una y otra vez. Tarareaban canciones porque sí. Había que seguir la espera. Ya llegarán. Que pase el repartidor. Quiero algo para leer. Publicidad. Da igual.

Miré alrededor. El primer grupo lo formaban cuatro personas. No llegué a ver al quinto porque me fui antes. Eran jóvenes, de estilo alternativo, agresivo. Rastas en el pelo, colores vivos, ropa negra. Dos chicos, dos chicas. Charlaban, fumaban, reían. Poco interés. El segundo era peculiar. Unas 20 mujeres de mediana edad. Goteo incesante. Besos a repartir. Tiempo sin verse. Antiguas alumnas de un colegio, creí entender. "¿Qué tal, como va todo?". "Estás igual, querida". "No te habría reconocido nunca". Normal. Corrillos, como en clase. Ayer los dibujos, hoy el trabajo. Faltaban dos por llegar. Se debieron arrepentir, o perder. O ambas cosas. Paso al tercero. Grupo heterogéneo. Tal vez compañeros de trabajo. Lideraba el mayor. Bromas típicas. "Dile que está muy guapa". Sonrisas forzadas, que sólo se ven desde fuera. Había solitarios, también. La chica que taconeaba sin cesar. La que miraba a su derecha. Yo.

Las 9:20. Me voy.

viernes, 13 de junio de 2008

Cemento Muerto

El transportista decidió ir a la huelga, y dio sentido a la ciudad.

Cemento muerto y estéril, si no hay carros que lo surtan de vida.

domingo, 8 de junio de 2008

Ambición Registradora

La sociedad contemporánea se caracteriza por un apetito voraz que la lleva a querer registrarlo todo. Sea cual sea el calado o naturaleza del acontecimiento en cuestión, la proyección imparable del vídeo doméstico (consolidado como gran formato comunicador del momento), y la ambición irrefrenable del periodismo morboso han llevado a la humanidad a tener acceso a un megalómano archivo en el que todo, o prácticamente todo, queda grabado para deleite de todos nosotros. En [REC], hábil experimento del tándem Jaume Balagueró-Paco Plaza, esta premisa podría explicar que la cámara sea la indiscutible protagonista dentro de una película de terror que bebe directamente de dos clásicos modernos como 28 Días Después y El Proyecto de la Bruja de Blair.

Si uno examina el metraje de [REC], observará que, dentro de la ratonera en la que se convierte el escenario de la película (vestida de telerealidad), la obsesión porque la cámara de Pablo (portador de la misma) lo registre todo, iguala, y hasta supera, la humana ambición por sobrevivir y escapar con vida de una situación tan límite como la que se vive en el film. No parece arriesgado, pues, pensar que la piedra filosofal de [REC] sea, por encima de la innegable intención de aterrorizar al espectador, una irónica y mordaz crítica a unos medios de comunicación que han arrasado cualquier sentido de la moral y la lógica en el desarrollo de su trabajo. ¿No creen ustedes que la histeria y ambición de Manuela Velasco son proyectables a las que podríamos esperar de un reportero de cualquier programa televisivo que puedan imaginar?

Dejemos la filosofía, y pasemos al cine. Seré breve. [REC] es imperfecta, pero funciona. Es nerviosa, oscura e intensa. No tiene una buena historia (tal vez ni la necesita), pero se defiende, desde el histrionismo más extremo, con una buena ejecución de recursos como el fuera de campo, los sustos, la claustrofobia y, sobretodo, un habilidoso y creciente uso de la tensión (que finaliza con un clímax que transportará a muchos de ustedes a los dominios de El Silencio de los Corderos) que la lleva a agotar al espectador en apenas 70 minutos. Suficiente, para servidor, a la hora de forjar una notable película de terror.

Hay un tipo de cine, funcional y resultón, que sale de vez en cuando al rescate económico del cine español para salvar los números de la temporada. Se trata de hacer, con unos mínimos de calidad, lo mismo que hacen en otros países, pero con la única e importante diferencia que implica hacerlo aquí. [REC] podría entrar dentro de esa definición. No implica un salto cualitativo, ni una reivindicación artística, pero sí que constituye un buen ejercicio de marketing y funcionalidad bien ejecutada.

viernes, 6 de junio de 2008

Sueños

Desconozco si en ellos zurzo los retales de mi vida. Si camino en el pasado o el futuro. Si es lo que pudo ser de haber girado aquella vez. Dicen que no se recuerdan las caras de los soñados, pero juro que sé con quién me he cruzado. En ellos he volado, he sido quien soy, quien no soy, y quien habría querido ser. En ellos tuve miedo a ascender y a descender. En ellos he muerto y he visto morir. Ensangrentado y enamorado. En ellos robé besos por los que suspiré despierto. En ellos había final feliz. O tragedia griega. De ellos despierto cada mañana. A veces aturdido, palpitando el corazón. A veces dichoso, acallándolo. A veces recuerdo, a veces olvido, pero siempre se van para volver.

miércoles, 4 de junio de 2008

Hastío

Hastío es estar harto. Hastío es lo que viene tras la última gota. Hastío es desilusión. Hastío es frustración. Hastío es tristeza. Hastío es vacío de vida. Hastío es el empacho del que asiente. Hastío es llegar, mirar alrededor y bajar la vista. Hastío es que da igual cinco minutos que cinco horas. Hastío es empezar mal el día y terminarlo peor. Hastío es la antesala al golpe de timón. Hastío es la mano que te hace girar. Hastío es irse para no volver. Hastío es un portazo a las miserias de la rutina. Hastío es decir que se acabó. Hastío es empezar. Hastío es rebelión. ¿Hastiado? Ven conmigo.

domingo, 1 de junio de 2008

Por H o por B

Arquero Urbano emprende una labor de investigación, para dar respuesta a una de las grandes dudas existenciales del idioma español: ¿Por qué utilizamos la expresión "Por H o por B"?

Premisa inicial

La expresión Por H o por B se utiliza para hablar de algo que hemos dejado por imposible debido a su dificultad.

Ejemplo práctico

"Por H o por B, nunca entrego los informes a tiempo".

Explicación: La Ortografía B/V - H/NO H - del Caso Particular al Caso General

Analicemos dos de las grandes dificultades que encierra la ortografía española.
  • Decidir si una vocal va precedida por H, o no.
  • Decidir si una palabra se escribe con B o con V.
No es atrevido asegurar que, en muchas ocasiones, cometemos fallos ortográficos por causa del uso incorrecto de las letras H y B. En aplicación de la frase hecha que da origen a esta explicación, podemos enunciar que Por H o por B, acabamos escribiendo erróneamente una o varias palabras.

Si extendemos el concepto explicado anteriormente al vocabulario general, obtenemos una convincente explicación del uso de la frase "Por H o por B".

Espero que les haya resultado interesante.

jueves, 29 de mayo de 2008

Amarillo

Amarillo era un camino pintado en medio de Barcelona. Unía verde y azul. No estaba el Hombre de Hojalata. Ni Dorothy ni Toto. Ni el blanco y negro. Ni el Arco Iris. Sólo gente andando al mismo paso, como hormigas en comitiva. Irían en busca del Mago de Oz.

Amarilla era la blusa. Y el escote. Y el capricho. Y el albor de unas mejillas ruborizándose. Era divertido mirarla. Forzaba la conversación, mientras frenaba el peligroso oscilar de sus senos con las manos. Voz titubeante y mirada segura. ¡A mis ojos vuestras miradas!

Y Amarillo era el fin de una estaca clavada en tierra mojada. Invisible para el pintor que captura paisajes. El patito feo de una arboleda. No hay rastro de miradas en la corteza. No la adornan ramas, ni follaje. Nadie mira más allá. Puede haber una fuerte raiz. Tal vez un futuro de verde y nidos de gorrión. Tal vez el duque del bosque gris. Y ya que hablo de gris, así era el cielo. Hay tanta sed en la tierra, que ya se secó la sequía.

martes, 27 de mayo de 2008

Cobardía

Cobardía es una palabra que empieza por Si...

domingo, 25 de mayo de 2008

En Busca de Indiana Jones

La primera escena de En Busca del Arca Perdida mostraba a tres hombres de espaldas, adentrándose en la selva amazónica, en lo que parecía ser la búsqueda de algo. La cámara, selecta y caprichosa, usurpaba el rostro de dos de ellos, pero dejaba el del líder de la comitiva a buen recaudo. Sólo veíamos lo que Spielberg quería mostrar. El reverso de un aventurero. Su sombrero. Su látigo. Su decidido caminar. ¿Quién era ese hombre? Lo supimos cuando desaparecieron las sombras, cejó la resistencia, y el misterio se hizo rostro. Comenzaba un mito. Era Indiana Jones.

Casi veinte años de descanso son muchos. Incluso para Indiana Jones. El regreso del arqueólogo al cine se ha visto afectado por demasiados factores. Demasiadas expectativas. Demasiadas noticias. Demasiado dato por contrastar. Así, su cuarta aventura vivió mucho antes de tener vida. Estaba en nuestras cabezas, en los textos de los críticos. Que no nos falle Indy, decían algunos. Que rescate al cine de aventuras como hizo siempre con sus reliquias. Es el error del que se pierde el encanto de una tercera cita por creer que será igual que la primera. Es la paradoja del poeta. La dama vendrá vestida de otra forma, cambiará la conversación, no sorprenderá como el primer día, pero la reconocerá y se dará cuenta que sigue siendo ella.

No quiero confusiones. No voy a ser condescendiente porque sea Indiana Jones. Reconozco que esta entrega es imperfecta. Tal vez sea falta de peso en el guión. La historia, que no desvelaré, está lejos de la consistencia de las búsquedas del arca o el santo grial. Incluso hay algún exceso, tirando al final, que en nada la beneficia. Falta también algún aditivo. Supongo que es el recuerdo de Sean Connery. El escocés, haciendo de Henry Jones Senior, es uno de los mejores secundarios que ha dado el cine de aventuras. Sería injusto agarrarse a ello. Aquí están la flor y la nata del cine actual. Está el prometedor Shia LeBeauf, opositando a coger el relevo de Ford. Está John Hurt, tirando de oficio y comedia. Y Cate Blanchet, tan mala como irresistible.

En honor a los que aman a Indy, diré que En Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal hay nostalgia. Hay labor de arqueólogo para el espectador. Busquen la esencia de la saga. La nostalgia arranca en una poderosa estética de cine clásico, y termina en matices imposibles de despreciar. Alguno estará tentado a pensar que la película funciona por detalles. Por ser Indiana Jones. Yo sonreí demasiado. El plano del Arca Perdida. Ford reencarnando a su padre, mientras asiste con gesto serio a los excesos del joven Mutt. El encanto de Marion. El omnipresente sombrero. Y, sobretodo, esas escenas imposibles, que uno querría que no terminaran nunca, en las que Indy y los suyos, pase lo que pase, se las ingeniarán para vencer a los malos y arrancarnos una interminable sonrisa. Ese es el sentido de esta entrega. No es más que la nueva aventura de un héroe que, para desgracia de sus detractores, vive en la más lujosa mansión de los sueños del celuloide.

Proyección y Reflejo

Quienes hayan seguido los pasos de Arquero Urbano, habrán notado altibajos, tanto en la cantidad como en la calidad de los textos. No se sorprendan. Crear dejó de ser sencillo. El narrador no siempre tiene algo que decir. Puedo sentarme a esperar, o compartir las migajas con ustedes. Últimamente no puedo dejar más que pedazos de pensamientos que pasan por mi mente. Los pasajes son cortos, pues cortas son las reflexiones. Doy las gracias a un autor, me miro en un espejo, observo. Tal vez no me apetezca pensar. Si me extendiera, hablaría de frustración, anhelo y nostalgia. Me sorprende lo que echo de menos y lo que valoro. Me sorprende negarme a ser quien era. No he visto mi proyección, mas sí mi reflejo. Y mentiría si no les dijera que me atormenta.

Buenas noches

lunes, 19 de mayo de 2008

Cicatriz

Cerró los ojos, y se vio a sí mismo buscando una salida. Había cristales a su alrededor, que cortaban la piel al menor movimiento. Había olor a quemado, penetrando en su ser amenazante. Había sangre esparcida, pintando manchas rupestres. Dejó de recordar, y buscó un tiempo aún más lejano en el tiempo. Fracasó, y volvió al presente. Se llevó la mano al rostro. Notó algo distinto. La piel ya no era uniforme. Había algo rugoso, abierto, donde se hundían sus pequeños dedos. Tenía el sello de la eternidad, de lo irreversible.

Abrió los ojos, retiró la sábana y salió de su cama. Se miró al primer espejo. Buscó un tiempo sin cicatriz, mas no lo encontró. Usó un pincel invisible para dibujar las líneas de su rostro. No se acordaba. Era distinto, y se dio cuenta que debía aprender. Aprender a aceptarse. A vivir con ello. A que un pie encharcado siempre estará mojado. A que un soldado nunca vuelve de la guerra sin ella como compañera. Ese soldado era él. Y también su cicatriz. Y el ayer. Y el hoy. Y el mañana.

lunes, 12 de mayo de 2008

A Fuego Lento.

Estoy sentado en un restaurante, esperando a ser servido. Veo que todos tienen su vida sobre la mesa. Pregunto por la mía. Se está haciendo a fuego lento. Muy lento. Pasa el tiempo, y noto que pierdo el apetito. Miro alrededor. Un plato elaborado. Una degustación. Una cata de vino. Un hueco vacío. Sólo el blanco del mantel. Tal vez no sea mi restaurante. Me levanto de mi silla. Pago la cuenta. Me voy.

sábado, 10 de mayo de 2008

Llueve en Barcelona


Tras llover en Barcelona, huyó la ciudad. Y con ella, asfalto, calles y aceras. Barcelona es un mar lleno de almas a la deriva. Y de jolgorio. No hay agua para beber, y sí muchas charcas que llenar. No todo es vida. Han construído un cementerio de paraguas, abandonados a su suerte tras quebrarse, y ser incapaces de resguardar a su portador.

Llueve. Y Barcelona es desliz, y no paso. Es gota de agua, y no rayo de sol. Es caminar por dentro, y no por fuera. Es salpicar. Son dos botas y un chubasquero. Es mojarse. Es cobijo, y libertad. Es soltar la capucha y mirar al cielo y dejarse mojar. Es ir al mar embravecido y aguardar la calma. Dicen que mañana lloverá. Y que muchos más paraguas morirán.

viernes, 9 de mayo de 2008

Buenos Días

Hoy leemos la prensa. Desayuno con el siguiente titular, del que poco hace falta decir.

"UN HOMBRE QUE ABUSÓ DE SUS DOS HIJAS RECUPERA LA PATRIA POTESTAD"

Reflexiono sobre la Justicia. Debería ser el marco que nos ampara para asegurar que nuestros comportamientos, además de humanos, sean correctos. En otras palabras; para estar seguros. Algo falla cuando hay que leer un titular así. Vayamos más allá. Hace poco supimos que hay 270.000 sentencias pendientes de ejecución en España. Trasládenlo a términos de inseguridad. De criminalidad potencial. Buenos días.

lunes, 5 de mayo de 2008

Gloria


El blanco se ennegrecía con el barro. Se enrojecía con la sangre. Se hacía piel entre azotes de lluvia. Faltaban minutos. Faltaban segundos. Era imposible. Había que vestirse de héroe. Era su momento. Eran uno menos. Me olvidé del ensangrentado. Eran dos menos. Daba igual. Apostaron a cara o cruz. A ganar o perder. A convertir cinco minutos en un libro de gloria y victoria. Acorralaron al campeón, y éste se revolvió lleno de furia. Fue silencioso en el primer golpe. Directo, breve, dañino. Apenas se abrazaron. Se miraron. ¿Queréis ganar tanto como yo? Se contestaron sin usar la voz. Fue una mirada. Fue un loco defensa retando a todo un equipo. Fue un africano, a su lado. Fue un argentino. Fue Gardel, en el tango. Fue Maradona, en la gloria. Fue Frodo, en el imposible. Fue el Che, si me apuran. Fue Higuain. Fuisteis vosotros. Fuiste tu. Fui yo. Le dimos todos. No fue el pie. Fue el alma. Metió el balón. Y al portero. Y lo sacó todo. Sacó el grito, el abrazo. El tuyo, el mío, el nuestro. Se vistió de Real Madrid para ganar como él. Contra la historia y por la historia. Contra el reloj que avanza. Contra el rival que se aparta para no sucumbir al huracán. Con la lona en cuesta. Con minas en el campo. Con lluvia. Contra todo. Contra todos. Gol. Gloria. Fin.

jueves, 1 de mayo de 2008

Elección e Imposición


Dennis Lehane retrató, en Mystic River, muchas de las ambigüedades morales que bucean en el oceano en el que nada la sociedad americana. Bajo una historia marcada por el dolor y la pérdida, Lehane se atrevió a diseccionar el mal que nace en el bien aparente, en lo cotidiano; un mal que vive escondido, y parece incapaz de morir. Recurrimos a la justicia (propia o ajena) para combatirlo, pero el mal (y el bien) tiene poco o nada que ver con ella. La realidad es que el mal se esconde, usa a la propia justicia como disfraz, y acaba perpetuándose bajo el halo de ser inmortal. Es inolvidable recordar a Kevin Bacon, en la magnífica adaptación que Clint Eastwood hizo de la novela, apuntando con un dedo al rostro del vengador Sean Penn, mientras una caravana de felicidad invade la calle. Es inevitable pensar que un mal presuntamente curado dio lugar a un mal aún mayor.

Gone Baby Gone, también escrita por Lehane y llevada al cine por un sorprendente Ben Affleck, transcurre por senderos similares. Hay una idea que sobrevuela la historia, y es la marca que deja en las vidas la posibilidad de elegir. Inicia el relato una reflexión sobre aquellos aspectos de nuestra vida que no elegimos, tales como la ciudad en la que nacemos o la familia que tenemos, y lo finaliza una contundente imagen sobre las consecuencias de una elección. La novela habla de un secuestro, de una niña arrancada de los brazos de una madre irresponsable, de corrupción y elección. Sobretodo, habla de elección. Habla de la dificultad (casi imposibilidad) de adoptar una postura moral en determinados momentos. ¿Qué dirían si alguien secuestra a una niña bajo la motivación de ofrecerle un futuro mejor? ¿Siempre con su madre, o depende de la madre? ¿Respetamos normas sagradas, o las asaltamos? ¿Y qué hay del que lucha por esas normas? ¿Y qué hay del que las mancilla?

Ben Affleck, como director, ofrece un distanciamiento moral que se me antoja imprescindible para contar esta historia, y sale muy bien parado de su primera aventura tras las cámaras. A ello ayuda la interpretación de su hermano, un confuso y genial Casey Affleck, que, adoptando el rol del detective que investiga la desaparición de la pequeña Amanda, marca a fuego en cada expresión y frase todo el arsenal de dudas, contradicciones y paradojas que asaltan a su personaje a lo largo de la película.

Gone Baby Gone es, para Arquero Urbano, un ejemplar retrato de una sociedad en la que la desconfianza en los valores establecidos crece día a día, en la que cada vez es más difícil analizar qué es lo correcto, y en la que la aparente fortaleza de la moral se diluye a través de nuestra propia naturaleza. Cuando elegimos, sólo nos queda la oportunidad de aprender y vivir con ello, o de recordar, como dicen en la película, que "Somos ovejas entre lobos; así que sed astutos como las serpientes, y mostraos ingenuos como las palomas"