miércoles, 23 de abril de 2008

El Ocaso de Operación Triunfo

Tras convertirse en uno de los mayores fenómenos sociales que ha dado la televisión de este país en su historia, Operación Triunfo inició una carrera autodestructiva que le ha llevado a la autoparodia. Comenzó con una explotación sofocante de lo que funcionaba, continuó con una fagocitación de sus principios, y puede terminar como una deplorable caricatura. El declive lo pudimos ver ayer. Hartos de disfrazar la realidad tras la presunta dedicación a lanzar carreras musicales, el programa de Gesmusic ha dado paso a un reality en el que cantar, pese a lo anunciado, es lo de menos.

En las primeras ediciones del programa, el programa parecía querer sustentarse alrededor de la evolución musical de sus concursantes. Enganchaba ver el aprendizaje de Bisbal y compañía. Aunque no gustara su música, televisivamente podía tener gracia. "Queremos crear artistas" . Así, al menos, nos vendieron Operación Triunfo. Bastaron un par de ediciones para desengañarnos. El largo plazo dejó de importar. El apoyo a los artistas desapareció. "Os hemos regalado hora y media semanal de televisión en prime time para que os conozcan. Ahora, apañaros solos" Sin recursos, expuestos al mercado como lo que son -intérpretes decentes con limitadísima capacidad creativa o artística-, casi nadie ha sobrevivido. Tan sólo el programa.

La actual edición de Operación Triunfo ha rizado el rizo. Afirmamos que ha prescindido de la música. Es paradójico, pero real. Tal vez haya prescindido siempre. Un programa musical en el que la personalidad está penada de muerte está mandando un claro mensaje. Se prefiere a un mediocre mediático que a un talentoso con poco amor por las cámaras. Ayer vimos un ejemplo. Empecemos por la estructura. Gala tediosa. ¿Música? Se ventilaron las actuaciones en un momento, sin apenas pausa entre ellas. "Sigan pasando y canten, hasta que llegue lo bueno" Tal vez era algo premeditado. Los concursantes cantan poco. Igual dentro de dos meses mejoran, pero nadie arriesgaría su fortuna por ello. Las actuaciones se dividen entre correctas, discretas, malas y lamentables. "El casting fue lo que fue, y esto es lo que podemos presentar". 16 chavales que aguantarían el tipo en un karaoke, pero que lo tienen crudo para emocionar a nadie sobre un escenario. ¿Cómo se nutrió el programa? Que le pregunten al pobre Jesús Vázquez. Ayer, pudimos verlo como repartidor de libros, como Cupido, como publicista constante de toda marca conocida y, en el momento más surrealista de la noche, vendiéndole un coche a un chico de 16 años. Sí, 16 años. 10 años de carnet, supongo.

¿Qué queda de todo esto? Risto Mejide. La estrella del jurado. Alguien tan aficionado a la palabra producto ha aprovechado la oportunidad para crearse uno a su antojo. El gran producto de Operación Triunfo sigue siendo él. La audiencia que aguanta hasta el final del programa le espera a él, repartiendo estopa e intimidando a los concursantes como Gargamel a los Pitufos. Sus comentarios no dejan títere con cabeza. ¿Brillante? Es facilón, evidente. Se limita a decir con cierto estilo lo que cualquiera pensaría. ¿Necesario? Seguro que no pero, intuyendo que a Operación Triunfo le queda escasa vida, es el único activo que le queda al programa. Ayer, atacó al propio concurso desde dentro, cuestionando la credibilidad del mismo. Puso en entredicho la estructura de la gala, su horario, su repertorio y hasta al presentador. Tal vez esté arriesgando demasiado. El tiempo lo dirá.

PD. El lunes pudieron asistir a la final de otro experimento de la familia: Tienes Talento. Puse el televisor con cierto recelo, pero me llevé una sorpresa. Ofreció en una hora lo que Operación Triunfo no ha querido mostrar en seis ediciones. Emitió, en horario prime time, decentísimas interpretaciones de música clásica, teatro artístico, poppin', lírico, o flamenco. Incluso hubo espacio para la música contemporánea. Aunque también sea televisión, algo de arte no viene mal, para variar.

No hay comentarios: