sábado, 29 de septiembre de 2007

El Rey Campechano

Los recientes acontecimientos han devuelto a la monarquía española al primer plano de la actualidad política y social. Dicha institución posee el discutible mérito de generar un constante debate sobre la conveniencia de su propia existencia. El choque abierto entre la protección (legítima) de su honor público y la definición de los límites de la libertad de expresión, ha llevado a la sociedad española a dar cobijo a la Corona en sus actuales tertulias.

Es bien sabido que la Monarquía, de una manera u otra, lleva tiempo planteando muchas dudas a los españoles. La recuperación de la figura monárquica no ha pasado a la historia precisamente como un hecho inapelable. El tono opaco que rodea el impacto económico de la manutención de la Casa Real, y la actuación de su entorno ante cualquier acto que pueda mancillar su nombre, han llevado a muchos a comenzar a hacerse preguntas de índole existencial.

Examinemos los actos más recientes : La publicación de una conflictiva (e ingeniosa) portada de la revista "El Jueves", con el Príncipe Felipe y Leticia Ortiz caricaturizados mientras copulan, y la quema de fotografías del Rey Juan Carlos en plena calle. Ambos acontecimientos (especialmente el primero) han abierto una batalla pública entre aquellos que se exaltan en cuanto se injuria a la Monarquía, y quienes ponen el grito en el cielo por las limitaciones que sufre la Libertad de Expresión, pero nos encontramos conque dicha disputa, lejos de definirse, se dispersa y confunde.

Al final, uno ya no sabe si el motivo de la discusión es la aparente imposibilidad de compatibilizar la estricta defensa de la Libertad de Expresión con la protección del honor de los Reyes, o si hay que ir más allá. Se empezó hablando de la ley que pena las injurias a la Corona, y la relevancia de ésta en los tiempos actuales, pero ha bastado poco tiempo para que se sumen los nacionalistas más afilados (que no se pierden una), y una derecha que tan pronto se pone el traje de guardaespaldas del Rey como sorprende al personal recuperando sus más primitivas inquietudes antimonárquicas (escuchen, si no, al singular Jiménez Losantos pidiendo la abdicación del Rey Juan Carlos)

La Monarquía, tras casi medio siglo de ausencia, supo sobrevivir, echando cal donde olía a muerto, y aceptando protagonizar la crónica social (con mención especial para la elección de la compañera del Príncipe Felipe), con el consiguiente camuflaje de una discusión mucho más profunda sobre su razón de ser. La España menos exigente ha aceptado orgullosa la imagen cercana y sencilla de los monarcas, aplacando al momento cualquier insinuación contra su figura. Para este sector de la población (mayoritario, para qué negarlo), el Rey es el embajador de España por excelencia, y el portavoz de Santa Klaus, un tipo "campechano" y elegante, que de ningún modo puede ser puesto en cuestión.

La Constitución, además de poner cimientos para su protección, otorgó al Rey un papel de árbitro, pero éste ha derivado más bien en símbolo estéril de la propia Unidad de España. Sólo se le recuerda (y cojamos esto con alfileres) por su intervención en el lejano 23-F, y es éste muy poco bagage para el presunto Jefe del Estado Español. A modo de conclusión, hay dos reflexiones muy claras para encarar las disyuntivas abiertas respecto al papel actual de la monarquía.

1 - Los últimos hechos acaecidos entorno al Rey son poco más que una excusa para el enésimo capítulo del enfrentamiento entre federalistas y no federalistas. Quien ha quemado una foto del monarca tiene inquietudes independentistas, y no ha actúado de esa forma porque le preocupe que en España no haya un régimen republicano. El Rey representa la Unidad de España y, como tal, es objeto de todo aquel que, habiendo nacido en él, discuta su pertenencia al Estado Español. Es posible que lo que está pasando abra la vía de discutir sobre si la Monarquía Parlamentaria es el sistema de gobierno idóneo para España, pero no hay que quedarse ahí. No creo que una gamberrada tan banal como la quema de un retrato (que, para colmo, va contra la Ley) sea el mejor modo para encarar un debate acerca de la estructura de la Nación. El nacionalismo más extremo no para de decepcionar con sus formas, y es ahí donde su necesario discurso se debilita. Alguien debería plantear que la vía política seguirá abierta mientras exista el régimen democrático. En la presente legislatura, sin ir más lejos, se han hecho avances; pequeños, pero avances. Los caminos deben seguir siendo lentos y poco románticos, pero nuestra habilidad para retomar el sendero de la crispación genera un repertorio de codazos, gritos y mordiscos en el que todos luchan por tomar posiciones al precio que sea. Para muestra, un botón. Ver a un tipo tan interesante como Anasagasti despachándose con sus recientes declaraciones no es plato de fácil digestión.

2 - En caso de plantearse la continuidad o no de la Corona, hay que partir de unas premisas. La definición de la Monarquía Parlamentaria debería proporcionar las suficientes armas para limitar el poder de la Corona y asegurar la relevancia del pueblo en la toma de decisiones del Estado. Dicho esto, es evidente que, para que la Monarquía sobreviva sin incomodar ni levantar suspicacias, debe haber una inversión urgente en transparencia y modernización. Es elocuente que todos sepamos quien hizo el vestido de boda de Leticia Ortiz, pero aún estamos por conocer qué pensaba el Rey ante la inoportuna participación de España en la Invasión de Irak.

Es realmente difícil ponderar la importancia de la Corona, de cara a medir la conveniencia de su coste. No sé si su labor diplomática tiene un peso real en las relaciones españolas con el resto del Mundo, ni tampoco si su aparente alejamiento de la política beneficia al país. Tampoco me atrevo a afirmar que una República sería un sistema de gobierno más eficiente. Hoy por hoy, la Corona, dada su escasa relevancia, ofrece aspecto de caro capricho. El oscurantismo que la rodea en todo aquello que no sea su vida social es difícil de asimilar para un gran número de demócratas. Dadas las circunstancias, es oportuno que haya un debate sobre su razón de ser, pero siempre y cuando ese debate se rija a unas formas determinadas. Bastante tenemos en este país como para usar la estrategia más cutre y banal a la hora de discutir a las Instituciones. Uno prefiere la sensatez, o la ironía (la portada de "El Jueves" podía resultar algo ofensiva, pero su trasfondo era de una brillantez y un oportunismo incuestionable), pero en este "campechano" país son virtudes que brillan por su ausencia.

Ángel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante artículo.

Bueno, simplemente para opinar sobre el tema, me parece que la corona es algo anácronico en una sociedad como la actual, en pleno siglo XXI.

En cuanto a censurar una portada de una publicación me parece uno de los mayores atentados a la libertad de expresión que se han cometido en democracia, sino el mayor. Entiendo que se sientan ofendidos ante tal portada, pero que realicen las acciones legales oportunas como cualquier ciudadano de apié.

En una Europa, que tiende, o eso espero, a la unidad, a aniquilar fronteras, respetando la diversidad cultural de los pueblos, me parece absurdas las monarquias, y a su vez los nacionalismos. Gran pérdida la de Josu Jon Imaz, perdida política, que para mí representaba la modernidad en el nacionalismo vasco.

Un saludo, Ángel.

Anónimo dijo...

Escuchar el discurso que el rey dio en Oviedo provoca al mas pintado o al menos a mi (Pueda que sea un bicho raro) una mezcla de irritación o indignación.

Se puede estar más o menos de acuerdo con los contenidos pero aún me retumban en mi cabeza como si fueran tambores las palabras de: “España es un país con libertad de expresión”. Lo que le falto añadir, es que, siempre y cuando esta libertad de expresión no cuestione nada referente a la monarquía ni a la constitución porque entonces se difumina a una velocidad endiablada.

Resulta curioso ver como cualquier iniciativa que choque con estos modelos es vilipendiada, acusada de anti-demócrata, de desfragmentar el país o cargada de tópicos. Que sean ciertos o no, eso es lo menos importante, lo fundamental es que sirvan para desechar la idea.

La primera razón que se expone es la siguiente: “El rey simboliza la unidad de España”. Esta frase tan rimbombante le falta algo. Simboliza la unidad ¿según quien?

Por lo que tengo entendido o eso es lo que nos machacan constantemente es que lo que garantiza la cohesión y el buen funcionamiento del estado es la constitución española. ¿Entonces?.

“Los recientes acontecimientos han devuelto la monarquía española al primer plano”. Y lo seguirá haciendo tanto en cuanto la monarquía siga siendo un tema sin resolver.

Durante la transición se le pregunto al pueblo español en forma de referéndum (que tiempos aquellos, cuando esta palabra no suponía Apocalipsis) si se estaba a favor o en contra de la constitución que las fuerzas democráticas habían redactado. Lo que se olvidaron de preguntar, no se sabe exactamente porque razón, es si estaba de acuerdo con instaurar la monarquía. . Porque claro, antes de que Franco ejerciera su dictadura, España era un republica. Sin saber exactamente como, resulto que la recuperación de la democracia vino con monarquía de regalo. La diferencia con un regalo normal es que este se tenía que aceptar por el siempre estimulante y razonado artículo treinta y tres.

“La definición de monarquía parlamentaria debería proporcionar las suficientes armas políticas para limitar el poder de la corona. “ ¿Exactamente como?, ¿Como limitar el poder cuando el adoptar este sistema implica que todas las decisiones tomadas por el parlamento tienen que ser ratificadas por el rey?. Es imposible.

Para conseguir este propósito habría que cambiar el modelo y claro para hacer esto habría que cambiar la constitución. Si exacto, ese gran tabú. Esa propuesta que todos los que lo han sacado a relucir, han sido tratados de locos peligrosos en el mejor de los casos.

Y es que, es curioso comprobar que aunque formamos parte de una europa donde palabras como federalismo, independencia, etc.. se utilizan con normalidad incluso hay países que las ponen en practican como por ejemplo Alemania o suiza con el federalismo o montenegro con la independencia no se que tendrán los pirineos que todas estas ideas se pierden por su sistema montañoso y claro no hay mas remedio que aceptar que nos hemos equivocado de continente, siglo y país. Es lo que tiene.

En verdad si lo miramos fríamente la culpa es del jueves mira que creerse que aquí hay libertad de expresión. Ais pobres ilusos. Bueno de todo se aprende.