martes, 15 de abril de 2008

Rebobine, por Favor

Basta un recorrido por la filmografía de Michel Gondry para ubicarle entre aquellos directores que se han tomado el cine como un mecanismo para reflexionar sobre los entresijos de la mente. La reciente Rebobine, por favor podría parecer un alejamiento de esta tendencia, pero en Arquero Urbano estamos convencidos de lo contrario.

Rebobine, por favor es una cinta repleta de sensaciones. Destapar el pequeño tarro que contiene su esencia deviene inspirar aroma a nostalgia, a comunión, a recuerdos. Otra vez los recuerdos en el cine de Gondry. Resumamos el argumento. Mike (Mos Def) se encarga de custodiar el videoclub en el que trabaja, en ausencia del viejo Fletcher (Danny Glover). Su amigo Jerry (Jack Black) sufre un accidente, del que sale magnetizado y, al entrar en el videoclub, borra el contenido de todas las cintas. Una clienta quiere ver Cazafantasmas. La quiere para las 7 de la tarde. Mike y Jerry hallan la solución. -Grabémosla nosotros-. La clienta la ve. Le encanta. La voz se corre. Mike y Jerry hacen su particular "remake" de todo el catálogo, hasta alcanzar, en tiempo record, el estrellato.

Semejante puesta en escena lleva a Rebobine por favor a un delirante recorrido por algunas de las más preciadas joyas del cine de los 80, pero creo que esto no es más que una excusa para llenar la pantalla de señales. Gondry busca al espectador, sabedor que éste se interesa igual por un video casero colgado en Internet que por una película de 2 horas. El poder de la creación, en nuestros días, ha roto las barreras del origen y el destino. Todos como espectadores. Todos como creadores. El éxito de las versiones caseras de Mike y Jerry constatan un homenaje al cine artesanal enfrente del colapso digital que parece vivir la industria. La resistencia del barrio ante la caída del videoclub no es más que un homenaje al cine como ensamblador perfecto de la humanidad. El cine, en Rebobine por favor, es un canto a la creación espontánea, una reivindicación del autor, y un homenaje al cine que, a servidor, le llevó a los inolvidables últimos minutos de Cinema Paradiso.

Dijimos al principio que Gondry sigue rastreando en la mente. Igual que Jim Carrey se resistía a olvidar a Kate Winslet en Olvídate de mí, los personajes de Rebobine, por favor se resisten a olvidar qué les hace felices. La felicidad puede estar en un videoclub, en una película aparentemente impresentable. Ninguno de ellos olvidará que descubrió el cine hace mucho; en los 80, en los 70, o tal vez mucho antes. Y, por supuesto, ninguno de ellos olvidará recordar la noche en la que vieron juntos, por primera y única vez, su particular obra maestra. Aunque haya que rebobinar para volver atrás.

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