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Si uno examina el metraje de [REC], observará que, dentro de la ratonera en la que se convierte el escenario de la película (vestida de telerealidad), la obsesión porque la cámara de Pablo (portador de la misma) lo registre todo, iguala, y hasta supera, la humana ambición por sobrevivir y escapar con vida de una situación tan límite como la que se vive en el film. No parece arriesgado, pues, pensar que la piedra filosofal de [REC] sea, por encima de la innegable intención de aterrorizar al espectador, una irónica y mordaz crítica a unos medios de comunicación que han arrasado cualquier sentido de la moral y la lógica en el desarrollo de su trabajo. ¿No creen ustedes que la histeria y ambición de Manuela Velasco son proyectables a las que podríamos esperar de un reportero de cualquier programa televisivo que puedan imaginar?
Dejemos la filosofía, y pasemos al cine. Seré breve. [REC] es imperfecta, pero funciona. Es nerviosa, oscura e intensa. No tiene una buena historia (tal vez ni la necesita), pero se defiende, desde el histrionismo más extremo, con una buena ejecución de recursos como el fuera de campo, los sustos, la claustrofobia y, sobretodo, un habilidoso y creciente uso de la tensión (que finaliza con un clímax que transportará a muchos de ustedes a los dominios de El Silencio de los Corderos) que la lleva a agotar al espectador en apenas 70 minutos. Suficiente, para servidor, a la hora de forjar una notable película de terror.
Hay un tipo de cine, funcional y resultón, que sale de vez en cuando al rescate económico del cine español para salvar los números de la temporada. Se trata de hacer, con unos mínimos de calidad, lo mismo que hacen en otros países, pero con la única e importante diferencia que implica hacerlo aquí. [REC] podría entrar dentro de esa definición. No implica un salto cualitativo, ni una reivindicación artística, pero sí que constituye un buen ejercicio de marketing y funcionalidad bien ejecutada.
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