martes, 5 de febrero de 2008

Eclipse

Anoche, en alta mar, un camarote ocultaba a un capitán de navío, incapaz de presenciar el naufragio al que una tormenta conducía. A millas de distancia, en la vieja capilla del pueblo, un sacerdote cubría con rezos el inconfesable secreto de una inconsciente quinceañera. El aire juega con la bolsa de papel sin llegar a ser visto, igual que hace la suerte con el desgraciado. El lobo, observador, se ríe de su presa; el valor, del enamorado, al que deja tirado en el momento de declararse arrodillado. Valiente cobarde el coraje, ¿Por qué se fue de puntillas, olvidando al sentenciado soldado? Ley de vida, de muerte y de corazones destrozados.

Cuentan hoy en las noticias que los remos no vieron el faro. Sonaron disparos, sirenas, y las monedas de Judas cayendo sobre coronas de espinas. ¡Alto, joven, o disparo, dijo la sombra traidora! Amaga la libertad con sorprender al presidiario, igual que la inspiración hace con el poeta. Falsa es la demagogia, que tapa la verdad, pintando un óleo sin pincel y con pintura caducada. ¿Qué decirle a los pequeños? Escóndanles los caramelos y dejen que los encuentren. Mentir a tiempo no sirve, mas retrasa el golpe de estado. Lo saben ya los viejos, debe saberlo el diablo. Pintar en blanco en el papel es un truco ya muy usado.

El Sol faltó hoy a su cita, cansado ya de iluminar un mundo que no reconoce, recurriendo al engaño, como buen veterano. El amanecer, como siempre, vistió de encarnado, anunciando con rocío y cantos la llegada del rey. Siempre vigila, desde lo alto, altanero y orgulloso. Siempre abre un nuevo día, una esperanza, un comienzo. Cierra la jornada del grillo y abre la del gallo. Trae los nervios al niño antes de abrir sus regalos, y lágrimas a la novia que ya sueña en blanco. Se cuela por una rendija, perezoso, calentando la fría mañana. Da cobijo en invierno y color en verano. Lucha contra la mentira y la ceguera. Tiende ríos de color entre la lluvia, formando un puente para cruzar el océano. Confunde a quien le mira a los ojos, y guía a quien le da la espalda. Es la antorcha que nunca se apaga, que no descansa, que nos sobrevive, que no cierra los ojos cuando sólo un ciego miraría, y que nos alumbra en el primer paso y acompaña ausente en el último adiós. Hoy dijo que no vendría, que descansaría, que, simplemente, necesitaba tregua y alivio.

Hacía ya demasiado que el astro no celebraba un carnaval, un guiño a la mentira y al escondite, un homenaje a las sombras a las que tantas veces oculta, menosprecia y traiciona. Todos estaban invitados, del pobre al rico, y del viejo al niño. Reservó mesa y mantel junto a su amada, la luna. Apareció para esperarla y desapareció para seducirla. Como antaño, observado por las estrellas, la tomó de la cintura en plena cena, la cortejó lentamente, le ofreció una rosa, su mano y la invitó a bailar un vals que, de hermoso, es prohibido a los ojos del mundo. Cuando suena la música, el reloj de la torre se despista, el día es noche, y nadie entiende qué ocurre. Dicen que es un eclipse, que acabará pronto, que el Sol volverá raudo a su trono. Yo sólo sé que si vivo para volver a verlo, miraré hacia arriba, sin parpadear, para ver como Sol y Luna entrelazan sus dedos ante mí. Lo haré, ¡vaya si lo haré! Aunque pierda mis ojos, lo haré.

Ángel (03/10/2005)

No hay comentarios: