sábado, 29 de marzo de 2008

Duelo al Sol

Uno de los rasgos que han definido al reciente cine americano es el alejamiento de la figura del héroe. No es extraño, pues, que el tono melancólico de El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford remita más a Sin Perdón, el excelente retrato del asesino retirado que dirigió e interpretó Clint Eastwood, que al populista western tradicional. La película de Andrew Dominik parte de un enfrentamiento ya conocido en el cine. El enfrentamiento entre el ídolo y el don nadie. Jesse James contra Robert Ford.

Jesse James y su banda son un mito en América. Atracan, asaltan, disparan a sangre fría. Jesse James es aquel al que todos temen, al que persigue la justicia, al que se cita en cientos de leyendas sin demostrar. Robert Ford, por el contrario, es un joven traumatizado por quienes han pasado su vida metiéndose con él. Es oscuro, pillo, algo asustadizo. -No es fácil estar cómodo en tu compañía- A pesar de todo, adora lo que Jesse James representa. -¿Quieres ser como yo, o quieres ser yo?-

Del duelo/encuentro entre los dos personajes, sus movimientos, sus desconfiadas miradas, sus inquietudes, su propia evolución en el tiempo (¿hay arrepentimiento en las lágrimas de Jesse tras pegar a un niño? ¿Hay odio, decepción o simple envidia en Robert?), se edifican los pilares que sostienen esta brillante historia, y surge una obra madura, tranquila y excelente, en la que un brillante reparto regala interpretaciones intensas, complejas, de gran envergadura, como la de un sorprendente Casey Affleck, o la de un Brad Pitt que, tal vez, completa el mejor trabajo de su carrera.

Sería fácil tirar de una crítica tópica y facilona, que hace referencia al considerable metraje de la cinta. El cine moderno tiende a alargar innecesariamente las películas. ¿Cuántas obras han sido lastradas por meter en 150 minutos lo que era mucho más fácil de digerir en 100? ¿Peca El Asesinato de Jesse James.. de tal pecado? Servidor, humildemente, opina que no. 160 minutos pueden servir para aburrirse, pero también para degustar las excelencias de una gran obra. En el film de Dominik hay mucho que degustar. Bastaría con recrearnos en los mil y un matices que forjan la psicología de los dos personajes principales, pero sería injusto olvidarse del retrato de la banda de Jesse James (magníficos Sam Rockwell o Paul Schneider), o de la belleza formal de la película.

Es ésta la historia de dos lobos sigilosos, que se retan en silencio desde mundos distintos. Uno de ellos quiere ser el mito que mató a Jesse James. El otro, simplemente, es Jesse James. Es tentador plantearse si son necesarios 160 minutos para contar esta historia, pero no lo es menos reconocer que es difícil resistirse a la belleza de una batalla que, por méritos propios, es uno de los grandes momentos que ha dejado el cine del pasado año. Disfrútenla.

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