domingo, 6 de abril de 2008

La Parodia como Acto de Desidia

La labor de Mel Brooks o David Zucker en el terreno de la parodia logró, mediante obras tan reseñables como El Jovencito Frankenstein o Aterriza como Puedas, convertir este floreciente género en una alternativa excelente para los paladares sensibles a la comedia. Una de las premisas de películas como las ya comentadas era estar dotadas de una estructura propia, alimentada constantemente por gags que, en su mayor parte, parodiaban escenas de otros films. Así, el resultado solía ser una película con vida y personalidad propia, en la que la parodia se forjaba en lanzar guiños afilados a la memoria del espectador.

Durante los últimos años, hemos visto una involución preocupante del género de la parodia. La demanda de este tipo de cine ha sido creciente en Estados Unidos, y se ha convertido en un producto recurrente, con función de anuario, en el que las obras más destacadas a nivel comercial suelen ser parodiadas, salvo en casos como la inspirada Scary Movie 3, en un lamentable collage. Dentro de la hornada del cine de parodia contemporáneo, es obligado destacar las figuras de dos de sus directores/guionistas estrellas: Jason Friedberg y Aaron Seltzer. Víctimas del alocado proceso que ha convertido este género en una máquina imparable y devastadora de hacer películas, el dúo de directores había firmado, durante los dos últimos años, las infumables Date Movie y Epic Movie, en las que, con dudoso gusto pero buena recaudación, ejercieron el noble arte de la parodia.

La última aportación de Friedberg y Seltzer al Séptimo Arte llegó hace poco a nuestras pantallas. Les hablo de Casi 300, confirmación del desastre que pueden acarrear las prisas o la crisis de guiones decentes a la hora de producir películas. Hasta el momento, les he hablado del cine de parodia como de un collage de "homenajes" a otras películas. Casi 300 va un paso más allá, y se centra en parodiar, salvo algún guiño puntual, una sola película. Casi 300 copia y pega, de modo íntegro, la estructura de la película 300, parodiándola escena por escena, en lo que constituye uno de los mayores ejercicios de desidia creativa que hayan podido encontrar jamás en una película. Casi 300 es tan mala, que eleva la falta de calidad a proporciones desconocidas. Para componer sus escenas, tira de tópicos escatológicos, sexistas y, permítanmelo, exageradamente cutres, en lo que constituye un intento desesperado por llegar a los 90 minutos de metraje sin hacer demasiado el ridículo. Lamentablemente, el ridículo es inevitable.

Confieso mi reconocimiento hacia Jason Friedberg y Aaron Seltzer. Poner su firma en esta película, permitiendo a los productores el uso de sus nombres en los títulos de crédito, es un ejercicio heroico. Mucho más que el de defender las Termópilas de los persas con 300 efectivos. Incluso que defenderla con 13.

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