sábado, 14 de junio de 2008

Punto de Encuentro

Llegué al punto de encuentro sobre las 9 de la noche. Decenas de personas por doquier. Poco espacio en la acera. Llega un ciclista. Debe recular. Pasar implicaba pedir paso; rozarse contra los demás o la pared. Todos miraban el reloj. Cada hora, cada minuto, cada segundo. Les vi tensos. Fumaban caladas nerviosas, de impaciencia. Miraban el teléfono una y otra vez. Tarareaban canciones porque sí. Había que seguir la espera. Ya llegarán. Que pase el repartidor. Quiero algo para leer. Publicidad. Da igual.

Miré alrededor. El primer grupo lo formaban cuatro personas. No llegué a ver al quinto porque me fui antes. Eran jóvenes, de estilo alternativo, agresivo. Rastas en el pelo, colores vivos, ropa negra. Dos chicos, dos chicas. Charlaban, fumaban, reían. Poco interés. El segundo era peculiar. Unas 20 mujeres de mediana edad. Goteo incesante. Besos a repartir. Tiempo sin verse. Antiguas alumnas de un colegio, creí entender. "¿Qué tal, como va todo?". "Estás igual, querida". "No te habría reconocido nunca". Normal. Corrillos, como en clase. Ayer los dibujos, hoy el trabajo. Faltaban dos por llegar. Se debieron arrepentir, o perder. O ambas cosas. Paso al tercero. Grupo heterogéneo. Tal vez compañeros de trabajo. Lideraba el mayor. Bromas típicas. "Dile que está muy guapa". Sonrisas forzadas, que sólo se ven desde fuera. Había solitarios, también. La chica que taconeaba sin cesar. La que miraba a su derecha. Yo.

Las 9:20. Me voy.

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