martes, 29 de enero de 2008

La Huella del Tomate

ON. El tomate es una hortaliza que, usada como instrumento de guerra, tiende a provocar más suciedad que daño. No es casualidad, pues, que tan famoso alimento haya pasado a ser el icono de una de las más polémicas etapas que ha vivido la televisión en España.

La despedida del ya legendario programa "Aquí hay tomate" deja, tras cinco años de exitoso recorrido, un panorama marcado por el derribo de muchas barreras morales, escándalos de difícil aceptación, imágenes imborrables, y la creación de un estilo televisivo con muchísimas aristas. Lo que ha sido defendido (a tomatazos) como un estilo gamberro e irreverente, no ha sido más que la desmedida apología del "todo vale", pero también, reconozcámoslo, la piedra filosofal de un monumento de dudoso gusto, que ha reinventado, para bien o para mal, la realidad televisiva de este país. ¿Ha sido Aquí hay tomate un mal programa? Dilema habemus. Dependerá de lo que entendamos por "mal programa". ¿Qué medimos, el éxito o la forma de llegar a él?

Está claro que su efecto ha sido corrosivo hasta el punto de haber reubicado las barreras de lo considerado admisible, reprogramado con su influencia la parrilla televisiva (sus índices de audiencia han llevado a Telecinco a apostar descaradamente por el corazón en casi todas sus franjas horarias, y a extender dicha práctica a otras cadenas), y haber llevado el fenómeno paparazzi hasta niveles desconocidos en este país. Al haber del programa pondremos una reconocible dosis de creatividad y trabajo, que deja al Tomate como una propuesta bastante más elaborada que el resto de programas de su mismo perfil. Argumentaréis que ya podrían haber invertido la creatividad en otros menesteres. No seré yo quién os quite la razón. Por otro lado, y como ya hemos apuntado, Aquí hay tomate, ha patentado un estilo propio. Un estilo folclórico, atrevido, mordaz, y directo, que mezcla el surrealismo de la España casposa, la mitificación de la noticia absurda, el descubrimiento y humillación pública de personajes de cloaca, la persecución incansable a famosos, la destrucción de la entrevista como tal (la pregunta como ataque directo, y no como pregunta), y hasta cierto coqueteo con el erotismo de quinta categoría. Un estilo que, pese a sus temblorosos cimientos, ha calado entre un público que se divide entre quien lo mira interesado por la perversidad, y quien lo mira para flagelarse. Un estilo triunfador y tremendamente personal. Éticamente cuestionable, pero estilo al fin y al cabo.

Sigamos haciéndonos preguntas. ¿Pueden estar contentos sus programadores? Dudoso. Es tal su quebrantamiento de la moralidad, que debería ser difícil presumir del éxito desde una postura tan infectada. El Tomate ha triunfado, pero sacrificando demasiados valores. Ha ido tan lejos en un géneo tan trillado como la prensa del corazón que hasta se le podría considerar tímidamente revolucionario. Ha hecho de la exaltación del mal gusto una forma de hacer televisión, ha derribado códigos éticos y, una vez hecho el trabajo sucio, los ha explotado para ofrecer una televisión desafiante y extremista. Los afectados (famosos del mundo, ¡uníos!) han optado por plantar cara (record de querellas y broncas), ser indiferentes o, sencillamente, seguirles la gracia. El duelo ha sido desagradable. Morboso y desagradable. A un lado, famosos que, sin el dinero como aliciente, no han sabido aceptar que les dijeran lo que son. (Tal vez porque nadie merezca que se le diga cómo es de una forma tan salvaje). Del otro, un programa sin nada que perder, que ha sobrepasado los límites de lo permisible, haciendo del acoso y el insulto premeditado algo normal. Juzguen ustedes. A mí, me aburre.

¿Conclusión? Aquí hay tomate y, por ende, sus espectadores, han dejado en la televisión nacional una marca imborrable; fea, pero imborrable. No quiero extender sus prácticas con la realidad actual del país, porque no lo veo necesario. Reconozco que fue notoria su presencia. Prefirió el insulto a la indiferencia. Es la eterna pregunta. ¿Quieren dejar huella? Insulten, ladren. El Tomate no fue mediocre. Fue vulgar. Fue repugnante. Fue un escándalo. Y quiso serlo. Todo eso y más. Se le recordará. ¿Vendrán nuevos tiempos para la televisión? Hay mucho camino por recorrer para ello. Y pocas ganas de caminarlo. OFF.

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