jueves, 13 de septiembre de 2007

La Huída de la Moderación

España, paraíso actual de la diversidad política, alberga en nuestros días tal enfrentamiento ideológico que los moderados, ante la falta de espacios comunes en los que encontrarse, pueden ser tentados por la rendición. La España actual ofrece a nacionalistas y centralistas enzarzados en una durísima disputa que, por desgracia, penetra en cuestiones morales con demasiada frecuencia. Ya no es noticia que se use a las víctimas del terrorismo, o de la Guerra Civil. Imaginemos lo que se puede hacer con las diferencias de pensamiento, la interpretación de la Constitución, o la propia naturaleza del país.

España, federal por naturaleza, y unida por tradición, ha desarrollado en su interior demasiadas interpretaciones y definiciones como para seguir apoyando la utopía del pensamiento único. El extremo de esta corriente, fallida pero con una presencia inapelable entre los ciudadanos, acaba en el menosprecio por quienes tienen otra forma de entender este país. Sin entrar en el debate de si fue antes el huevo o la gallina, cabe preguntarse cómo esta oda a la intolerancia pasa desapercibida a la hora de buscar los orígenes de las actuales discrepancias.

Catalunya y Euskadi, exponentes claros del nacionalismo, han dado cabida, en sus adentros, una creciente alienación ante su pertenencia al Estado Español. El proceso ha tenido muchos cambios de intensidad, pero sería ingenuo no relacionarlos al Régimen Gubernamental del momento. Así, las chispas independentistas han ardido con más fuerza cuanto más estricto y cerrado se ha mostrado el Gobierno Central. El PP, en su última legislatura en el Gobierno, sumó a su extendido debe la revitalización de las semillas extremistas en dichas Comunidades. Lo que debería ser un nacionalismo sensato, constructivo e inspirado derivó en un movimiento con un claro componente rebelde que marcó todavía más las diferencias existentes entre las dos corrientes de pensamiento.

España encaró las últimas Elecciones Generales ante un panorama ciertamente desalentador. Diferencias cada vez más abiertas, desaparición del tono conciliador, incremento de la crispación y muchos, muchos fantasmas que exorcizar eran protagonistas indiscutibles de la actualidad política. La presencia de un mediador, y el rescate de aquellos políticos capaces de ponerse en medio y tender la mano hacia ambos bandos se hacía indispensable. Más en un país en el que ETA siempre está presente, ya sea como ejecutor del pensamiento radical o como amenaza latente. Llegó Zapatero y, con él, el famoso talante.

Zapatero buscó el consenso, y no lo encontró. Demasiadas ambiciones y demasiada prisa. El caso es que todo el mundo aparecía con la mano abierta, y pocas ganas de ceder terreno. El nacionalismo vio la puerta abierta y, en lugar de asomarse, quiso tirarla abajo. La derecha, por su parte, fue consecuente con sus ideas y se arrancó la mano izquierda, usada históricamente para negociar. El papel de políticos como Mas e Imaz mantuvo el equilibrio, pero las disensiones dentro del propio PSOE, el enésimo enquistamiento del proceso de paz, y el nulo avance dentro de la política territorial del país, ha dejado el intento de Zapatero en eso, un "buen intento".

La falta de soluciones, y la ambigüedad del Gobierno han inquietado a las facciones más radicales. ETA ha vuelto y, con ella, la oda a la movilización y la batalla. Al PP le ha faltado a tiempo para llamar a filas. Resistencia y firmeza. Comienza el ciclo y, con él, la desesperanza de aquellos que soñaban con el consenso, y con un apretón de manos como final del episodio. Imaz, magnífico exponente del nacionalismo moderado, y hombre clave para la lucha por el proceso de paz, abandona el PNV dejando un vacío tan lamentable como peligroso. No es momento para volver a las trincheras, con nacionalistas y centralistas lanzándose dardos envenenados. España necesita políticos moderados, rastreadores de espacios comunes, y compromiso en la búsqueda del entendimiento. Si son necesarios cien años, que lo sean, pero nada bueno hace presagiar que la moderación, experta en oler peligro, haya echado a correr.

Ángel.

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