jueves, 17 de enero de 2008

Gallardón; Causas y Consecuencias

Prefacio

Si algo podemos concluir de la decisión de prescindir de Alberto Ruiz Gallardón en las listas electorales del Partido Popular, es que el posicionamiento del partido presidido por Mariano Rajoy en el espacio político español deja escaso lugar a las ambigüedades. El PP afronta las Elecciones Generales desde la derecha, tratando de fidelizar al sector duro del electorado, y afilando un perfil ya de por sí conservador. Arquero Urbano tratará de analizar las principales claves que han motivado la decisión de Rajoy, así como las posibles consecuencias que conllevará la exclusion de las listas del Alcalde de Madrid.

Contexto político español

Es España un país marcado por heridas históricas que aún restan abiertas. Comprendo que les parezca cómodo acudir al tópico bipolar, para seguir explicando la crispación existente a día de hoy. No obstante, les recomiendo la lectura de Dos visiones de España, libro en el que se exponen discursos de dos leyendas del calado de Azaña y Ortega y Gasset, con el fin de comprender que España y sus cosas, por mucho que quieran cambiarlas, siempre serán España y sus cosas.

La radicalización de diferentes discursos, a lo largo de los últimos años, ha aumentado, si cabe, las diferencias que siempre hemos percibido entre los dos grandes grupos ideológicos de este país : La Izquierda Liberal y la Derecha Conservadora. Esta pluralidad podría resultar suficiente para marcar los problemas de convivencia más comunes, pero se vé acuciada por un hecho tan relevante como las discrepancias territoriales. No todos los españoles se sienten españoles, pero no por ello dejan de serlo. ¿Moraleja? El líder político que maneje España debe elegir entre ser dialogante o ser firme; entre tender la mano o ser excluyente. Hay muchas voluntades que escuchar, y pocas opciones para tomar decisiones que dejen a todos (o a la mayoría) moderadamente felices. Mucho espacio político por ocupar, pero poco para acertar.

La Silenciosa Bipolaridad del Partido Popular

Aun recuerdo el retumbar de unos aplausos en el Congreso. El PP, de forma unánime, acababa de respaldar a Aznar ante su decisión de acompañar a Estados Unidos en la Guerra de Irak. "Éste es un partido sin fisuras", gritaban en la calle Génova. Era éste un PP alejado del moderado discurso que les llevó a la presidencia en el 96. Aquel partido que, públicamente, se confesaba un inquieto explorador del centro político. Aplaudían todos. Pero el PP ya no era un partido de centro. Analicen ciertas figuras. Rato contando las horas para irse, Pimentel en su casa, Piqué desplazado. El núcleo duro, comandado por los incombustibles Acebes y Zaplana, ganaba peso en el partido. La búsqueda del centro había sido sustituida por el apetecible hallazgo de una derecha con sitio firme en este país.

Aznar dejó a Rajoy como herencia un partido que cada vez tenía más claro que su seguridad era mayor cuanto más duro era el discurso. España era una nación que construir desde unos valores sagrados, irrompibles, ante los que el insurgente debía arrodillarse sin pedir explicaciones. Dentro de este contexto, hubo quien empezó a sentirse algo incómodo. Fue el caso de Alberto Ruiz Gallardón, ahijado político del fundador del partido, Manuel Fraga, y figura clave en la política española desde la alcaldía de Madrid. Gallardón siempre ha resultado molesto para sus camaradas de partido. Tanto por su manía de cuestionar, como por su ambición. Recuérdenle tras la victoria de Zapatero. "Algo habremos hecho mal" -se atrevió a comentar públicamente-. La derecha reconociendo errores. Imperdonable.

Paralelamente, hemos asistido a un duelo cada vez más evidente entre las dos grandes figuras políticas de la capital : Esperanza Aguirre y el propio Gallardón. Siendo "colegas" de partido, y colaboradores forzosos por los puestos que desempeñan, es sorprenderte observar el nivel al que ha llegado el enfrentamiento de ambos políticos. La sorpresa se reduce al intuir que el gran móvil de esta batalla es la sucesión de Rajoy. Si éste fracasa por segunda vez, el trono quedaría libre, volviendo el debate abierto al Partido Popular. Ya no está la inquebrantable autoridad de Aznar (de momento) para tomar cartas en el asunto. Habría que mojarse. O seguimos firmes en la derecha, o a buscar de nuevo el centro.

Aprovechando las próximas elecciones, Gallardón tomo posiciones de manera vertiginosa. Ganó (como Aguirre) por aplastamiento en las municipales, y aprovechó la euforia para entonar una frase que le ha podido costar su carrera más inmediata. "Quiero ayudarte a ganar, Mariano. Llévame en las listas". Sorpresa. Desconcierto. Gallardón muestra su ambición sin pensarlo. Rajoy no detiene el golpe. Lo asume, lo relativiza, pero no lo detiene. Hay tensión en el Partido, y en la prensa más cercana. Imáginense si pintaron bastos, que la Cope acabó demandada por el propio Gallardón. Rajoy alimentó el rumor de la vuelta al centro. Dejó crecer las expectativas, y se plantó a un mes vista de las elecciones sin contestar a Gallardón. Aguirre se rebela y lanza un órdago. "Si va Gallardón, quiero ir yo también."

La Victoria del Núcleo Duro

La tesitura planteada entorno a su decisión, puso a Rajoy ante la disyuntiva de elegir entre apostar por el núcleo duro del partido, o suavizar el discurso y recurrir a la moderación. Suponemos que fueron dos las premisas manejadas por el Presidente del Partido Popular,

1 - Elección del Electorado potencial. Es de suponer que el votante más fiel al Partido Popular agradece un discurso firme y patriótico. El error o acierto de cálculo viene al ponderar la importancia de este segmento respecto a los mal llamados indecisos. Si observamos los distintos ciclos políticos que ha atravesado la España democrática, podemos concluir que hay una transición muy importante de votos entre el Partido Popular y el PSOE. Ello convierte cada llamada a las urnas en un milimétrico proceso de pillería. Considerando un electorado fiel a ambos partidos relativamente parejo, es razonable pensar que es ese núcleo centrista el que acaba decantando la balanza hacia uno u otro lado. ¿Se aleja de este grupo Rajoy al tomar posiciones más cercanas a la derecha que a la moderación?

2 - Gallardón. El Alcalde de Madrid es, probablemente, el político mejor valorado de este país. Ello le convierte en un activo de poder indiscutible dentro del Partido Popular. Es moderado, carismático, y hasta votable para cierto sector de la izquierda. Inciso. ¿Es esto positivo a los ojos de un derechista convencido? No obstante, su repercusión es tan grande que ha inquietado e inquieta al sector más duro del partido. Su ofrecimiento a Rajoy fue descarado. Su derrota, por inesperada, ruidosa. Muy ruidosa. Algo hay que reconocer. Gallardón se metió en este bosque porque quiso. Podía haber sido conformista, (fiel a su partido, como diría un editorial de La Razón), pero no se contuvo. Lanzó un órdago a su presidente, pero el órdago ha salido caro. Tan caro como la amarga derrota que ha padecido.

Rajoy actuó. Tirando de artillería, se cargó a Gallardón, arriesgando al votante de centro con su maniobra. El PP confirma ciertos movimientos, y se postula definitivamente en la derecha. Desde allí atacarán el trono. Con dureza. Con dignidad. Y sobretodo, con un par.

Consecuencias

1 - Hay una herida abierta en el Partido Popular. Poco ha tardado Fraga en defender a Gallardón. La aparente tranquilidad que pretende mostrar Rajoy no se sostiene. Sabe que un partido débil es el peor barco posible para afrontar unas elecciones. Su autoridad ha quedado puesta en entredicho. Han empezado los cruces de declaraciones (subterráneos o públicos, pero ahí están), y los reproches (6 alcaldes en las Listas, y Gallardón en casa). Mal panorama para atacar la presidencia del país.

2 - La figura de Rajoy queda dañada. Muchos se preguntan por qué dilató tanto la decisión de no contar con Gallardón. Un cáncer, cuando crece, devora sin piedad. Rajoy quiso parar el golpe de efecto presentando a Pizarro como fichaje estrella, pero poco se habla del ex-presidente de Endesa. Sólo se habla de Gallardón, y de la mala gestión de Rajoy. Cierto es que nadie se lo ha puesto fácil. Muchas ambiciones personales. Mucha incomodidad. Mal favor para quien quiere ser presidente.

Un apunte. Gallardón y Aguirre peleándose por acompañar a Rajoy, cuando lo que se disputan realmente es su herencia. ¿Jugada maestra o suicidio público? El tiempo lo dirá.

3 - El PP, como ya hemos dicho, queda retratado. Que nadie se engañe. Esto no es un cambio, sino la continuidad de un proceso natural. Analicen. Ni rastro de Matas, Piqué, Rato y compañía. Ha vuelto Cascos. Pizarro entra en escena. Aguirre gana la batalla a Gallardón. La derecha triunfa. La brújula se pierde. ¿Y el centro? Ni idea. ¿Y Gallardón? Dando que hablar.

Conclusión de Arquero Urbano

Siendo España un país ávido de espacios comunes y entendimiento, Arquero Urbano considera que el Partido Popular ha perdido una gran oportunidad con su rotundo giro hacia la derecha. La ocupación del centro habría sido una necesaria y magnífica noticia. España necesita más diálogo que inamovilidad. El PP, por su parte, necesita suavizar su postura ideológica y rebajar la crispación que le caracteriza los últimos años. Es evidente, no obstante, que el camino elegido es otro. Habrá endurecimiento de discurso. Gustará a la España más conservadora. Veremos si será suficiente. Ha dado un paso atrás, pero aún no ha perdido las elecciones. En la más personal de mis opiniones, creo que ha perdido mucho más.

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