lunes, 28 de abril de 2008

Tierra Santa

Israel cumple años. Palestina está de entierro. Cuatro niños. Y cientos en la memoria. Y autobuses. E inmolaciones. Y misiles. Y Gaza. Y aquel padre llorando, pidiendo el cese de los disparos. Y el ojo por ojo. Y la venganza. Y el odio. Israel ha perdido la guerra. La perdió hace mucho. Todos han perdido. No hay victoria en Tierra Santa. Israel no aprendió por qué su bandera es blanca. Su contundencia no hace más que alimentar el odio de una etnia que cree en la guerra como sendero hacia el cielo. El odio es un arma. Y nadie la desactiva.

Decía que Israel ha perdido. La derrota es multiplicar las razones de un enemigo que quiere verte muerto. Nadie tiende la mano. Difícil es mi censura. Hay miedo. Hay miradas apartadas al chocar la mano, y directas a los ojos en el desafío. Se pide Estado Palestino, pero Palestina sigue sin Estado. Un tren que se aleja. No hay caminos que recorrer. Escasea la ayuda. Jerusalen en medio. Ironías de la vida. Tierra santa, y santa es la guerra y no la paz. Demasiada sangre para ser limpiada. Y nadie limpia. Ensucian. Hamas odia. Se prepara. Ataca. Israel responde. Muerte. Ojo por ojo. ¿Alguien llamado Gandhi? ¿Jesucristo? Y Poncio Pilatos lavándose las manos. ¿Asumiría Obama, o el que sea, su responsabilidad en el Mundo? ¿Asumirá Israel que sólo a través de la derrota alcanzará la victoria? ¿Asumirá que un paso atrás es el necesario para avanzar? ¿Entenderían los palestinos ese paso? ¿Es su odio irrefenable?

No entiendo qué ocurre. Siento el desorden. Pensamientos sin patrón, sin reflexión. No la tengo. Sé que en Jerusalén hay un corazón que late, y que si deja de latir habrá Guerra. Y que la Guerra avanzará. Pero también sé que puede haber paz. Es tan tarde como pronto para perdonar. Siempre lo fue. No soy judío ni islamista. No soy de Gaza. No soy israelí. No soy palestino. O sí. Soy tu. Soy él. Soy yo. Así debería ser.

No hay comentarios: