
Joe Wright, director de la notable Orgullo y Prejuicio, vuelve a Inglaterra en una nueva adaptación novelística. Presentada de forma clásica y preciosista, Expiación divide su narrativa en dos fases claramente marcadas, en las que el tiempo juega a saltar y retroceder para eliminar su importancia y servir únicamente a la obra que lo sostiene. El tiempo juega a ser verdugo, pero, incapaz de eliminar el rastro de la pasión y la culpa, únicamente es capaz de llegar hasta la muerte. El tiempo sólo sirve para ser usado por el creador; para volver atrás; para mostrar que la realidad es sólo la plasmación interesada y desenfocada de una mirada, y que la verdad es algo que sólo encuentra sitio en el insondable mundo de los sentimientos.
Sobresaliente es el calificativo que merece la primera parte de la obra. En ella, lo que parece destinado a ser un tranquilo fin de semana en una casa de verano, acaba convirtiéndose en una excusa para retratar una costumbrista y malévola batalla entre el deseo y la nobleza. Malévola, pero también intensa, hermosa y apasionada. Ante tal perspectiva, el espectador debe elegir entre apartar la mirada y no mancharse, o mirar con todas las consecuencias. Con la soberbia banda sonora (capaz de convertir el teclear de una máquina de escribir en un deslumbrante instrumento de percusión) de Darío Marinelli de fondo, asistiremos impávidos a la siembra de diversas pasiones que cobran aquí cuerpo de manzana prohibida, y constituyen el inicio de una tragedia tan imposible de aplacar como las fuerzas que la originan.
Lastrado por alguna voz en off que se me antoja excesiva, y por cierto desaprovechamiento de un escenario tan poderoso como la Segunda Guerra Mundial, el segundo tramo del filme pierde algo de fuelle respecto al inicio, aunque es legítimo reconocer el poder de su lectura póstuma, así como la belleza de una de las más deslumbrantes imágenes de la película. Hablo del descarnado travelling que acompaña la llegada de Robbie, personaje interpretado por un inspirado James McAvoy, a una playa infestada de soldados y locura, todos ávidos de abandonar una guerra eterna y regresar al calor de su hogar en Inglaterra.
Es Expiación, más allá de la pasión una notable película, en la que sentimientos como la culpa y la pasión fluyen con desgarro e intensidad; donde talentos tan atractivos como el de James McAvoy, Keira Knightley, Saoirse Ronan, o el del propio director Joe Wright, dejan un gran sabor de boca, y donde, ante todo, se habla del poder de quien es capaz de manejar los hilos de sus creaciones. Si el teclear de una máquina de escribir sirve para reinventar la realidad, y expiar una culpa, ser creador tendrá sentido eternamente.

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