viernes, 11 de abril de 2008

Las 4 de la mañana

Madrugada. El taxista vio algo tapado; tal vez un muerto. Barrio tranquilo, le dije yo. Miro fuera. Ya no hay perlas de agua en las que verse reflejado. Ni hilanderas tejiendo alfombras ante mi paso. Las gotas llovidas se van secando. Las mismas que recibí sin protegerme, y me mojaron libremente. Ya no queda la noche, que anuncia el fin. Ni el día, que aún no ha llegado. Sólo quedan las 4 de la mañana. Sólo la ceniza de algo que parece la nada. Una noche más. Sólo yo. Sólo una voz apagada. Sólo escribir. Sólo leerme y asustarme. Sólo mañana siendo el hoy de la nada. Sólo mirar alrededor y rogar un fin. El fin de algo que sólo sé yo. El fin de la nada.

Me despido desde la capital de la nada. En mi reloj dan las 4. Buena nada.

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